Ciego, mira, ha salido la luna. Duérmete,
verás como dormido
se te quita el hambre. Los sueños sirven de
alimento.
(‘Días,
Meses, Años’, de Yan Lianke)
Una sequedad sonrojante
arrasa el Parque; la
tierra tiene sed, la hierba ya no puede con el sol.
A ocho li* y medio, el maíz
sobrevive a la
contienda.
Es la distancia. En la
media distancia, Destiny®
parece sonreír, necesita
olvidar el odio de la providencia, la sobria caridad del aire. Una tangente
solar que apunta a la
amargura, la secante que abraza la humedad
del silencio.
Líneas como barras,
emocionantes como frases
ingeniosas. En la sequía hay
campo y estiércol, fosas
y paredes; todo presume una porosidad inocente,
todo silba una melodía
entrecortada. El Ángel ha bajado de su pedestal arcaico, se ha apeado del pura
sangre
de Koffee, tan limpio y
sobrenatural.
La palabra ha nacido al
olvido del agua; el Sol es más que un mar
estático y glorioso, su
ansiedad
emerge de la roca, se
aclimata a la extrema parsimonia del cielo, esa forma de sostenerse
sobre la gravedad.
No queda tiempo; la
tragedia se intuye como a 8 li y medio, su trecho
de seguridad. Destiny®
sueña con un plato encima de la mesa –derrochadora–, pero no para ella,
sino para todos los
demás.
*Unidad de longitud tradicional china. En la actualidad
equivale a 500 metros exactos.
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