Nosotros damos fe de
actos normales, somos
normales como rayos de
sol, tenemos nuestras costumbres automáticas,
nuestros malos modales,
nuestra forma de sentarnos a la mesa.
Hoy, poesía a la hora de
comer, para comer, sinceramente. Gente voladora a la hora de la siesta, coches
espaciales tripulados
por personas especiales, libros conectados
a la red, cuadros
despintados al estilo del Prado, sacados de algún sótano del Prado,
cultura desnatada y sin estrés.
Hoy la realidad entra en
bucle,
y es normal. Se suceden
los promedios, la belleza se esconde, la oscuridad
promete. Hay un bosque
de hierba colorada, el humo asciende hasta la noche,
duerme con los brazos
destapados, una pierna fuera,
un ojo abierto.
El poema de hoy es
protestante,
pasable, tiene fe en el
milagro que vendrá, está escrito en el cielo
como si fuera un cuerpo,
va por el agua, escrito en la humedad y el vértigo, en el cuidado viento de los
nichos,
es un submarino
aterrador.
Somos notarios de la
estalagmita, del universo
frío y consecuente,
notamos la sombra que rebota en el sueño, repercute
en la fertilidad de la
tierra; y el poema nos vence,
enemigo del alma.
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