sábado, 8 de julio de 2017

el signo de la misericordia


Mañana será tuyo el despreciable futuro, su costra literaria asaltará
imágenes con tanta alevosía de pronunciamientos, empujones aleves del viento reinante y compulsivo. Noname
seguirá ahí en su trono bajo dirigiéndose a las maravillas,
maravillosa y segura propietaria de su alarde. El futuro urde un plan de vocalización
que no es posible demostrar, un deletreo correcto de palabras y gestos de los que abundan en el limbo,
de carcajadas y protestas, un silabeo de la violencia psicológica
puesta de manifiesto en las escuelas calcinadas.

Hoy, sin ir más lejos, es día de votación y los ciudadanos riegan la avenida South Presa, que va desde el Pacífico hasta
la rumba atlántica, como si fueran un rebaño de zombies descompuestos. Escogerán a sus representantes
democráticos con una mano delante y la otra en el bolsillo de alguien,
pinzando una cartera repleta de aleluyas. Esta es la religión de los perdedores
y no el cristianismo: los cristianos, al parecer, retornaron a las catacumbas y porfiaron con los ojos encendidos,
se diluyeron en aquellos túneles excavados en pórfido,
ellos que habían ocupado los escaños y los podios, pedestales y cuernos, púlpitos y grabados
grotescos, plataformas incendiarias.

Aquí está Jordan –la abstencionista– que acude con la falda del revés (ese trámite en blanco), digamos que vestida
de blanco como en The Leftovers y, como en The Leftovers, con un cigarrillo entre los labios
dorados por el sol del porvenir. Digamos que masculla una reacción y la riada de profesionales
antológicos se desborda, contempla su afluente desgarrado del mass media,
y que la música comienza a redimirse con un torrente de cromatismo camp.

Desglosar el tamaño estricto de los elementos, la altura de los reinos, la profundidad de una llama. El trabajo
pesa y solfea, surfea la realidad en los días de paga, regenera los nervios mal curados. Dicen
que se puede vivir en la miseria, o se puede estar preso sin renunciar a ninguna
clase de vacío espiritual, perfeccionándose. Que se pueden escribir poemas decisivos con tinta previsible,
malos poemas con la sangre del sacrificio. El poeta está inspirado
como nunca, incluso finge un trastorno de la intención –la premisericordia–,
y acaricia su sarcófago con gran intriga sentimental. Hoy es día de paga en el parque y las muchachas miran a dar,
no hacen prisioneros. El poema se vuelve intransigente, dice que Jordan ha vuelto a hacerlo,
ha vuelto a elegir y su sonrisa eclipsa la grandilocuencia del relámpago,
cuida de todos nosotros.




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