Un Ángel a la mesa:
es contradictorio. A la hora de la
cena el Parque se abrillanta, la bestia centuplica sus garras. Fray Luis lee un
cómic
de Spiderman, hace un ocho con la
lira. El Ángel se pone la servilleta,
mira una cuchara, que se dobla daliniana:
es su magnetismo; unta mantequilla en el acento puro de dios. Casi es
increíble,
creer duele como una tentación en la
rodilla, es el mecanismo del dolor agudo que provoca la fe.
Jordan siempre aguarda con la vista
puesta en un libro cualquiera, con el ojo
dramático encriptado en la posibilidad
del milagro, su extremo inconcebible pero cierto, su monstruosidad
deliberada. Como si viviera en los
estados unidos y condujese vehículos
alados por rectas carreteras como
líneas de exilio; como si South Presa rompiese interminable y qué raros fantasmas
arqueasen cucharas con la fuerza
serial de sus mentes fundidas.
Un Ángel humanista ha rechazado el
premio nobel a la serenidad divina, un Ángel
que de pronto sonríe y deja escapar
una lágrima tan bella y se deja la belleza en todas partes, despistada. Despiadada,
¡tanta virtud salvaje!, condenada a
pasar hambre en el mundo, hija de dios.
Crucificada
en su sillita de enea, sentada al fresco como un alma a la puerta de la casa
humilde; su vuelo sostenido en un solo
de trompeta que derriba santas fortalezas, eleva en vilo monasterios
y cárceles. Su vuelo mantenido en la
historia a través de una obra de arte,
algo de magia dividida en los labios
del futuro, la voz conspicua de la idolatría.
Jordan siente pavor, ilumina media
manzana con su risa nerviosa y su espanto distribuye un polvo milagroso,
canta a favor de la carne, sobre el
viento que desnivela la noche,
sobre la escena incruenta del deseo
intangible. Se parece a una diva, es la diva del aire que se mece en silencio,
tañe un laúd que asusta con todo su
arcoíris de sensaciones formales, su divertida molicie,
su estancamiento habitual.
El pan es un espectro, sigue ocultando
un verbo intransitivo; después de la miseria, el campo ha sucumbido a su
estructura. El plan
es un concepto caritativo, un baile de cabezas con sus cuerpos diseminados por la acera del tiempo; perder
la cabeza es un concepto sugerente,
viático, es el argumento final. Venga a despuntar el Arte con todos sus
mecánicos
envueltos en la misma metáfora, el
único trabajo bajo el cielo; ¡ah, cuánta pobreza
frente al eco estridente de la luz!
No hay comentarios:
Publicar un comentario