Pájaros norteamericanos, perros de
Bcrst. Frases
como meteoros que prohíjan la verdad,
honestos vértices del interlineado, números
primos acercándose a la velocidad del
trueno al final de una serie irreal, el infinito mar de la literatura;
Gargantúa y Pantagruel
perfilados por un jilguero de Wisconsin,
escritos en el vértigo de un giro postal, al dorso
de una noche anunciada sin tiempo.
La gran escatología literaria directa
hacia el manicomio de la red social; todos dando pie,
digresiones sobre un pie normal, variaciones sobre la mansedumbre
de las bestias. Pastorcillos inmersos en la vorágine
del milagro, graduados en la
involuntariedad de las cosas del cielo, en lo imprevisible y lo tremendo,
dignos herederos del mayor borracho de
la historia.
En el Parque no se detiene la rueda,
obliga, deforma la realidad con su estallido,
es una subida de tensión social;
Jordan asciende (qué va, sube) la escalinata, ¡qué va!, una escalera de
peldaños rotos,
peligrosos, la madera podrida del
estado, remonta un espectáculo de nubes
tan veraces, tenaces, locas de hielo y
humor gris: es la reina del otoño pero no hace mlgrs, su amor no pesa tanto ni
pesa
demasiado para ello, su amor es (hasta
ahora); era una fecha de caducidad, una flecha lanzada por un ciego.
Aunque sucede el milagro, aunque
suceda y la tierra
reverdezca a todo tren y el campo
rechace la solemnidad de su pasado, y el humo
sea como el hijo pródigo de la
inocencia.
Estamos en la intersección, el divino
conjunto, dentro de la mandorla escalofriante
donde la luz procede y la sombra es un
procedimiento sin registro de salida, un recurso infeliz. La luz
viaja como Katerina, como si fuera a
salvarse por primera vez, de nuevo como si el mundo
no fuese el despeñadero que es, la
fotocopia de ese anhelo perfecto que siempre ha ansiado ser. Hoy, las barcas
mascullan
su impulso moderado, el agua decide un
grado menos de entusiasmo, se resiste a caer por el hueco tangible del
silencio.
Sueños norteamericanos, héroes de
Bcrst. Fresas inmediatas, flores tísicas, abejas de otro
canto, poetas manchados de carbón,
princesas rusas, poetas manchadas de carbón; ah, la escuela
de lo extraordinario, la violencia
teatral del verbo, capaz de organizar una función sagrada con un cabo de cuerda
y un pájaro enjaulado.
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