No estaba bien, pero lo dejé pasar.
Aunque la próxima vez puede que no lo deje pasar.
Chaasadahyah
Jackson
Solo Jordan puede oír la voz que se
derrama, ella es la elegida,
la forma milagrosa que comprende los
latidos de la inmensidad, su categórica exhortación al diálogo;
debe seguirse la flecha epidural de la
Avenida hasta donde pierde su azaroso
nombre, donde las señales de tráfico
señalan el camino al cementerio, prohíben aparcar entre colmenas.
Solo
el poeta es capaz de explicar el mastodóntico ajuste
vocal que ha perpetrado desde su
soledad y hacia el mundo abierto que se negocia cada día. La fundición
del mágico algoritmo dedicado a la
satisfacción de un deseo musical.
Pero Jordan tiene un casero miserable
que gentrifica los pasadizos del Parque, destroza a martillazos
aseos públicos y barbacoas familiares,
cuestiona la utilidad de los bancos y las mesas con tableros de ajedrez,
infecta de ostracismo las mesas de
ping-pong y hace ruido por las noches. Ahora hay que dormir a la sombra,
hay que dolerse con la aurora,
retorcerse de júbilo cuando asedian los trámites y la cola se alarga hasta
desaparecer en los felices archivos
del distrito.
Miles de pájaros construyen un coro
agónico que no ha desafinado
jamás. La voz del poeta suena vernal y
desiderativa, contribuye a incendiar el ambiente, a encender la pipa de roble;
y el humo es suministro más que signo,
más que viento es rostro del olvido, no asciende, se derrota. El poema
influye en la decepción, suplanta la
voz del túnel,
el salmo victorioso de la luz.
Jordan
es capaz de verse en el parque central del hemisferio y a la vez en las casas
cúbicas del barrio,
iguales entre sí, un caserío
equilibrado de balance socialista, un coleccionable
tan simétrico como otra variación de
la verdad. Su alma se viene desarrollando desde los quince
años, ha quemado etapas románticas,
fases de la luna, indicios de creatividad accidentada.
La voz confluye en un trino esporádico
que no se reconoce: inspirar, expirar. Todo muere como ayer,
todo se arrastra; la tierra exhibe su
perfil de arena y agua, absorbe
nítidas frecuencias y emite rayos
equis de felicidad. Pasa un avión, pero es un pensamiento: Jordan, no lo dejes pasar…
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