Oh, suena Sa-Roc, tal vez Olivia Dean. Llevamos los
cascos puestos,
vamos a trabajar. La noche se avecina
desgraciada, una emboscada tras otra, estrellas que se
clavan en las puertas, estrellas
descosidas de las almas.
las escaleras siguen hasta dónde. Una coalición de
infinitos
amenaza la virtualidad de la luz con fórmulas matemáticas
y eslóganes propios de la física
de partículas.
que desaparece, como una sola nota. Su esencia
resiste sobre todo en la madera del aire, sobre todo en
el aroma
tardío de las amapolas, sobre todo en la bruma: diríase que
un mar de nubes
amordazara los sueños.
su ajuar. Sa-Roc está en su casa o acaso está inthahood; ah, carecemos de referencias
útiles ni sutiles. Únicamente su voz traslada, transita,
insufla,
respira un cuerpo entero.
elemental situado en un planeta terrorífico,
terraformado, hecho a la imagen
reticular del nuestro, aves y depredadores, halcones y
palomas de la paz (es la política,
chic@s).
sangre sin querer, es un corazón sin más mecánica ni más
indicaciones, por el camino
arroja un rastro de sal, un despojo de lágrimas y
propiedades. Ella no dice adiós,
ni siquiera abandona el silencio de siempre, ni siquiera
recurre al truco del futuro.
Robert Frank |
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