viernes, 21 de mayo de 2021

quién teme a la metáfora de ayer

 

Esta soledad como un pinar
holgado, como un salto de aguja entre rocas
salvajes, riachuelos, nubes esquinadas. Como una sombra múltiple que se acerca a la casa
y descansa tumbada sobre la hierba,
yace meticulosamente herida.
 
A la luz de una vela, corregimos. La buhardilla es el culmen, la celosía
flexible, el interrogante deportivo. Si Laura hubiera pasado por allí en algún momento, ¿habría resistido la tentación
de subir los empinados escalones para ver la maravillosa isla, la ciudad y sus cúpulas y sus aristas
audaces, la curva escénica de la carretera, el elogiado zigzag de los espejos?
 
Ahora, ¿cómo es que entiendes el verso, Laura, y te emociona tanto?,
dime, ¿cómo descifras la mirada del vértigo? Suena el timbre de la clase y los niños salen
pitando hacia la soledad de sus pensamientos educados. Suenan las campanas y los novios
endulzan la soledad de sus recuerdos.
 
La noche le pertenece al libro de nuestra
herencia, de nuestra existencia más allá de los párpados, más allá del sol y sus invitaciones; qué tinieblas
acompañan nuestra empresa, qué desdicha edificante.
 
Somos la esperanza del día de ayer, la deshora, el desapego,
sentimos la vida dentro de las rosas que acortan el lenguaje y niegan la economía del llanto, ah, nos
deslizamos por la frecuencia secreta de los besos en vano entretejidos, capturados al vuelo
de las almas, tenemos tanto miedo que nos mata la suerte de su ausencia, el misterio
culpable de su imagen feliz; y el delicado perfume de los sueños
empaña nuestra sonrisa en el cristal. Nos distancia del cielo
tanto como una metáfora olvidada.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores