No lo llames amor; si un remoto destello se adivina entre la maraña de ilusiones
devastadas, será un despojo de altura.
apagadas, tantos como pasos en la arena.
intimidad de los balcones y los Ángeles, y los árboles
tendidos a ambos lados de la vida.
es una introducción al incendio, a la ambigüedad que reside en los
espejos
y se extiende a través de segmentos ideales, se pierde y se prende de un
hilo de locura; has de saber que el amor
considera sus versiones y se desvanece
sin musitar una sola palabra
(de amor).
una película maldita; aquí se elige una de dos realidades (en esta no hay
amor). Los dedos pulsan la geometría de la necesidad, hacen rombos en la
playa bajo la claridad
anónima del porvenir.
los maniquíes han tomado conciencia, han escenificado un aparte frugal,
algo de sexo
impracticable: sus manos encantadas violaban la quietud
escéptica de la historia.
forma de retar al destino, de convencer al monstruo que anida en los
portales.
Será romanticismo, y se alzará un destello remoto entre dos cuerpos
separados por el soplo cercano de la eternidad.
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