sábado, 16 de octubre de 2021

un bólido hacia la soledad

 

La calle te abofetea con su desagradable
aliento, su deforestación, su cielo encajonado
y su genuino clima imaginario. Es un asalto ferroviario, como un rififí de cercanías, otra escabechina
ambiental.
 
Todo repercute, casi todo se inflama, los originales
sablean, una señora Hedges
afianza su control horario, este barrio es suyo como lo son los barrotes
del presidio, las bocas mal alimentadas de los niños de dios.
 
Frecuentemente ciertos pasajes
devienen peligrosos, abandonan su categoría inicial y confiscan
mayorías cualificadas de sangre y deflación: es la economía, estúpidos. La droga
fortalece los músculos del portero de la disco; un arte
semicircular se mueve entre la fauna, la música lo envuelve en su discreto portafolio, toca escuchar las famosas
sirenas del desierto.
 
Ah, el extrarradio flirtea con la noche
aprovechando su físico imponente y su reiterada planificación.
 
A sorbos de realidad,
la vida se consuma en la insignificante penumbra de las puertas cerradas, en el vértice
concreto del silencio nocturno.
 
Todo aparece roto en suficientes pedazos de casualidad, la existencia
multiplica su arrogancia; un nudo en el cañón de la pistola, una navaja
mellada, un anillo de campeón. Dentro del espejo, la ciudad resplandece hacia la soledad,
firma una sentencia benévola y contempla la mancha
del mar que se aproxima.



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