martes, 12 de octubre de 2021

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El cielo es de un naranja
acalambrado, ¿cómo será allí? Sentir en el rostro el aire frío que retiene
lamentos, ideas, pareceres, sentir esa molestia
y sonreír y observar el silencio desde un verdadero prejuicio
romántico.
 
Ella no es tan romántica, su belleza
no intercede, no se debe a la creación sino al deseo, su belleza es un punto y aparte en el capítulo
primero de la luz. A la sombra, en plena efervescencia
de la noche, para nombrarla fue concebido un verbo sin espacio, un rapto en el vacío.
 
Fue la música o la pintura, el trazo ideográfico
ahuecado por la naturaleza. La música y su maquinaria accidental, sus gorjeos
involuntarios, la dislexia mejorada de las plantas y el humo vertiginoso de las almas seguras.
 
Su cielo un poco contaminado, apenas humeante,
un poco desinflado de nubes y jirones; bajo su égida sucede la vida con toda la imitación
posible, todos los escenarios habituales: habitaciones de hotel,
inmaculados postes de telégrafo.
 
Estamos con el espíritu
alejandrino de un gorrión, verticalmente aupados en la nada que se
balancea y trasciende el pujante negocio del tiempo.
 
¿Cómo sentir la velocidad del pasado abriéndose camino? Hay un ayer
vívido y sociable, sin nada que perder; ah, esta literatura nos reblandece, debilita el ambiente, nos
hace débiles frente al amor, nos conmuta la pena de olvidar y la sustituye por un piso en la calle ciento dieciséis
donde ella no está ni sus ojos parlotean
en el frío dialecto de la noche.



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