Sufrir
y experimentar después
el
ansia, la imperiosa necesidad de contarlo, la peripecia
novelesca
que quema en la frente como un estado febril o una exageración.
robándote
la billetera, robándote el aliento o el cuerpo
mismo
con esa intención malévola y sutil de las indagaciones y los versos: es la
inspiración,
será
un renglón mitificado y terrible, una dádiva
especial.
y
accidentada ―y accidental. Nuestra retórica bastarda, nuestra guardia en
principal, y aquel
frío
monástico, hermético de las soledades mal remuneradas, conseguidas,
consumadas
como un acto inconsciente, todo ese batiburrillo de ignorancia y caos.
lluvia,
cruel diluvio! Como si Emily hubiese renacido entre los cañaverales, un Moisés
intergeneracional,
una pequeña millennial exacerbada en pleno proceso
creativo,
en plena reivindicación de sus reivindicaciones,
en
plenitud ejecutiva.
madre
de la naturaleza que se recompone a todas horas; ah, se alimenta del
sufrimiento, se opone
a
la generalidad de las pasiones, a tantas realidades. Es un hecho que atenta
contra
la disposición sucesiva de las realizaciones humanas. La tenemos
en
la punta de la lengua pero nos sigue faltando ―desde ayer
y
por los siglos de los siglos.
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