lunes, 16 de agosto de 2021

elogio de la deserción

 

Elogiamos nuestra imperfección, elogiadla, dadnos alas, retened
nuestro entusiasmo. Todo lo demás será
plano esnobismo, comparanza y desnivel: hábito. El poema convoca la sed de las montañas, anuda
el tiempo a su columna; pero anhela el tropiezo
y sintoniza una frecuencia de traslado, persigue un sincretismo alocado y cobarde,
exige una rectificación.
 
Corregid nuestras notas. Evacuad un millón de advertencias
eternas. El secreto de la noche es la oscuridad, el de la poesía, el aire. Dejad que corra el aire sobre el alma
corrupta de los versos, su talentosa gangrena
estilográfica.
 
Ah, invocad el milagro responsable. Ángeles como Destiny®, tan impoluta, sobresaliente,
intrépida; cómo interviene en las cosas de los hombres (es solo nuestra), atiende
a la llamada de la soledad, es pura nostalgia y puro
entendimiento, nos provoca la farsa y la sonrisa como en una comedia arrebatada.
 
El poema suele irse de la lengua, confiesa
sin interrogatorio estimulante ni bolsas de mercadona
en la cabeza (shit!). Es solo sentimentalismo y vanidad. Ya la tinta ensucia las yemas de los dedos,
ya la imprenta y la guillotina silabean su maquinaria, encuadernan
la forma y firman encantadas un discreto armisticio.
 
Pasamos por el sermón y la fábula cristiana, coronamos el calvario presos de una creencia
extraña en fantasmagorías y sorpresas. Los ancianos de la tribu nos explican la verdad, entonces, avanzamos
a trompicones, resbalamos en el agua de los ríos, los pájaros
nos silban, las flores nos acechan. La gente no nos ama
porque intuyen el Arte que despierta,
se filtra entre las grietas del silencio que honramos.



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