De la belleza, ¡habrá que defenderse!, habrá que rodearla
como si de un pozo se tratara, de un abismo, de un loco con un arma. Si hasta un niño responde
con hostilidad y angustia al trato con el Arte, al roce
ardiente de la Poesía, le lastima
su jactancia.
amarillas, que su rostro no llena la pantalla, ni amanece nimbada en el
acueducto de las apariciones,
que no es un personaje terrible ni protagoniza un vídeo triste de
JP Cooper,
será que su alma es tan bella como una afirmación desesperada.
dos cruces de caminos, dos dilemas flagrantes, una doblez endiablada: dos
poemas o dos
versos consecutivos, ligeros, no dosificados
sino enteros de la cabeza al pie de firma, ambos
rubricados por un meteoro indetectable.
su fentanilo en vena y su recargo, sus manecillas incendiarias,
indiciarias de un tiempo
combinado.
oscila como una llama entre dos corrientes de aire, como una dama
preparada para el baile, la esperanza
o la estupefacción, su cuerpo redoblándose
a la luz del espejo, un jeroglífico de piernas y sonrisas
imperfectas, de manos y ternura
y párrafos perdidos en un libro amarillo que no trata del Arte y apenas
ha empezado a odiar
su eternidad.
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