jueves, 24 de noviembre de 2011

parque en acción


Está triste el parque, está caliente. Es el parque en acción.

El pájaro que surge a caballo de una recta luminosa,
los setos de buen carácter que necesitan un corte de pelo,
los chuchos que corretean con la mente en blanco.

Hay un parque en Invierno y en verano, un tiempo relativo para cada lugar,
cada tronco, cada brizna de hierba empadronada.

La persona camina sin mirar el reloj. Va despacio y se para.
Acelera sus pasos cuando cree que aumenta la densidad del aire
(un pino adolescente atisba la figura humana y se ríe de raíz de su fragilidad).

Todos saben que la rosa quisiera proferir obscenidades,
a pesar de los enérgicos jilgueros con sus clases de canto,
de las magistrales lecciones de protocolo que imparten los cipreses,
en contra de su naturaleza.

Niños con zapatillas de deporte.
El polvo se levanta y es brevemente impulsado por una racha dominante.
Voces agudas que contrastan con el silencio de los bancos de madera.
Dos policías saludan en una estampa familiar.
La chica con el carro del bebé.

El parque tiene mañanas, tardes y noches.

De noche, alguien camina sin mirar, incrementa su ritmo hasta lo deportivo,
puede no llevar un arma.
En cualquier caso, es mejor no preguntarle la hora.

martes, 15 de noviembre de 2011

una sombra dormida puede llegar a ser muy peligrosa


¿Cuánta soledad habita en una sombra?

Veamos.

Pasea la sombra dándose de bruces con el empedrado,
tropieza en los bordillos a punto de dar un salto mortal hacia una nueva dimensión.

La sombra no se duerme, pero desaparece,
se esfuma entre volutas de sueño eterno, se colapsa y vomita pesadillas.

No ambiciona el estímulo prosaico del color ideal.
Ensaya un espejismo azul frontera,  
rojo denominado sangre,
blanco puro como desentrañado.

El polvo comprende su lenguaje a contraluz,
las profecías ocultas en su chorro de voz anestesiada.

Media soledad habita en su antesala, precisamente.

Completamente no está sola, no bajo la tierra,
no a ras de suelo, carcomida de insectos kamikazes,
ni en la pared adulta, ni siquiera en el techo moteado de juvenil acné.

La sombra se combina con el viento desatando un simpático conflicto.
La sombra comparada con el viento es un pájaro inmóvil.

La sombra mata moscas con el rabo.
Pasea corrompiendo la luz de las farolas.
Como siempre está muerta, emite gravedad por la cintura.

Así capta la sombra sus retales de cielo.
Así se desvirtúa. Así despierta.
Aferrada al destello de la imperfección.

martes, 1 de noviembre de 2011

breves

ÉRASE UNA VEZ


un espejismo que indagaba en los ojos del hambre,
nuestros ojos.

De noche, alguien que arañaba la puerta de la casa
nos despertaba
y acudíamos vivos a su llamada errónea;
una gélida tos traspasaba entonces la cancela metálica
para romper la membrana del primer pecho,
luego se extendía como un fantasma prepotente
alcanzando a las madres.

Un ser perverso a las doce de la noche, algo indecente de la madrugada.
Nosotros lo llamábamos
el hombre que susurraba a las mirillas.




¿QUÉ FUE DE AQUELLA SOMBRA?


La lóbrega paciencia de los campos malheridos de escarcha,
invita al jornalero a soñar con rotundos olivares.
Olivos retorcidos bajo el hacha y una blancura sin despojo gris.

¡Cultivemos un ansia de la huerta!

Las liebres no son ciervos de claqué.
El cuervo es más radiante que la urraca
(nunca pasa de moda: es su color).

¿Adónde va a parar el clima con tanta refutación de principios?

Volvíamos del campo con las manos reventadas
y las narices frías,
un vuelo colosal nos entregaba al sueño.

¿Qué fue de aquella sombra del ciprés?




ÁNIMA TRISTE


Triste como un infierno en obras,
triste como el amor calado hasta los huesos,
ánima triste.

Tengo una que me sube por la espalda,
alma de robot.

Cuando lucho por algo se me escurre y convoca a su ejército de tibios
-alma de pravia, ánima triste-,
su batallón de harapos y suspiros gigantes.

Con esa arquitectura, me repongo, cabalgo desde el sueño a la palabra.




IDENTIDAD NACIONAL


El banco y yo somos parecidos: ambos necesitamos capital.

Con el colt a la cintura, como el forajido Watson,
doy un paseo hacia la cristalera manirrota,
el escaparate cabrón.

Al entrar, un tipo de uniforme me interroga en silencio,
escruta hasta mi escroto,
me vuelca y me sacude con los ojos mecánicos.

Simpatizo con él, no obstante, le desarmo y me llevo la guita.

El banco y yo somos uña y carne:
solo robamos para complacer a nuestras locas familias.

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MESSING WITH MY LIFE (bonus track)


Daisy se casa de blanco en la campiña.
La imponente torre gótica de la iglesia invita a cometer solemnidades.
Dentro, el vino congelado de los cálices entra en ebullición,
un ángel decadente roza con su espada de juguete la frente de la novia.

                                                             ¡No!

Y las hermanas salen de milagro
ofreciendo sonrisas diferentes al imprevisto azul.

El descapotable arranca un pedazo de historia.
Presas de cierta derrota, las muchachas burbujean en el asiento de atrás;
corre el carmín.

Kitty lleva una armónica en la liga,
Lewis acelera el pulso a la guitarra
y Daisy lleva el ritmo con un pie al otro lado del mundo.




 Kitty, Daisy & Lewis, 'Messing with my life'

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