jueves, 31 de octubre de 2013

el desencanto


¡Tiempos nefastos!
Cuando los medios hablan más de la filosofía parda de Mourinho
que de la vieja escuela marxista, tan apropiada para estos días de cólera.

Parece que el ministro retador reta a la cámara y se detiene en posición antidisturbios...
Se sospecha de él que es un fantasma serio encadenado a una fábula pesada,
un domador de pulgas que malogra sudokus en la jaula de un león anestesiado.

En el barrio, el chico mira la fila de contenedores frente al restaurante
con la misma expresión ilusionada con la que sus padres oteaban entre cabezas
los primeros destellos de la cabalgata de reyes. La luz le debilita un poco.

¡Tiempos oscuros!
Cuando el mediocre espectáculo que ofrece la realidad
satisface y encanta al recalentado mercadillo del arte,
el bazar exclusivo, el todo a cien mil euros donde el genio actualiza su creatividad de saldo.

Los editores valoran la poesía eterna de aquellos que han vivido,
el canto revenido de los que han tachado el futuro en su libreta
y venden el vaporoso humo de una road movie rodada en las entrañas de su espacio profundo.

Los museos se retrotraen retrospectivamente y sueltan bodegones
como gases de efecto retardado, exponen las miserias de una generación u otra:
el caso es que tenga su apellido; crecen sin visitantes hasta mutar en gigantescas
habitaciones del pánico.

Los niños tienen hambre en el colegio y es por eso que estudian religión
(que es como se suele llamar al conformismo cuando se trata de no alterar el orden público).
Algunos profesores simpatizan con la élite y sonríen con labios demasiado finos
(o es que ven mucha televisión).

En la calle, la niña que no quiere mirar escaparates camina rápido con la mirada baja,
temerosa del sol que derriba sus pequeñas defensas y descubre su desánimo adulto
a la gente que pasa.

¡Tiempos de rabia! Espejos cóncavos.

Ayer el desencanto era una forma de conjurar la incertidumbre
e imaginar un porvenir en regla,
hoy simplemente es otro modo de adelantarse a los acontecimientos.

sábado, 26 de octubre de 2013

cuando sonaba el amor


Nas suena a una forma de nostalgia,
a Coko y sus amigas de gira por el parque y sus locales mágicos,
pieles enérgicas invadiendo la historia, voces líquidas.

Oh, las chicas por entonces decían con franqueza no al amor,
ni eran románticas. Sus pantalones cortos declaraban esos muslos sobrenaturales;
aunque hablaran de dios, sus labios prometían el dulce beso del gueto.

Coko está que trina, lanza un arco iris que nadie puede parar.
Esta mujer es un incendio. No parece un ser humano en sus propios términos,
en carne y hueso, y luz. Demasiado perfecta para tener un número
de la seguridad social. Apenas vocaliza su aliento, el universo calla;
sus manos interpretan un solo arrollador.

La fuerza del recuerdo abusa de su encanto. Las chicas asaltaban los oídos
con una introducción a su pasado, tan tradicionales.
El parque se rendía a sus piruetas exóticas, su anarquía inconsciente.

Nas toma impulso y enciende otro habano para romperse la voz,
suena melancólico, como si su estribillo fuese a delatarle
ante un tribunal sediento de lágrimas.

Coko sonríe y mueve el cuerpo con el ágil volumen de su boca.
Calla porque conoce su estatura real, su genealogía
hasta llegar a la raíz de todo el calor,
el corazón del espejo, la fuente del verdadero poder,
la belleza más honda que pueda imaginarse como una verdad impredecible.






miércoles, 23 de octubre de 2013

abstracta


Su mirada bajaba desde el mismo horizonte de sus párpados
salvando dunas de silencio, páramos de lluvia, kilómetros cuadrados de cristal.
Vestía por encima su pelo ensortijado como un verde
racimo de uvas acariciando el sol.

La brevedad asomándose a su pecho,
el alma rubia de su piel morena, la voz al ecuador llena de labios,
la voz sangrando un alma negra y tan preciosa, llena de ojos para ver el amor.

Esta mujer azul. Púrpura de sus labios
ávidos de callar y sostener el verbo.

La voz en los cimientos, bajo toda la tierra, sepultada a su tiempo bajo todo el futuro que se aleja,
dos metros bajo el sol en una tumba rasa, piedra sobre piedra, roca y fuego.

Viva hasta los huesos, con la mirada abierta al mar;
presa de su anhelo color púrpura, verde así como en el pelo meticulosamente reservado,
desde cualquier rincón rizado y libre

(los hombres observando la creación, abocados al egoísmo de la palabra dios).

La chica del periódico, la del póster central, ella, la del pequeño calendario,
la que sale en los nuevos evangelios vestida de curiosa Sherezade, la más bella e incrédula.
La que lleva las uñas pintadas como el nudo de la selva,
niágara que edifica su frontera.

Ella de pie, menuda, obras de primavera en el cuerpo; la mirada que baja y continúa
su pronunciado ascenso a tanta sombra, sombra que es ciudad, cementerio de pájaros,
altar cercano a lo desconocido
donde solo queda un mundo por redescubrir.

Acordonada la escena del arte, una silueta abstracta dibujada en el suelo,
el cuadro boca abajo ocultando la última mueca del autor,
chillando de su puño y letra un bonito cadáver.

¡Cómo rodaban por sus lágrimas la compasión y el ánimo!

Ella en el cuadro más hermoso mirando fijamente al cielo.


domingo, 20 de octubre de 2013

sin preguntar


En la plaza, grandes altavoces producen rombos de oscuridad;
entre la ausencia pública destaca una paloma nada musical,
muestra una expresión cruel, un color anterior a ese blanco imaginario.

Los niños no van al colegio, pero sus gritos se escuchan igualmente plásticos,
cruzan en pequeñas trombas, maldicen y pasan a ritmo trepidante.

En un banco de la plaza, alguien lee. No levanta la vista cuando escucha
el parloteo de la soledad, las risas tan poco convincentes de los martes al sol.
La oscuridad maquina un sol de tapadillo, un sol arrendatario. El hambre
aguza perfiles y determina siluetas. Una paloma mordisquea la hierba como si fuera un perro:
ha olvidado la mecánica del vuelo. Los altavoces escupen dimensión, sólidos elementales
que penetran los oídos como brocas. La melodía alude a un tiempo que se fue sin preguntar.

Todo el tiempo ha pasado ya. En vez de tiempo hay ahora una prórroga inservible,
un corto espacio que se va derritiendo y se retuerce. La galaxia prende con su brazo oscuro,
atrapa mundos y los coloniza, y los desertiza a golpes de distancia. En la plaza,
alguien acaba de leer que la galaxia cabe en un cubito de hielo,
allí está contenida con su núcleo explosivo y sus manos azules de cemento primordial:
es para creerlo.

Los pájaros ya no lo son; los insectos son más que antes. Otros vertebrados
han ido despareciendo. Suena una balada intermitente y dulce en un bucle perverso,
las voces atruenan un instante y luego dan paso a una sintonía difusa.
La voz de la chica es ideal, una mezcla orgullosa de necesidad y alma
que no precisa palabras para organizarse. Las guitarras vacilan un momento y se lanzan
al galope, desatadas y próximas, se abalanzan sobre una promesa irrespirable,
se confunden con aquella sirena de la fábrica.

Hoy se ha puesto de moda el color sombra.
Lástima que la gente no tenga dinero para pasar inadvertida. 







jueves, 17 de octubre de 2013

gris como el expreso de la navidad


En las rebajas, entre los mostradores, el sufrimiento adquiere una monotonía gris,
es una sudadera gris barata y gris como una nube ahijada de tormenta, rizada de tormenta,
un nubarrón tormentoso y ajeno, volante y volador, en vuelo hacia la guerra de debajo.
El sufrimiento grita un poco para cubrir el expediente. Se sufre hasta en domingo
cuando descansan y meditan los perros. El sufrimiento del domingo es un tanto así de gris,
definitivamente no sabe de colores (ahora es neutro). Los niños son los más entendidos:
aunque no lo parezca, nadie conoce el sufrimiento en su dimensión patética
mejor que un niño en una tarde de domingo.

Suave es el aire. Ni padece. El aire no experimenta un dolor, ni la ingratitud.
Es surcado, respirado, expirado. El aire expira en contacto con el cielo (dicen que sí),
aspira a la potencia de uno, hace guantes con el viento si es del norte. La niña sopla
e hincha un globo de color beis que es un color bien raro para un globo,
que luego se hace pasar por un juguete siendo un artefacto adulto y demasiado viejo (y qué).
Las estelas, los aviones. El aeropuerto juega con las naves. Muy arriba
ya no hay (aire), puede haber un gas nervioso que se eleva por su propio peso
y va volviéndose también y nuevamente gris.

Los árboles caminan sin mover un músculo: es su travesura a campo abierto.
Están tan aburridos que lanzan flechas de goma por las ramas. La hierba es su frontera,
el agua, su alimento. Duermen el sueño de los justos que dura una eternidad a medias
(casi entera). Despiertan cada noche a la hora del vermut, que es una hora magnífica
para adosarse al prado y convencer a la lluvia. De madrugada significan más
y alguna otra cosa más importante. Será por la sonrisa de la sombra.

Los coches han volado. Los conductores naufragan inseguros. Tenemos carreteras
interminables, una sola carretera global que serpentea como un virus de encargo.
Las rayas discontinuas continúan a mayor gloria del motor gigante que no para,
que no para y discurre, traquetea como el tren del dinero, como el expreso de la navidad.
Un coche burla la vigilancia de los escarabajos de suerte que atropella a unos cuantos.
Ah, pero los escarabajos no vigilan a nadie. Hay un policía de tráfico que no se los come,
todavía. El agente actúa en representación del estado de las cosas, que es un estado
muy poco sólido para estar de pie tanto tiempo. Detiene y se detiene. Se detiene
y olisquea el aire que huele a quemado desde hace unos años. Detiene a una pareja
que ha cometido el crimen de quererse después del toque de queda.

Todo el mundo efectúa sus trámites. Incluso las hormigas tramitan su permiso de plaga
en cierto juzgado de los suburbios. Las chicas presentan sus instancias en el ministerio
y llevan el pelo como quieren. Nadie sabe por qué presentan sus instancias
si ya llevan el pelo como quieren. Unos que interceden y otros que suplican. La sociedad
es una máquina sumamente ruidosa a la que le huele el aliento. La sociedad viste mal,
combina los colores con escasa elegancia y a veces lleva calcetines blancos.
Bullen las oficinas, se hacen a la mar. El capitán de navío bombardea una patera.
El funcionario registra los óbitos y tira por la borda un flotador oscuro que recuerda
a una corona funeraria.

La vida cansa. Cansa a su manera. Al parecer, es una vida gris. Se trata de una vida así de gris.


martes, 15 de octubre de 2013

sola


Como siempre, sola. Desde su atalaya y magnífica altura, vecina de la luz
suicida que eternamente reinicia su caída, que sobre la paz del mundo se derrumba
con mudo estrépito. Desde su forma líquida, encima de cualquier sombra
nacida para tanto, nacida para el llanto y la sorpresa, creada en un minuto delicioso
y muerta a través de los siglos.

Desde la soledad que atañe a su hermosura
concentrada en un átomo variable, protegida por el dolor agudo de la infancia,
o por la levedad gloriosa que sucede al entusiasmo y no es bastante
para cerrar los ojos de una vez y contemplar el vértigo que siente el corazón
a cada paso, cada espeso latido como un golpe de sangre,
cada latido seco, redundante como una campanada, o un grito.

Desde su otoño ingrávido lleno de historias que solicitan un triste final,
abarrotado de bocas sin labios que besar a tiempo, llena solo de fuego,
presa en el aire, presa de todo un cuerpo, habitada por un millón de nombres
invisibles al tacto.

Desde la fantasía enferma que parece soñar con algo grande y pronto aprende
a distinguir el pálpito que sirve a una idea corriente de aquel que acompaña
al insaciable amor que anida en la conciencia, como siempre, sola,
arrebatada a qué ciudad aérea, testigo de quién sabe qué lejanas acciones,
qué vidas nuestras, qué imágenes turbias de la realidad más eficiente,
de la luz más distante y menos rápida, más oscura, eclipsada por rascacielos de humo.

Desde la plenitud frutal de su colmena, la majestad de su cabello, su frente de algodón,
abriéndose camino entre la bruma que resopla, ligera para el brazo del viento,
en permanente ascenso, ave nocturna, estrella consagrada a su infinita ausencia,
su flor de espuma jamás besada por un alma militante, jamás reunida
en un solo esfuerzo de la boca, nunca vista hacia esa longitud de la palabra.

Desde aquel horizonte completo que abarca más de un sol
y no contempla otra fatalidad que su propia extensión abandonada,
hasta la misma página siguiente, esta página en blanco que solo resucita para ella.


sábado, 12 de octubre de 2013

higgs


caminaba mucho para ser un dios
con esos pies tan exhaustos
dichosos                    
rápidos
raros
de chocolate y crema
            inmigrantes
especiales para ser los de un ángel a medianoche
            parte de un cuerpo eléctrico en presencia de los jueces

la tarde emparejaba sombras
y en su jaula el pájaro estéreo
            ya vuelvo a oír el grito
            ya vuelo por el aire
            ya sueño


el espacio cedió y ella miró hacia abajo y tuvo un pensamiento
            míralos            pensaba
            seres nimios
            hélices indistinguibles

la voz entonces
primera y cercana      voluble
sin volumen ni eco
           
            pero uno de ellos                                higgs
            ha sonsacado tu alma

se detiene a la vez que el tiempo
todo vuela menos el pájaro enjaulado
una lágrima vuela
un pétalo
un espejo de luna mentirosa radia sus reflejos libres sin despegar del sueño
            se detiene y sufre un vuelo corto
            emprende otro viaje sin alas
            manifiesta un átomo de culpa

la voz soporta un brote de meridiano silencio
            ni suficiente muerte
            ni suficientes versos
            aunque el pájaro sueñe con el sur
            abuse de la sombra

la vida se posee
es una potestad
un crédito                   ella que tiene que vivir          
                                                           confía en la reiteración
                                 tiene que trabajar para vivir
                                                           camina mucho para ser un dios


palabras agudas dañan su imagen deliberaciones sin rastro de autonomía
frases hechas que rozan su delicada piel
que vibra encadenada al verbo
dice sonríe
            mi alma es un puñado de sal             sin imagen
                                                                   de sí   
            a semejanza del cielo
            que nadie puede ver
            es una eternidad que ha terminado
            ya
            de ser
           
            mi alma es
            tanto más alta                                   no solo música
            es como el sol           
            visto a contraluz

ríe doblándose cuando se va 
cuando se fue por el camino sin decir adiós





miércoles, 9 de octubre de 2013

bienvenida y cierre


Esperaban la forma peligrosa de un halcón sediento,
la silueta deforme de la velocidad y el pánico,
un estruendo cualquiera.

Se notaba en el aire un silencio a fragmento calcinado -y la hierba-
como un avión en llamas. Descendiendo.
Un silencio hasta el tuétano (y el mar).

En el pasado habían enfermado tan felices,
habían hecho las paces con el asma que irrita la piel,
con el agua fuerte que se infecta en los ojos cuando nada se ve.

La solución era un ejército y sus armas,
la destrucción de las escuelas, el crimen organizado.

Tal vez hubo fronteras en su tiempo
que fueron arrasadas, mordidas, liberadas por los dioses, libradas como guerras;
por los últimos valles penetraron entonces los héroes menos indicados,
salvajes que no tenían sueños que perder.

Cuando llegó el final la espera había sucedido ahorcándose en un momento
parecido a un instante de felicidad. El final fue poderoso.
No eran los pájaros.
Fue una mañana con cara de ángel.

El día funcionaba a pleno rendimiento levantando aullidos de admiración
entre los menesterosos. La policía confirmaba su dedo en el gatillo.

Planeó durante un épico segundo,
flameó su carne como una bandera orgullosa de color azul,
se contoneó como una musa ante su gloria. Pues ella fue el milagro
y su vientre danzaba tras la lluvia,
su rostro adquiría de pronto el contorno expresivo del pecado.

No esperaban la dolorosa belleza
que fascina a los monstruos de sanas intenciones, sino el aspaviento,
el castigo divino, la hoguera sin estilo. Así fue que rezaron
su credo hipotecario.

Ella intervino, aconsejó,
y volaba igual que una sola mariposa batiendo su armadura.
Y caminaba lentamente hacia su trono con una sonrisa en cada lágrima.


sábado, 5 de octubre de 2013

triste mundo perfecto


Entonces, cometeremos un sueño...

¡Ah!, pues soñaremos un mundo perfecto,
por si acaso.

En el mundo perfecto (que no nos pertenece), ella será amiga nuestra,
caminará a nuestro lado con la pura forma del cariño pendiente de los labios,
los pies descalzos, sus pasos cortos de baile, de puntillas para mirarnos a los ojos.

Ella saldrá al mediodía con una rosa en el pelo, una rosa de todos los colores,
también negro, y su cabello oscuro será más brillante que la piel del fuego,
competirá con el rayo, tendrá esa cualidad de selva
de oro.

Nos hablará al oído. Entonará una nota casual,
la inicial nuestra, nuestro nombre al azar, nuestra quimera,
nombrará nuestro amor por su mayúscula con esa voz tan dulce como el mar
que empieza. Cantará para sí, para nosotros que estaremos tan cerca de su aurora.

La canción contendrá su estribillo moderno, su ritmo electrizante,
su danza, celebrará la inocencia de algún amor que no se sabe dónde,
será preludio de aquel beso incontenible.

Porque la mañana atizará su lumbre y ella traerá un desierto en cada mano
para darnos calor
o perdernos de vista más allá del espacio.

Soñaremos con ella mientras la noche dobla la esquina del cielo infinito
y las estrellas se niegan a pronunciar su título
y ella nos dirigirá una sonrisa radiante
aun sin saber por qué.






maneras de esperar


Alguien que sufre sin motivo se desespera
y siente en el estómago, en el pecho, un vacío lleno de algo que no debería estar ahí
(donde no hay),
un desierto pletórico de nada, un hartazgo de ninguna especie,
desasosiego, dolor, un dolor que no le duele pero está,
que no existe pero está ahí, martirizando,
lacerando sin sangre
como un arte feroz.

Alguien que sufre, sufre sin motivo y siente un dolor que no le duele,
una pena de ausencia,
una emoción que se tropieza con la vida y cae de bruces
en una zanja profunda llena de cadáveres con su mismo rostro atribulado.

El dolor se desintegra con la rabia, renace con el odio, se petrifica.
Duele el pecho hasta el punto real del corazón,
que se resiste y dobla su latido porque tiene una herida que no sangra,
no se cura, no se distingue entre tanto labio rojo.

Cerca de allí hay un alma que no tiene piedad de su espíritu,
y el corazón lo sabe.

Una lágrima finge soledad; dos son multitud, una cascada, un beso
en los labios, dos lágrimas son una comitiva detrás del ataúd
chasqueando al estilo de Nueva Orleans.

Oh, el niño llora. El corazón resulta que siempre,
siempre,
es menor de edad, por más que tierno, alegre o valeroso,
aunque haya tocado el fondo de mil cariños diferentes
y tantos buenos ojos lo hayan mirado con dulzura.

Ahora,
alguien que sufre
cerca de aquí, un pequeño dios, suplica por su vida como un hombre.
Ama, pero siente un dolor de nada en el estómago:
como si nadie hubiese lanzado un golpe al aire
para cortarle la respiración.

martes, 1 de octubre de 2013

no puede ser


Rueda por el piso. Una muchacha prueba a acariciarlo con los ojos, se agacha.

Es un poquito así que se le ha caído del bolso a una señora guapa
(que pasaba a su aire) haciendo realidad las fantasías de la media luna del escaparate,
el sueño ético de los sospechosos habituales.

A la chica le gusta, lo mira con aprobación (arrobo) y se muestra encantadora mirando,
en el momento de posar sus ojos lindos sobre el trocito minúsculo
que yace y apenas sí respira contrayendo qué músculos del cuello (pudiera ser),
qué cuerdas insensibles a todo pronóstico.

Contra todo pronóstico, rueda por el piso y no encuentra barrera ni escalera
ni oficio de pared que lo detenga. Alcanza alguna meta precisa,
logra superar un racimo de nubes bajas, pero bajas de verdad, a ras de unos dos metros
y medio bajo el suelo: donde no puede ser.

Oh, pero ¿y si saltara? Salta y retorna a la superficie con ganas de correr un ciclo,
se moviliza como un espectro colosal, no se neutraliza, no es neutral, es tan político
que se vota en secreto y se revuelve acusado de corrupción, tan mediático que consigue
la reelección con unas pocas falsedades de trapo.

Se fuma un cigarrillo siendo tan pequeño que el humo no le pertenece
y es propiedad de otro espacio más prosaico y coloquial, menos estricto con sus ganas
de morir. Pierde el rumbo tras una invocación a la cerveza,
pero no está borracho cuando acaba por recordar sus canciones de inclusa.

Bien. Es huérfano. No conoce la complicidad infinita de la sangre, se las apaña
con un a-de-ene en solitario, su cromosoma infeliz. Acostumbrado al patio de paseo,
la cárcel, el hospicio, el paseo escuchando la música preferida del gabinete. Aunque ahora
lleve sus cascos modélicos y rompa con el eco de los muertos vivientes y las voces
tristes, tan dulces y carismáticas de las mejores almas del planeta. 

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