miércoles, 31 de marzo de 2021

un lago como tú

 

Ella –como un Ángel– tiene la mirada (sumida) en el Oriente, un desarraigo, una llamada oriental, religiosa,
alta como una cumbre del Himalaya, tan nítida como la nieve pura, el centelleo de la nieve tersa –trazo
romántico del personaje–, una altura que se arranca con una extravagante velocidad de escape
de la historia.
 
Como un Ángel, lanza a canasta, absorbe una porción de inasequible entrenamiento; bien,
es la aristocracia del Olimpo, bah, ostenta la mayestática representación de la finezza.
 
De fondo, una palabra imperativa, la melodía de los años seguidos a rajatabla por la vida; ella
recupera su imagen, oscila entre la filantropía y la esperanza. Tiene esa cara de buena persona, esa vitalidad
aerodinámica, sacada de unas air-jordan recién estrenadas, remasterizadas con una gota de sangre.
 
El viaje ha sido arduo (no en tren), el avión
contaminaba el recorrido, asustaba a las aves, resultaba disuasorio como un arma de destrucción
creativa, tan divergente. En el aeropuerto, una retahíla de moderaciones,
simplificando la naturaleza de las cosas: (como si fuésemos) libres ahora.
 
Ahora somos libres, leemos la memoria de la gente, nos introducimos como un agente
secreto en las lecturas positivas de la comunidad. Este Ángel –que no es–
transita sus libros viejos, sus artículos visibles, pasa las páginas dormidas durante siglos, Turgueniev también.
 
¡Nunca habréis encontrado a alguien con un lago en los ojos? Tal vez. Ella tiene
un lago en la mirada, un lago frío como Walden, ah, y sin ningún motivo las nubes
rebotan en la superficie helada, las piceas engatusan al musgo, la hiedra se evade de la instantánea formal.
 
Ganamos el partido por los pelos. Ella sonríe un poco, sus manos
atraviesan el silencio, más silencio y más revelación, una secuencia solo al alcance de la soledad
más intrincada, más salvaje. Sus ojos vuelven a decir que no, pero está impresionada y requiere
una gota de nostalgia, algo de amor.


'Morning in the Adirondacks',
Sanford Robinson Gifford


viernes, 26 de marzo de 2021

cocinar un error

 

En el amor hay una adivinanza, una cataplasma que anula
distracciones; te tomas una taza de té –la tacita– y algo te está profetizando como si te cogiera
por el cuello y apretase fuerte. Algo te está explicando el día de mañana, algo
explora y descabalga frentes de batalla, utiliza un casco de minero, un palmo de luz.
 
Para el amor. Para cocinar el amor, la receta es equívoca,
esquiva: lleva perejil. No lleva perejil según de dónde venga, lleva un puñado de besos rebozados o serrados
en menudas barras, lleva un poquito de sal y ya está demasiado
salado, es demasiado pesado para ti.
 
La dulzura equivale a un espacio semántico concreto
e imperfecto indistinguible de la realidad, indivisible del ritmo de la literatura; en el amor existen
categorías y mercados, mercaderes y mercachifles,
doncellas mortificadas, pajes indeseables, mortificados peones
eslavos escondidos en el armario de la noche como profesores de ciencias.
 
Hay un exilio en el cariño de los otros, un continente extraño, es un afluente de la soledad,
un bólido extraterrestre que se inflama. La tierra recibe
huesos y otras artes, semillas y una gama infinita de grises, restos de cielo.
 
El amor se nota en el amor; todos lo frecuentan, entran
y salen como patriotas, como políglotas, entienden su lengua materna, bracean solos en su maternidad inapelable,
deambulan hasta la madrugada por sus ojos glaciales,
hierven de melancolía.
 
Suerte que la montaña ha escalado
su nombre. Suerte que la poesía exhibe un gran título en blanco, contiene
un mal ejemplo, un besuqueo inconsciente, un tuteo exasperante y un exceso de confianza con la sombra.
Solos el amor y tú en un verso de doscientos kilos tutelado por un foro de psicólogos
hirientes, solos en el centro geométrico del salón de baile, bajo la araña celeste,
con el cuaderno apócrifo y la soga.


Between Heaven And Hell, Jacek Yerka

martes, 23 de marzo de 2021

náufragos del silencio

 

Está el pasado, tan decente. En el mismo
plano, en semejante apretura existencial, concurren la vesania cotidiana y sus deslizamientos.
 
Está la vida y luego te pica la cabeza (los dioses se rascan
a escondidas). Ved, tenemos un naufragio, la costa ha consagrado un paroxismo
de murallas lunares.
 
La inmigración atenta contra la intolerancia, vamos contra
corriente. El Arte contribuye, con su paciencia, a la emancipación, nos restriega por la cara
el verbo, pacientemente. Así se vive; detrás del puro oxígeno, el alma
baja la voz –luz sin testigos–, fértil en su desorden natural.
 
Desde la oscuridad y el vuelo, la noche urde su aliento,
destripa la realidad con un salvoconducto, es tan bella como un mártir; protectora del eco
y la conciencia, su música pretende, no se esconde,
agradece el profundo sentido de la soledad.
 
Estamos juntos, nos separamos
cada uno por su lado, cada uno por el aire que le asedia; de fondo, una canción
creativa como una piel sincera, una sombra carente
de significado.
 
Toda palabra tiende a su máximo cargo de silencio; todo recuerdo se profana, toda fe
se retuerce en la memoria, el poema es un bate de béisbol contra la estridencia. Está el pasado,
que se muere de ganas de atreverse, tan sin preocupaciones.
tan otro como si fuera un cuerpo, un edificio
en ruinas, comedido como una doble figura, una reina de picas
o una pieza del mundo que se desmorona.



sábado, 20 de marzo de 2021

la vida que zozobra

 

Ángeles sin Paraíso. Aquí en la Tierra
(allí en la Tierra). Sandalias rotas y el camino enronquecido, rayado,
fúnebre sendero del jazz. Oh, es la Luna la única luz, el único nudo suelto
de la noche.
 
Aprendemos un nombre pequeño, un sacrificio apenas, el montículo al pie del gran cañón,
físico apenas. Atendemos
a su nombre desde nuestro gallinero modernista. La escena: Maquiavelo
torturando a los niños. Ríos de cerveza.
 
Su misión es reiniciar, reconcentrarse –Mundo asesino en serie. Target: protagonizar una serie
sobre el Mundo protagonizada por un Ser Infinito. Homúnculo. Una actuación sin ego, fascinante.
Periodistas cubriendo la noticia, diluvios de prosa unificada.
 
Estábamos leyendo algunos libros
comunes, tampoco comunistas, de esos que te llevan de viaje
contra todo pronóstico; ya hacíamos las maletas con destino a la ignorancia, destino a lo reconocido.
La cláusula primera, la parada en tierra de nadie (aquí en la tierra). Nuestro
silencio podría repetirse en cualquier andén
desguarnecido, en cualquier región interminable donde una fiesta
prosiguiera después de su acabose, un baile intercediese por la Primavera.
 
Ah, mas tampoco su espíritu comparecerá
tan joven, ni su carne exultante, ni su clase. La extraña, la excelsa, la insufrible
forma de su aliento, de su presencia
anónima y sutil, dulce como un panal de abejas cantarinas, ella, pájaro fuerte, alma que sobrevuela
la historia del olvido.
 
Héroes de la materia, fuera de tanta vida rebosante, tensos
y febriles, los últimos para la gloria, aquí en la sombra que nos sustituye.


'The Writer', Cedric Smith

miércoles, 17 de marzo de 2021

vuestra alma

 

Muestra el aire su tacto luminoso,
corre la luz. Destiny® (alguien la ama) presiente el amor, lo siente. La monotonía
sorprende al buen espíritu, la libertad
encarcela los ojos.
 
Es la fecundidad de la materia, su estrabismo perfecto; existe un campo
yermo, vacante pero firme impulsor, ella salva el maíz adelantado, llega a los olmos ebrios de alegría
–tan ajenos. En la tierra, una noción de vida se generaliza, la hierba
crece efímera y ociosa, es un clamor.
 
No hay libro más extraño
que el poema, nunca visto: recreado. Alguien que ama y escribe, un cuerpo
impredecible, inapetente; mente que idea la extrusión del paisaje, organiza un ambiente mural, desdeña
intervenciones superfluas. Alza un mosaico
para restaurar la claridad.
 
Cristalina, la sombra se pronuncia. El amor salva fronteras,
maneras, disimula su orgullo. El Ángel aparece y es tremendo su encanto, su majestuosa
inacción. Recorre la Avenida en su tabla de skate, arruga la nariz como embrujada,
oscila entre la melancolía y el Arte.
 
Donde arraigue la severa blancura y la nieve arranque semillas al invierno, y rompan
los carámbanos el vidrioso techo de la Naturaleza, ella matizará su nombre y, del silencio, arrojará a los cielos una sima
eterna de preocupaciones.
 
Ha podado la luz con mano oscura
desarrollándose como una podadera, como una página que sucumbe
al visible poder de los espejos. Sabed que Destiny® os ama hasta el corazón del espacio, con toda
vuestra alma y toda su antológica felicidad.



lunes, 15 de marzo de 2021

una vida otra

 

La vida acontece a lo lejos, es un constructo
social, un drama espectacular, especular. Especulamos con la posibilidad de recibir un mensaje,
algo textual elaborado en términos equidistantes, significativo más allá del movimiento de los ojos,
más allá del fruncimiento de los labios, del estremecimiento de siempre.
 
Las muchachas reverdecen su autonomía
estilística, acomodan su anatomía analógica de modo literal, envían señales
luminosas desde cualquier posición; sus trenzas se trenzan en directo, sus manos figuran
en el diccionario, son pura ontología
creativa.
 
La vida se dirige constructivamente hacia la Ausencia. Cronológicamente. El tiempo
abunda en su realidad y su relativa presencia, su comunicación en tiempo real. Toda la realidad
camina con decisión hacia la nada, desde su nacimiento
se prepara para el momento del cero absoluto, la clave de bóveda de la existencia, el universo
conspira para situarnos al margen de sus tejemanejes cuánticos
y su desgarro inflacionario.
 
Nuestra acertada
colección de partículas se asemeja a un ser humano creado por el azar y la beneficencia,
un Golem con denominación de origen (candidato a la alcaldía de Gotham). Conminamos al mundo a doblegarse
ante nuestra receptividad, nuestros reflejos. Observamos nuestra región del universo observable;
frente a nuestros ojos inmóviles, las muchachas brotan como
esporas o gatos de Schrödinger (se nota que no están, pero en varios poemas a la vez).
 
Ya está vacía nuestra casa, ya estamos en el ataúd confortable decorado de rojo
mullido casi Kubrick, maquillados como antagonistas; por el pasillo rueda la pelota de tenis, en el tendedero,
las pinzas se bambolean a merced del viento y en el portal
alguien saluda a una sombra que se desvanece.


'Sisterhood', Stephanie Cohen

sábado, 13 de marzo de 2021

A=(B+b)/2.h

 

Se nos va la vida por orden
alfabético:
 
                           amigos
                           amor
 
El aire transporta consignas, a menudo, un silencio
amenazante.
 
Fuimos a la presentación del poemario y en el turno de preguntas
interrogamos al autor sobre el área del trapecio: también nos interesaba eso.
 
Incluso se nos fue la vida en un suspiro
entrópico, acalorado. Nuestra formación quedó disuelta, quedó impedida, quedó pegada en el pupitre del primer
curso como un chicle de fresa: al final solo hacíamos gimnasia, salíamos
al patio a pegarnos religiosamente.
 
Nos cazaban como conejos; íbamos por ahí con las orejas bajas como un pastor alemán
ful. El aire trasladaba artilugios víricos, se nos iba el tiempo
protegiéndonos, considerando. Que la vida depende de algunos extremos como el grosor de la piel,
el color de la piel.
 
Conservamos los amigos del colegio, la misma
errática exhibición de sentimientos arcaicos, el mismo control+z que aprendimos
justo antes de las vacaciones de verano.
 
Cuidamos del hip-hop, que nos abraza, suena a ráfagas. Tenemos a la ciudad
cogida por los pelos del sobaco, el barrio explota su geografía, la casa grande y la casa abandonada,
los muros y los postes, los árboles caídos, esa amplitud bestial de la Avenida,
infranqueable.
 
Sin aliento, esta muerte es realmente
inespecífica. Uno va al funeral de su abuelo, como Violet Rue,
y se queda sin postre y sin el dichoso trauma de la comunión.



jueves, 11 de marzo de 2021

una ventana al orden de la creación

 

Tomas la decisión (tu movimiento informa una mecánica prohibida)
y el mundo se bifurca sobre mojado,
rastrea un sinfín de ubicaciones, cada partícula elige un vértice a su manera. Haces algo y de pronto
la vida se reinventa, todo cambia de sitio, el espacio escénico advierte una configuración
inestable, los focos se iluminan y convergen en un nudo
elástico de sentimientos culpables.
 
En otro universo, la sombra continúa dando sombra, el cielo sigue
siendo azul. Los zapatos te llevan a una casa que es tu casa, te conducen a una realidad
amorfa pero familiar, todo fluye sin estrés.
 
Así que no tienes un Ángel de la guarda
velando tus equivocaciones, ni mantienes la confianza en un dios astrónomo creador de materia,
ni mantienes la distancia con un dios exótico creador de vacío. Sientes un agujero en el alma,
un contorno que no es tuyo invade tu conciencia.
 
A ojos vista, el desierto ha crecido multitudinario,
divergente y portador de una inmensa diversidad de recorridos; te pierdes
entre tanta fanfarria, tanto significado (tanta prosa). Las palabras atestiguan un pasado influyente –anchas
columnas–, el silencio da fe de una presencia más allá del amor.
 
El mundo es una ventana abierta al orden y la experiencia; ah, pueden verse las torres
encendidas, los puentes ciegos de la noche; puede darse a luz un pensamiento, puede verse un pensamiento,
sus idas y venidas, cómo se trastabilla y se conmueve, cómo piensa en un solo sentido. Cómo
arruina una vida con un clic; es algo religioso
que no tiene que ver con la creencia en un ente forjador de tentaciones, tal vez con el destino,
tal vez con el hondo misterio de la improvisación trascendental.




martes, 9 de marzo de 2021

tiempo después

 

Ahora vemos sus ojos, no solo las plantas de sus pies, las venas
madres, la proporción exacta del tobillo. Hay una inundación de tierra que molesta,
ensucia un poco; el cielo se reprime, interroga, adopta
un lenguaje insospechado que no responde al mandato de la física, yace inconsciente, pues.
 
El cielo ha tomado conciencia de la justicia,
los valles han tramado una elevación astral. Las palabras
abordan el problema peliagudo, sintáctico, brutal de la resonancia. Repetición o acorralamiento (una de dos);
el arte apostaría por el ensamble discreto de un concepto mayoritario, presentido, bien pensado,
explicado con profusión de imágenes
concretas, malas interpretaciones del espacio real.
 
Destiny® se ha convertido en una mujer. Su rostro ilustra el cómic
aguerrido de la nueva crónica; detrás de todo pensamiento hay un brazo
poderoso que echa raíces, arranca ensoñaciones. El verbo ha quedado en nada. Por la ciudad
circulan accidentes y derribos, los rayos reducen la población, las nubes crean un ambiente irrespirable,
demasiado promiscuo, un aquelarre químico que desbroza las aceras,
reconquista las copas de los árboles.
 
Ahora vemos como el mundo asciende por la soga de la evolución:
trata de sobrevivir. El tiempo se debe a su potencia: infinito + 2. Elevamos los valles a la altura
cósmica de la narración y nos introducimos en la historia, desnudos y pobres.
 
El verso ha conseguido una cita con ella. Destiny® llega envuelta en su jet lag californiano, sus deportivas
brillan como soles de terciopelo, blandas y flexibles. Trae un rectángulo
azul cortado a pulso, una letra W gigante, un lazo amarillo cosechado en la guerra contra el sol. Su voz
comparte tono con el agua, volumen con el aire, destino
con la tiranía de la eternidad.




domingo, 7 de marzo de 2021

límite salarial

 

Perspectiva interior vs. perspectiva. La ciudad
firma una lámina tras otra, reproducciones en giclée autografiadas por los constructores
del caos (gente casera que arregla los desagües y va con un destornillador en la mano).
 
Esto agobia, es una constancia. El poema ha sido contaminado por el sentimentalismo de las madres,
la frialdad familiar; nadie es mejor. Somos sacos de partículas, cerebros de Boltzmann
surgidos del azar y la fatiga. La naturaleza
se repite, sórdida y vocacional.
 
El verso es radiactivo, si lo tocas te cortarán la mano, si lo escuchas
aprenderás un nombre, si lo lees. Leer dibuja un bello escenario, arremeter contra la página
con la vista puesta en el peligro, leer en alto, que se oiga en el palacio de invierno, que se vean las cesuras
animadas por el humo.
 
La ciudad ha edificado su alma; árboles y ardillas en el Parque. Avenidas
sensibles que dibujan curvas y rompientes donde una sombra espera
lista para la ideación del milagro, para la consecución. Ah, la ciudad
es tan grande que no alcanzan las nubes para abrazar su radio, ni la lluvia
desliza su delicado beso sobre todas las torres, ni es capaz el viento huracanado de acicalar la infinidad
rosada de sus pájaros.
 
El verso asalta la intimidad de la sangre, subyace como una panorámica
distraída, lo corean los niños (y alguno se lo lleva a la boca). Entre el barro y la altura del quinto piso
hay un hervidero de pasajes poco transitados.
 
Los escritores (y también Whitman) colocan su roca sobre la apariencia
anterior, sobre la tierna cúspide de la insatisfacción
y miran por encima del hombro. Ella sube después por la escalera tocada con una visera de los Lakers,
a tiempo de fichar por una multinacional extraterrestre; ella, que atesora el don, que posee
el tiro exterior de la memoria y el ágil nerviosismo del olvido.



Guillermo Pérez Villalta

sábado, 6 de marzo de 2021

quién sabe

 

Esta sordera de la noche oscura. Ahora el alma
encaja un gancho perfecto sin inmutarse, todo le cabe entre pecho y espalda, le cabe un universo
observable, la expansión entera de la sombra original.
 
Esta física todo lo complica, todo lo altera; alteraciones catastrales a escala
global tienen lugar a cada instante: dios no da abasto. La vastedad del panorama
atribula y congela el pensamiento común. La comunidad pensante, las máquinas pensadoras
del futuro, los Ángeles todos hirviendo de algoritmos
inusuales.
 
Ah, es poco probable que existan los agujeros de gusano. Destiny® cree que no, pero nadie
sabe si sabe de lo que habla. Tal vez haya suerte y el expediente Navidson
sea la norma de la naturaleza, tal vez en el último sueño de la Humanidad volvamos
a nacer.
 
La belleza se nos va de las manos, ha crecido hasta convertirse en un sintagma
tóxico, la verdad, sin embargo, decae y parece una sección agónica de la forma. Maduramos
en el jardín de infancia que es la vida (según la literatura comercial). La soledad
es la solución, el único proceso elegante que nos resta.
 
En nuestro óvulo galáctico viviremos felices,
ebrios como góndolas, súbitos como golondrinas aporreando cristales blindados. Seremos
partícipes del escándalo de la resurrección infernal; vendrá el Arte a cogernos de la mano y habrá
médicos como furias, medicamentos óptimos,
cataplasmas unifamiliares.
 
Esta mudez del cielo encapuchado. El alma padece la bulimia
de los campeones, su neurosis abarca una opacidad de frecuencias, un desarme
colectivo, la profecía y el éxtasis. Siempre nos quedará la funesta esperanza
de una muerte sutil.



martes, 2 de marzo de 2021

incomparable

 

Ella es pobre en comparación, su bronce empeorando, su vocabulario
atípico; cuando pasa bajo el campanario vegetal, el claustro de las emociones, cuando
aborda un problema incipiente. Todo sale a relucir, las monedas, el tiempo, el tipo de cambio.
Cambian las estaciones y el tren llega siempre detrás de su sombra.
 
En la vereda del Parque, al pie de la ciudad (a una pulgada
y media), la masa acude al party, la música define una confederación de curiosidades,
una trama histérica de la existencia, la vida que chisporrotea, los cables pelados que atraviesan la carne.
 
El poema huele a ropa usada con unas gotas de silencio, los vagabundos
atrofian sus dedos curvos y conservan el papel entre los ojos; aquel libro en el banco recién pintado,
aquella cartera llena de billetes por el suelo, en contacto con las hojas que el viento disemina. Ahora
porque no hay luz; no hay modo de verse la sustancia, el traqueteo
infame de las situaciones que se hilvanan con un pie en la depresión, otro en el espacio.
 
Vacío y consideraciones. Considerando. Que ella es pobre pero nadie la mira, tal vez
porque sus ojos crean un espejo entre dos mundos, una formidable
función protagonista; y su programa vende ejemplares a ambos lados del océano, es la crema de los niños,
el catálogo del mediodía, la cháchara que se masca a cada instante.
 
En la puerta del templo, sacar a relucir el carácter, la nota
alta. Ella sabe que todo es especial, que todo tiene un precio, que la inocencia es un proceso,
el vértigo, una maravilla. Dice: no tenemos dinero. La plata viste un terno miserable, el aire lleva
polvo en los bolsillos, la noche es un zigzag.
Vamos amando.



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