viernes, 27 de noviembre de 2020

vida antigua

 

Destiny®. La gente se ríe. Dicen: a lo mejor no existe.
Vuela, sin embargo, sobre el tiempo, viene de donde no (se) puede ser, su palabra es la época.
Actualidad. Y sin embargo ella nos dice que desterremos el día, la salida del sol es un procedimiento
ordinario, las consecuencias, los sucesos
son inabarcables.
 
El pasado es una antorcha. Por aquí la palabra es el negativo del periódico de la mañana, o el periódico
de mañana (sin el número premiado de la lotería). Tan previsible. Las horas
galopan como hordas transiberianas, purasangres (podría ser), levantan un polvo de siglos,
hacen senda, sendos artefactos como líneas de Nazca o círculos de los sembrados:
la verdad está ahí fuera, dentro de una burbuja deportiva.
 
La actualidad es la voz de Olivia Dean entonando ‘The Hardest Part’, un poema
de Hernández, una recomendación publicitaria. Hemos ganado las elecciones. Hemos perdido la cabeza.
Destiny® tiene miedo de ser demasiado perfecta, le asustan la verdad y sus insinuaciones, se mira en el espejo
y sus ojos bailotean inmersos en la tibia atmósfera de los objetos y sus contornos, tanta
belleza muerta.
 
Todo se resume en un verso despreciable. No es el verso de un niño
prodigio. Ni el de un sabio. Hay un vertido, sin embargo, de basura y residuos (una vez al año se abonan
tasas de recogida y tratamiento), una vomitona de pequeños extractos ontológicos,
es decir, seguramente alguien discute una aproximación al significado.
 
A lo mejor el mundo no existe y estamos en el aire como en televisión,
despresurizados, olvidados de las fuerzas enigmáticas, parias antinaturales. El Ángel
nos vapulea desde su posición factual: Destiny® de puntillas atisbando un resquicio de la nada,
pastoreando ríos de materia oscura, invadiendo
conciencias, todo ese electrochoque fabuloso. Y toda esa firmeza
de la vida, ese dolor del yo que no se arruga, esa pena imprecisa
que sucede.


miércoles, 25 de noviembre de 2020

alígero

 

Se superponen aquellas primeras sobredosis que apuntalaron el paisaje de la modernidad,
fosilizadas y todo, saltan a la vista,
intervienen en la gresca, despeinadas y todo, sacan un chorro de voz desde el ojo del puente,
suben al cielo como pajarillos grotescos.
 
Ah, la poesía es terca como un bisonte,
anda desaparecida también; se comenta que existen
diversos modos de contribuir a la mayoría de edad de la poesía, su inmadurez
reglamentaria; su 1ª virtud es la modestia, la segunda, el waltwithmaneo, esa capacidad sobrehumana
de estar en misa y repicando, y subir a grandes zancadas la podrida
escalera de la juventud.
 
Para nosotros, la levedad impone. Sus normas de comportamiento. Nos comportamos,
pues, como bisontes de estampida, monjes tibetanos en su monasterio,
especie de siluros, qualcosa. Nos comportamos como estereotipos sinuosos, nuestra obra se corrompe a pasos
agigantados, somos los gigantes de la corrupción, debilitamos
el mensaje mediante una sobredosis de mediocridad,
una ligereza inventada.
 
Nos inventamos Ángeles como personas físicas que pagan sus impuestos
y llevan a sus hijos al colegio. Nosotros, que paseamos por ahí como personas sin hijos, jorobados,
con esa joroba esencial, sin descendientes, dependientes de una sombra, una sonrisa
efímera, qué tortuoso simulacro.
 
Oh, empatizamos, procrastinamos con nuestra empatía, somos
dignos esclavos del silencio. Y nuestro verso se mueve en esa franja monótona del silencio
excesivo, exclusiva del trámite y la vocalización forzosa de las necesidades. Nuestro verbo quintacolumnista,
espontáneo como una salvajada, con su belleza mutilada y su preferencia por. La soledad
se reinventa, pasa una vez sola y otra acompañada, se superpone
y crea una suerte de movimiento en los labios, la súbita
apariencia, el eco inolvidable de otra voz.


persona física que paga sus impuestos

lunes, 23 de noviembre de 2020

un jardin en memphis (tennessee)


Soñar con Bucarest –otra ciudad de nombre impronunciable–
sin haber estado allí. Querido sueño… Soñar con un cine
que echa el telón, un bar abierto. Este sueño es gigante, se da un aire a una catedral; la ciudad
se prolonga a través de un par de parsecs, hace falta una nave espacial para recorrerla de punta a punta,
hace falta estar en la galaxia adecuada (not yours). Aquí hay perros
salvajes, avenidas de infarto, edificios valientes.
 
Querido sueño: Emily dice que me ha regalado una flor… ¿Qué flor? Tenemos
necesidad de hablar con un jardinero (¿podría ser inglés?), un personaje
literario. Si no, tendremos que inventarlo. La imaginación le pide cuentas a la realidad y hay quien
procede sobre ello, clava un ensayo, como en el rugby.
 
¿Y si Lolita hubiera sido una chica negra de Memphis (TN)? Nabokov escogía
cuidadosamente al lector de sus invocaciones. Supongamos que Bucarest se infiltra en el inconsciente
de manera subrepticia, manda de avanzadilla un barrio obrero y acto seguido un skyline formal, un Parque
a precio módico, áreas de verdor inmaculado; y las pandillas que atraviesan la palpitante
extensión respirando como asmáticos a pleno rendimiento.
 
Un pensamiento: el rap acude con su machaconería; a la puerta
del cine se concentra una pequeña multitud, todos tomando
café con leche en vasos de papel. Entre la gente puedes encontrar nativos bucarestinos, españoles
honrados, profetas y bacantes, yonquis de hace
cuarenta años, personajes literarios sin profundidad
ni nociones de jardinería.
 
Lolita es una chica latina –AOC a los doce años de edad–,
esa es la realidad (imaginamos). Pero Nabokov prefiere blanquear el relato, a punto de situar
la acción en un barrio latino de Bucarest, a punto de que Humbert haga manitas en una sala oscura. El tiempo
es una favoletta, un sueño que hace historia, que a cada instante ensaya un nuevo
final feliz.


viernes, 20 de noviembre de 2020

desdoblamiento

 

Alrededor de la noche
el tiempo se descuelga, manos de luz. Toda la galaxia converge en un punto de luz,
diez puntos de luz.
 
Suavemente, la mano de la noche arranca frágiles estrellas, descubre acueductos,
criba las gotas del arpa. Alrededor del tiempo, se arrugan
las fronteras, ascienden palacios,
casas bajas, chimeneas y tejas, tejas y chimeneas, ruedas de humo y polvo en rotación.
 
Obstáculos en el camino como velas
extendidas, como vallas urgentes, muros con agujeros de bala como paredones encalados;
hay sombras atenuadas, extenuantes, apenas navegables, redondas pero en un sentido
práctico, como pintadas por la mano del estro, dibujadas al raso sobre una tela blanca,
una mente en blanco, calcadas de una carta devuelta a su remitente una vida después.
 
Insectos alrededor de un punto de luz. Las manos rotas de la luz que componen
un crepúsculo arriesgado, una frase tras otra, la moral perfeccionista de la historia maquinando su vendetta,
relatos y confidencias personales, la intrahistoria investigándose de cara a la pared
con las piernas abiertas, torturando al olvido con lágrimas de fuego.
 
Así es la vida. Bienaventurados los agentes literarios, los agentes libres, los agentes de la ley.
Maldita sea la gente que se arremolina frente a la puerta del bar desprecintado; malditos sean
los niños, sus juguetes y sus juegos reunidos, malditas las parejas que discuten acaloradamente,
los perros que hacen sus cosas en nombre de un espasmo moral.
 
El poema se escribe solo porque no tiene valor. Se orea solo, automáticamente,
es un fondo de escritorio de confusa simetría. Seudorreferencial, microconfesional,
casi poético; el orgullo de la página en blanco que solo admite sangre
en oleadas, en trazos como labios o colas de caballo.
 
Ahora pasa el tiempo sobre la hierba
y su dulce matrimonio, su falso aprendizaje. Y todo forma parte de la leve tonelada que aterriza,
todo es un punto de luz, es amor y puede definirse con sus propias palabras, y puede describirse con una sola
letra, puede tomarse en vano sin miedo porque
es solo el universo
que florece. 


miércoles, 18 de noviembre de 2020

rentrée

 

Miras al cielo y está bien ordenado. Palomas
rápidas, nubes lentas. El bosque no es un bosque
todavía, le sobra territorio. Jordan lleva una flor en la boca, una sombra en los ojos, se nos ha hecho mayor.
 
Por el paseo burla el territorio, se introduce en una narración himenóptera
deudora de la imaginación más desbocada, su parte universal que le sale del alma para dentro,
algo fuera de serie, como una serie B de Netflix
(en la redacción está la penitencia).
 
Controladores aéreos en huelga de celo
han detectado un objeto sedicente (ohmygod!). Parece que la poesía estaba escrita,
se repite desde que el talento es el talento equivocado (¿desde cuándo?). Alguien escribió, sin saberlo,
el último primer verso de la historia, y era malo
con avaricia, pero pegaba bastante, pegadizo como una maldición.
 
Miras al suelo y se te va la cabeza, te da un vahído
especular: es que tienes la tensión alta y reparas en sucesos indecibles. Aceptas una retahíla
de hechos fiables que parecen dispuestos en tu contra: entras al bar, te sientas y pides una hamburguesa.
Y todo está desordenado a conciencia, la entropía te devora,
te conmueve con su egocentrismo y su facultad de obrar excepciones inútiles.
 
Jordan ha hecho su magnífica rentrée rodeada de abejas edificantes,
gotas de aceite, polen (íbamos a decir de hierba), los moscardones de siempre; versos.
Su cara ya refleja una pasada de tiempo, un tiempo ausente, anuncia una reaparición genealógica. La poesía
está toda vendida. Ah, el cielo es un actor de reparto,
un rectángulo tirado en el arcén de la carretera, lleno de barro:
llámalo piel.


domingo, 15 de noviembre de 2020

mundo de gigantes

 

Beautiful day. Vamos a hacer un picnic, la hierba
encierra una premonición, uno se encariña con la magia. Una manta a cuadros sobre la hierba es un espacio
remoto, sus flecos son olas de un océano feliz. El cielo forma una pradera
alta, su consistencia, su recorrido son ideales, existen sin querer.
 
Silban balas del pasado, proyectiles detenidos en el aire claro de un instante, se oyen gritos
antiguos, hay cuerpos mutilados, cuerpos vivos, cadáveres
sin más. Ensordecedor, se alza el vals de las inspiraciones, un mar de alientos
contenidos.
 
Diferentes personas obtienen diferentes recompensas. Un destello, una rosa, el Sol. Pero hay nexos de unión,
hilos conectores, cables de la luz. Las hormigas
siguen un patrón de comportamiento inmune a la adversidad,
viven en un mundo de gigantes.
 
Beautiful day. La voz del paisaje, el vestido ajustado de la naturaleza, la tranquila
ansiedad de las montañas. Qué hermoso día. Hologramas vacíos, llanuras aplastantes. Falta un río, pero la corriente
arrastra sueños y esperanzas; el sueño del reconocimiento, la esperanza de una muerte trivial.
 
A la sombra de un árbol cualquiera, la verdad enmascara
una letanía perdida. La mañana del cumpleaños de alguien, los últimos momentos. Nos sentimos,
leemos un capítulo del Arte, el verbo aparece como un jilguero
ramificando la brisa, dándose un respiro. Huimos
mientras el tiempo talla su finura de plata en el espejo.
 
No nos engañan las palabras, todo resulta hermético: la experiencia
es un camino sin salida. El viaje se prolonga aunque arrecie el silencio de la tierra
y la memoria se adorne con el rubor ardiente del futuro.


viernes, 13 de noviembre de 2020

teoría de la imperfección

 

Está en la punta de la torre de la iglesia, el ápice del cristianismo,
encaramada como una cigüeña, un ave migratoria, una nube baja
retejida de niebla; vuela como un día de fiesta, pasa de largo.
 
Destiny® sale del Parque exhalando espíritu, ímpetu y desahogo. Busca un tesoro
oculto entre las ramas, enterrado por las hojas doradas del prefacio otoñal
(es un alma). Las almas tiritan ahora ante la indiferencia del tiempo, se diferencian de los cuerpos
en una o dos coordenadas, una o dos calamidades. Si buscara (en) la poesía de Emily,
tal vez. Si buscara un poema en concreto, escrito en concreto en un idioma
destinado al entendimiento. Si fuera en busca de una sola noche de penumbra, de un solo grado de fiebre,
un solo gramo de inocencia.
 
Una cigüeña puede significar
un cuento, puede que signifique algo más allá de la vida y la muerte, el nacimiento de una oración.
 
Buenas tardes. Si en los estados solo votaran los jóvenes afroamericanos, el mapa sería tan azul como el Pacífico.
A la entrada del Parque hay una bandera con doscientas y pico estrellas porque todos pertenecemos al mundo.
Destiny® ha votado. Su nombre, empero, no cabía en ninguna papeleta de voto, no cabía en el censo
–descatalogado–, su nombre flotaba sobre una nube baja de improperios, imperios, alas alicaídas
 y plumas ventajistas.
 
Donde no deje huella su célibe egoísmo. Debe desprenderse
del ego celestial, ese escalofrío canónico. Después de robarle la piedra a un maestro
Zen, después de darle una paliza con unos nunchakos de segunda mano. Entonces
puede que esté lista para completar el circuito de la redención.
 
Milagros que no ocurren pero silban el epílogo de la vida de Brian,
susurran como tristes seductores; milagros que son entes bondadosos con historias
clínicas, entidades sin DNI que se manifiestan a favor de obra, tienen lugar en pilas
bautismales y otros lugares de culto: bibliotecas, estantes de sex-shop (o en la barra fija del bar de Moe).
Y es un magnífico presagio tener conciencia de esa irrealidad, intuir la presencia subversiva
de un ser irrepetible, desoír la llamada de la eternidad e intuir la existencia
de una mente sagazmente imperfecta, insanamente feliz.


miércoles, 11 de noviembre de 2020

vive y deja de vivir

 

Al poeta no le gustan las personas, nos desagrada la gente,
procura apartarse y no cruzar palabra, procura desnaturalizarse. El poeta no es Whitman, no es.
Odia su propia voz.
 
El poeta tiene un árbol de confianza,
un Ángel de confianza (Destiny®). Ambos celebran
conferencias (sin confraternizar). Tiene una rosa de confianza. Un grupo musical de referencia;
le gusta la voz de Olivia Dean.
 
La gente no cree en los Ángeles (estamos a favor)
aunque viva en la ciudad de Los Ángeles. La gente no cree y lleva las de ganar. La gente
no es de confianza.
 
La poesía confía en el Arte en primer lugar, confía en una forma de entender
el mundo-espacio, proyecta una forma de entender la naturaleza, actualiza las reacciones
humanas, es una ciencia imprevisible. Whitman y su campo a través y sus buhardillas
empinadas (símbolo del poderío erecto de la urbe), su asfixiante y ufana alteridad.
 
El poeta tiene miedo.
Siempre. Asustados y tímidos, sus zancadas cortas no son zancadas, su altura es de baja estatura,
su gracia es portuaria, su anhelo es frecuente, suda.
 
Personas por todas partes, también en el campo recorrido por máquinas arrendatarias (y bots de internet),
también en la tv. y en la realidad. En la literatura se agolpan personajes con múltiples personalidades,
descripciones afanosas, fotos fijas de un instante extemporáneo, reemplazos del pasado,
semillas de fatalidad y ojos a la virulé. Como vírgenes y santos perdedores.
 
El poeta se atasca. Se lo ha pensado todo y no hemos dicho
la mitad de la mitad. Una undécima parte, una parte íntima. El pensamiento es la verdadera/única
poesía, un área escurridiza donde todo es imposible
 
Al poeta no le gustan los poemas de la gente (ambos inclusive).
Vive y deja vivir.


lunes, 9 de noviembre de 2020

ninguna alma

 

Ver morir es
uno de los trabajos de los Ángeles.
Su pose en un lugar determinado (cualquier lugar es bueno para honrarte). Calculan
la longitud de las inspiraciones, cuentan con los dedos los latidos,
analizan la sangre estrepitosa.
 
El trabajo de un Ángel siempre genera
pérdidas. Otra de sus ocupaciones consiste en mirar al infinito con los ojos en blanco, dando
miedo a los hombres. Otra más: seguir el curso de los ríos, pero nunca hasta el mar. Son estas labores de secano,
aparatosos estudios, ensayos generales con partitura y esquema
narrativo: acaso un plan de vida.
 
Vivir, pero a desmano –no a nuestro modo irrespirable, no de esta manera
avara–, frutos extraños en el árbol del hambre, ramas de una sola familia. En el espejo
significan menos de lo que dirías, parecen seres humanos con manos y tendones,
tensiones y cabello ensortijado, piel oscura.
 
Nos miran; bostezan al The End
y se duermen con los títulos de crédito que atestiguan el triunfo del olvido. Recuerdan luego cada
día de la vida, cada leve entusiasmo, la urbanidad de saludar por las mañanas,
el café de las once. Cada sueño.
 
Arden sus mejillas, arden sus encías, arden sus besos como
espadas al rojo, hierros candentes vehículo de la furia de su entraña. El acero
es el vínculo entre la nada y el mundo, la fe y el compromiso, entre el fuego y la espuma de la noche.
 
Nadie muere solo, debéis saber que nadie muere solo, ninguna madre.
Has de saber ahora que eres tan importante como un
pequeño insecto, tan influyente como una especie protegida, como un extraterrestre o un demonio
de Tasmania, que tu muerte será patrimonio del Arte, una línea
tirada en el plano insultante de la posteridad.


Zdzisław Beksiński

sábado, 7 de noviembre de 2020

...zero

 

Esa pequeña mueca, ese escarceo, esa mirada en lo alto de los ojos,
ese tropiezo. La lengua se resiste, la risa aflora, afluye consoladora y rica, las palabras
se escabullen por las comisuras del silencio, excavan
túneles paralelos al olvido…
 
Destiny® observa casi omnipresente, casi divina, casi. Consiente la poesía, no condena el verso,
solo sonríe. Apenas se distrae, raspa una pizca de insatisfacción.
 
El poema es malo como una enfermedad
hereditaria, es tan malo como todos los poemas, suena raro como todos los poemas. La poesía es impronunciable,
lo saben hasta los malos estudiantes.
 
Recitando: toma un sorbo de agua (no le hayan puesto ginebra
por lo bajo), explora detenidamente el auditorio, sus amigos, sus parientes, sus desconocidos. Y comienza
a comportarse, a expresarse con una voz que le sale de cualquier parte
fuera del cuerpo, una voz que no existe, mercantil y nada encantadora.
 
Ovación apoteósica –que debería haber sido apocalíptica. Destiny® sonríe, se apacigua, ya bate las alas
(figuradamente), ya se aproxima –pateando latas de refresco, ojeando los letreros medio inconfesables, medio
tiroteados de la Avenida– a la naturaleza con una ingenuidad y una distancia
torpes y casi humanas, casi.
 
Ese ligero rictus que aparece como por ensalmo, arte de magia,
ese afán ridículo por enquistarse en la frágil memoria de la gente.
El mismo artificio kitsch subyacente a la capacidad de trascender en el vacío del lapsus,
de tocar el corazón del público pero sin mancharse las manos de pureza. Esa cuenta atrás del verbo,
el 3, 2, 1… del predicador que exuda confianza, suda y desconfía del coro que lo aplaude,
recela de los pájaros que recorren la cima de sus ojos…


miércoles, 4 de noviembre de 2020

gambito de luna

 

Vencer la soledad de un grano de arena, su perfil absoluto,
el extraordinario parecido de una cara de lluvia. Fragilidad sostiene el paisaje, es una nota
continua en el bloc de las adivinanzas, el color que se agita
frente a la ceguera, el tono del vuelo de la mariposa, asimétrico y grave.
 
Surge del espacio, atruena, vertical como la sombra de un pensamiento rebelde,
ajena como el arte. Naturaleza se esfuerza, construye versos con las hojas marchitas
que alargan el terreno, abona un encendido canto entre los árboles, un rito, cierta manera
de fortalecerse.
 
El mar también concede su momento feliz, expresa su tamaño
más allá del horizonte, de la victoria y el ruido. Y las playas rebosan insignificancia,
alojan una multitud de amaneceres, un síncope de pasos
rotos, resisten la acometida del silencio, su feroz
tributo. El océano tiene nombre de calma intermitente,
alma de río y cuerpo de ciudad.
 
Oportuna, la hierba manifiesta su rango,
la comodidad de su estatura. Tenemos un contrato con la hierba,
rubricado ante un manantial de estrellas. Oh, nos admira su frecuencia, su meticulosa
condición de campo, fuente de palidez.
 
Otra forma de correspondencia viene a acelerar el mundo, se apresura
como una profecía, deja un claro rastro de inexactitud, su huella en el futuro. Surca un cielo
redondo –misil y diente de león–, es la canción que necesita la noche para
alocarse. Se dice que la luna cumple todos los presagios, mas carece
de sensibilidad: el poema lo sabe
y, encarnizadamente, la defiende.


Paul Klee

lunes, 2 de noviembre de 2020

rodamundos

 

Retrocedió el Ángel a la distopía
enérgica de las naciones, fue a parar. Se adentró en un tiempo
caramelizado y fascinante; iba con botas chirucas, chubasquero accidental,
gafas de sol.
 
Destiny® rebuscaba la música en la basura y era un entrechocar de mármoles basales,
cantos rodados, un fulgor arremolinado en la sangre
generosa. Un descenso polémico entre formas de vida y formas de pensar, pensamientos y géneros
no delimitados; una excursión al campo de las emociones, con sus explanadas
pendientes, su filantropía esencial.
 
El primer verso
erró el disparo; era el Sol, que se besuqueaba con la tierra, rayos por todas
partes, chispas saltarinas, centellas burbujeantes. Insanas mutaciones del amor armándose como rompecabezas,
cosas psíquicas y espejismos dobles. Dios se había retirado
al monasterio con unas pocas almas –séquito de platino–, algo de brisa, la cadencia
exacta, un par de abejas hacendosas.
 
Tierra cegada por el impacto solar y su mopa soberana, seca como una falsificación
psicodinámica. Alimañas de ojos saltones, hojas de periódico voladoras, esferas de vegetación (bolas del desierto). El cielo
mudo/estólido de abril, azul sin más, sin pájaros ni hábitos de consumo.
 
En el contenedor, el manifiesto benevolente del KRIT: lo más parecido a una biblia
autodidacta, semejante a lo sagrado pero
sacado directamente de una casete –rémora analógica– desenrollada por los siglos, un desarrollo
armónico en circunstancias adversas. Y Destiny® rebautizándose en cualquier río, pasando la gripe sin saberlo,
hermanada con el último gorrión del paraíso.


domingo, 1 de noviembre de 2020

nada de amor

 

Cada poema, un yo confieso
extenuante. Contaminante. Otra vuelta de tuerca a la ordinary people. Nadie espere sino la mera
descripción de las vacilaciones, nadie espera un memorial de agravios, ni un ajuste
(fino) de cuentas con la naturaleza, con el estado civil, con la memoria: solo la mentira
tiene valor.
 
Se infecta la novela de una enfermiza normalidad, nos aturulla y malcría (a la crítica
le encanta). Ese arte confesional tan poético y falaz en su verdadera agrimensión, tan poco milagroso,
tan rotundamente rupestre, plano y miserable. Ah, vidas a propósito,
universales, magníficas vidas generales, generalmente
aplicables a una pléyade de situaciones unánimes. Aprendemos, así,
a comportarnos.
 
Nos comportamos como peones gombrowizianos, tímidos profesores ferdydurkescos,
escondemos nuestra acrobática angustia real
en el armario enorme de la literatura y desde ahí espiamos a las tiernas colegialas, a las parejas de hecho,
¡a las lesbianas! Es nuestra vocación
novelesco-detectivesca, nuestro espionaje vocacional; nos vamos de vacaciones
con una novela gorda y aspiramos a la felicidad de los golpes de pecho.
 
Es la fragilidad de los autores, que se la pone dura a la crítica moderna, la fragilidad de las autoras
sin miedo a exponer ante el mundo su esmirriada personalidad, su raquítica
fisonomía intelectual.
 
Cada poema, un yo acuso, una enormidad con vistas. A la obtención de una ganancia
en forma de título nobiliario (galardón literario), una habitación con vistas al paraíso editorial, una salida
digna a la vorágine caudalosa de las buenas intenciones.
 
Nadie espera sino la redención en forma de palabra falsa; esperamos la mentira
piadosa, el cachete en la mejilla, la colleja vitalicia, el esperpento en varios tomos de lívida
gramática sin lamentaciones, volúmenes compactos como bloques de hormigón. Nada de religión,
nada de poesía. Nada.


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