sábado, 30 de diciembre de 2017

árboles de fuego


División de opiniones. Gris se inclina hacia la izquierda (ha olfateado un ángel). El camino
se bifurca en dos brazos de mar, dos lagos
helados, dos pasillos contrapuestos en la Casa de Hojas. El poema, sin embargo, avanza con la rectitud de una paloma,
devora acantilados, a vista de pájaro, desentraña su forma.

La poesía siempre se subleva, alza su bandera
(re)publicana. Sucede que a Gris le gustan/no le gustan los ángeles, los poetas, las mañanas
de alquitrán. Jordan ha confeccionado una lista de cosas que detestan:

             las mañanas de alquitrán
             la poesía después de media tarde
             las noches sin cuartel

Pero el ángel camuflado ronda el cielo, oculta sus huellas con un aleteo indescriptible,
obra una permuta de su apariencia celestial. Ahora desciende para confirmar el milagro; ¡no!, apenas roza a la muchacha
con un ala moderna (precitada en una escena trágica de la inmadurez) que es casi como un muslo
(solo que no pesa).

El parque ha reverdecido su literatura de buenas a primeras, la voz de Jordan es un artefacto cultural de insana magnitud;
duele tanto incendio controlado, páginas dobladas, arracimadas en capítulos,
trilogías hechas al abrigo de los desposeídos. Parece que la biblioteca ha culminado su propósito; y el poeta
se mueve entre dos puntos de luz como un deportista de élite.

Disculpen al pequeño ángel de belleza infame, su rostro corrupto, espejo de dios y otros matorrales.
La belleza del ángel es como decir que llueve
sin mirar al cielo, sin sentir el agua goteando deprisa ni escuchar el chisporroteo de la fuente: es como mentir el sol,
como mentirse (entretanto, la muchacha ha levantado un dedo a la altura de los ojos
y ha concedido su mensaje).

La gente se cansa de leer. No lee. Prefiere ver a los jóvenes que saltan a la comba,
manosean el asfalto, se reúnen en cuartetos para el soul, en parejas para matar el hambre. Las aves –su complot– tampoco ayudan,
con esos escarceos y ese afán de penumbra;
si al final el camino es una alfombra y las estrellas, árboles de fuego.



miércoles, 27 de diciembre de 2017

cierto milagro cruel


El ejército de dios ha sido derrotado. Hay tantos ángeles. Unos llevan su nombre en el alado pecho,
sus ojos detallan la verdad; mas no todos son bellos
como estatuas griegas, algunos soportan la básica hondura de las tríadas, talleres a la luz del mercurio,
otros resplandecen sus labios agridulces, una serenidad
infantil invade sus mejillas, cuidan la voz.

En la batalla, la muerte ha declarado la paz; la brutalidad del cielo
ordena sus legiones, derriba monasterios suspendidos por la magia. Este ángel pisa la hierba
con la mirada; sus piernas deben ser, sus dedos olfatean la memoria de los príncipes. Este ángel
absorbe metros cúbicos de luz, no se inclina.

Pecados y cubas de vino, montículos ardientes en el coro, capitales en el mapa del dolor
humano. La creación fue una vulgaridad, tuvo su momento,
y suficiente. El agujero era tan hondo como un verano entre dos mares, como un saco de arena. El mundo sobre los hombros
de una mujer encinta, su piel eléctrica y aquella vertical de su sonrisa. Fue cruel el milagro,
triste acaso; la noche seleccionaba espejos entre las gotas de su ligera lluvia.

Era diáfano el ángel, tatuado hasta la espalda, doblado en un rictus
personal como si impartiese justicia con el surco de su vientre. Oh, se defendía de la fuerza del viento,
arrancaba látigos de cuajo, tendía un alma larga bajo el sol de octubre.

Ha sido encarcelado el ejército de dios, sus generales van dormidos al destierro,
sujetos a un pesado estilo arquitectónico, un estigma que destruye planetas.
Sobre el barro, el ángel pulveriza la forja, rebasa la frontera entre la tierra y el infinito, se demora en el sueño como un ave.

La fortuna procede del espacio, es lo único que falta: un lugar donde (caer), una casilla en blanco
para sellar el fracaso, para explicar su estrépito, su lógica cordial. La carne que parece un pensamiento y produce
los monstruos adecuados. La sangre que hace gárgaras de eternidad. Este ángel ha contraído sus alas,
entiende todos los idiomas menos el de la suerte, menos el de la muerte, que le ha regalado su cetro. El campo de batalla
es un campo por encima de todo, así que lo recorren trenes sin blancura,
como recuenta sus árboles dorados cada tarde y, al terminar el día, recoge los cadáveres
y olvida. 


lunes, 25 de diciembre de 2017

punto de lectura


Jordan, con un libro entre las manos,
lee; ella de piel negra, piel tan negra como la corteza del árbol, como la tormenta que saluda
con una inclinación del horizonte, lee, comete esa falta, lleva a cabo ese rapto
iniciático ilegal; es una niña con las piernas color tierra caliente, una niña que lee
su primer cuento de navidad.

Aunque el verano acecha
recto tras las matas de algodón, hiperbolizado en los azúcares,
rosado en los lagares de venus, sus ríos increíbles. El piano suena lejos, en la iglesia que arde, plata y firmamento;
la voz destroza un clásico espiritual, pero no importa: las llamas ratifican el tropiezo.

Ahora es preciso ocuparse del trabajo, su exotismo
descollante, la novela que se cuece en su cocina del infierno. Un trabajo forzado, pura fuerza en los brazos,
pura sangre, túneles labrados en las sienes, venas que invaden
arrecifes, corazones que golpean. El trabajo es el hábito de dios –que no trabaja. Aquí se muerde los labios la literatura,
incapaz de ralentizar el bombardeo acústico, la cadencia
ilusoria del martillo que pulveriza huesos, templa los nervios de la acción.

Pues es sabido que los ángeles no creen en milagros,
una sombra gravita sobre las plantaciones, un punto mapeado sobre el campo, detenido en la burbuja
antes de su estallido. Y en las cabañas no existe el neón, ni acto de presencia del mercado, la televisión
encuadra solamente el pedazo de cielo intermitente por donde asoma el fieltro de la luna.

Cuando Jordan lee su canto de sirena troceando las letras en minúsculos asteroides de viento
y confirma un juramento de selvas estrelladas, las palabras
inducen a la reserva y el pánico; ¡qué heroica decisión!, desentenderse del tiempo y la memoria, superar el abismo, despellejarse el alma hasta los besos y observar el hemiciclo de la noche.

El poema habla de otra formación de pareceres, casi ilegible
a la luz aplomada del crepúsculo, apenas el reflejo del agua corea sus lecciones; acaso halle la fórmula
intocable, el final de una épica de humo. Cómo rompe el silencio con su acento
encendido, predice una nostalgia común en el pesado idioma de la carne, reza así:
“un fantasma recorre Europa…”.


viernes, 22 de diciembre de 2017

d e s a p a r e c i d a


Jordan MC, pero sin soul, sin acueductos de hip-hop,
solo con el rabo soul de un conejito hipersexualizado…
(¡alguien ha dicho hipersexualizado?). Se rima la risa con el canto, la aridez con el plano
de un desierto, el cielo con la noche que ha cerrado los ojos a la luz, la noche con el día que ha cerrado los ojos a la luz.

Silencio, se rima. El canto es una aparición en su mejor momento, acude con deportividad a la garganta,
se inmola como una mariposa, tiene ese mismo gorrión en el estómago de los grandes amores, ese temor
apreciable a los finales apretados.

El siglo ha concluido. Y la gente contempló su desacierto. Vamos a decirlo claramente:
y los ángeles construyeron un campo de concentración. Gigantesco. Y lo llamaron y lo olvidaron después de que todos
lo olvidaran. Ese Génesis que no sale en el Génesis. Los chicos
encontraron maniquíes por la calle y pensaron que algo iba mal. De inmediato, la luz
fue declarada bien cultural de especial utilidad pública,
luego fue prohibida.

En el barrio, Jordan rima su parálisis facial con el segundo espejo de la tarde:
halla un parecido militante, una semejanza tópica, disímil. Sus labios balbucean un cómic o la matemática de Marvel,
sus huellas vibran con el regocijo de la lluvia. En el campo surgen voces aleatorias
que aletean entre el maíz y otros cultivos laberínticos de altura. Unos dicen que es Zhané
perfeccionando una maniobra vocal, otros alegan la indefensión de En Vogue; y el proceso
culmina en un desfile de guitarras y piernas.

Hologramas con capucha
determinan la verificación del aparato lírico, tan aparatoso: es como la entrega de las armas. Cuervos en lugar
de abejas laboriosas, en lugar de Hacendosita y Filomena, oh, de Alada, Espigada y Angélica, en lugar de un casto
municipio de colmenas, cuervos sobre la chica desmembrada que no pronuncia su nombre. Tanta
literatura y nada más que eso, palabras en los párpados del fuego.

Jordan repite MC, modifica su alma con un programa actualizado, aprueba su propio presupuesto
estético, borda una respiración; dicen que está sola en el concierto, que anda sola por la calle hablando con su madre
d e s a p a r e c i d a, que encadena un hit con otro éxito porque la tierra es un valor seguro
entre los muertos.


"Mother and Child" (Njideka Akunyili Crosby)

miércoles, 20 de diciembre de 2017

la rosa en rojo K


Montañas que tienen la manía de ser alguien,
cimas funiculares quizás en otro enclave planetario (singularmente Venus). Pero aquí se habla del campo
como si no hubiese otra altura a la altura del pozo infinito de los sueños,
su redondez original.

Nada mejor que el ascenso democrático,
la solidez del cielo, el beso de una estrella puesta en pie. La belleza de Jordan excede la de una cruz
cualquiera, nace de una constelación de aromas, un tratado
floral; y es tan apática la rosa
que muestra su frecuencia como una onda equitativa.

Venid con hierba entre los dedos, en el pelo,
cerca del alma que se contorsiona bajo el disfraz colmado de los ojos, su ápice de sangre
rojo Kubrick*.

Oh, la montaña permanece ajena,
invencible en su escalena juventud, presa de un dibujo a mano alzada,
dirigida al abismo de la repetición, pues todas las cumbres poseen un alma gemela al otro lado del mundo,
como todos los ríos se inundan
a la vez.

Pero cierta belleza que no repugna a la claridad del aire, ni facilita
el decoro a la lluvia que se precipita mansamente sobre el músculo de la fertilidad. Cierto
tono de piel entregado a la memoria, oscuro
hermano de la luz.

Jordan, como siempre está subiendo... Su nivel es un fármaco, un marco
curativo, así se define: buenas vistas, la ventana constante al nuevo paraíso del ayer,
una habitación sin fortuna, tránsito y color de hogar. Su vuelo significa una deportación del espíritu, el paisaje lunar
definitivo de otra línea fronteriza.

Claro que se puede acabar con la belleza, basta con la traza y el carácter,
la pura forma del crimen o una marca en el espacio entre el silencio y el eco prodigioso de su voz.

*’Mi vida en rojo Kubrick’ es una novela de Simon Roy.


lunes, 18 de diciembre de 2017

superheroína


Jordan superheroína. Superpoder: la supersoledad.
Jordan sola; Gris solo. Solo un poema para contenerlos a todos. Su cabello tiene una cualidad sangrienta
que impresiona (descrita en su momento por Mo Yan), es un apéndice
secreto. De noche, tal vez brillase al gusto de la poesía,
con tal de contentar al verso.

Un gato en un rama (no el poeta), y sin cuerpo de bomberos; Jordan aparece –superheroína– y trepa,
trepa como un osezno, como una mariposa, vuela
como un guisante mágico y ejecuta el momento salvador (Negan no es), se convierte en un preciso movimiento:
absorta en su potencia capilar, rescata al minino por los pelos.

Localizamos a un supervillano con esvástica y cabeza rapada que no sabe
dónde se ha metido. El primer y único golpe es con una base de hip-hop que se le incrusta en el cráneo
y martillea despiadadamente; por orden: 1) es capaz de ordenar el pensamiento, 2) produce
rehabilitación más a fondo que una lobotomía, 3) luce como un electroshock de navidad,
4) acondiciona la ausencia de masa encefálica, 5) crea determinada masa como un campo de Higgs.

Ahora procede leer un cómic sobre Southern Reach y su faceta
extraterrestre; Jordan observa algo de fuera de este mundo, contrapone su mirada
a la grotesca zona de la aurora. En el Área se mueven los objetos con espontaneidad, danzan ante los ojos
mesmerizados de la fauna.

Otros superhéroes son: El KRIT, Azealia y Angel (Haze). Al primero se le ve pasar; la segunda es todo pestañas,
Angel lanza, enlaza rimas inimaginables sin contestar preguntas.

El público aguarda el epicentro miracoloso, un coloso de las superproducciones
cinematográficas con ínfulas de los evangelios según Apollo Brown; resulta que hay madera de prodigio en esos ojos escarlata,
en ese vestido blanco, esas rodillas elegidas por el viento. El poeta
esgrime una línea de realidad aumentada y el cuerpo de la tarde se matiza, Angel
martiriza a un insecto demasiado atrevido y Azealia se peina con una mano muerta. De milagro. 



sábado, 16 de diciembre de 2017

un butrón en las alcantarillas del futuro



Un butrón en las alcantarillas del infierno. Al otro lado de la pared
el oído del doctor, su fonendo
aclimatado a la inclemencia acústica; se hace la luz: la nevera y aquel perro salchicha del futuro.

The future es un conglomerado de ignorancias, se presiente o se pretende,
qué más da. Algunos se pensaron dos veces el robo del siglo y solo consiguieron la fotocopia de un extracto bancario.
La Luna que se comió la madrugada, cosas así.

Entre los estados de la Primavera quién iba a decir que yaciese la calma
perfecta de la extremaunción, su paralelismo desbocado con la nada, esa magia proterva y seminal de los suicidas;
como subirse a la falda de la montaña o subirse las faldas,
desfondarse –en todo caso–, y caer.

Palabras digeridas en buena compañía, soluciones para el problema
por antonomasia, recados y embajadas. Oír a Constance volando hacia Corea del Norte,
verse solo como un ratón de laboratorio,
imaginarse la propaganda nazi.

El objetivo es cómodo: es para la eternidad. Los ladrones son gente. Punto. Gente que se arrebuja,
disimula, reprime o satisface menguadas pasiones, gente dura de oído, gente pendular.
A veces se permite un comportamiento digresivo, se nos consiente un sonsonete
mórbido, una fatalidad glacial.

Pisar la hierba y componer la valla con sus picos y sus valles sombreados de azul. Esta hierba es azul
(nota para los intrigantes), se come, pero sienta como un tiro.

Aquí el futuro sigue estirándose la piel, contaminando. Personas con estudios que toman
decisiones incorrectas podrían haber inventado un máquina constructora de milagros
congelados, un mecanismo obrante (para entendernos). 

Pero los profetas son gente de palabra, lo que quiere decir que incumplen sus pronósticos,
voltean los resultados de la quiniela térmica, aniquilan el plantel de las revelaciones. Varios han descendido
por la escalera que cambia de color; cuando vuelvan, entramos en materia.




jueves, 14 de diciembre de 2017

basura blanca


Esta es la noción del abandono, un ave dominada por el llanto. Los árboles flanquean la casita (¿o es una cabaña,
qué árboles?); para las descripciones están los novelistas,
aquí la flor ya sobra, ¡ésto es el verso!

El poeta oscila y permanece, automáticamente, se modera, reflexiona
sobre la quietud de una piedra enorme que parece pequeña para subirla por la cuesta, pequeña para
hundirse en el sordo crepúsculo del río, la profundidad
ardiente del ocaso.

Digamos que el parque es la versión dinámica del campo, una serie
amable de malentendidos sobre la identidad y la tortura, un simulacro del hambre que se pasa,
el ensayo general de la guerra fría. La guerra
ha terminado porque las armas han dicho su última palabra y el fuego ha refutado ese diagnóstico. La guerra
ha terminado porque el mar ya no bendice las expediciones, ¿o es el campo, que ha invadido la superficie
errónea de las aguas, ha pintado de hierba el rizo de las olas?

Pero… ¿Dónde está ella?, ¡Jordan! Acaso dando la espalda a la noticia,
tras un pilar de azarosa barbarie. La poesía falta a la verdad: es una opinión.
Después de Georgia los corazones ya no son tan blancos, el algodón
apura las especulaciones, dicta sentencia con la voz cargada de tautologías, entre espasmos musculares. Jordan
responde con las manos en alto, dispuesta a asumir la fe de las estatuas, .

La noción del abandono comienza por un cielo invisible, que no se ve desde la tierra. El ángel que desciende,
así, es un ser voluble, doméstico, dotado de una férrea compostura, ajeno. La ignorancia del milagro
no exime de sufrir el desencanto de su pérdida, la inevitabilidad de su amarga
deserción. El milagro es un dios en miniatura, es un reflejo del arte (dice el poeta).

¡Monasterios del mundo, uníos!, ¡levitad la celosa herradura del paisaje!,
acometed al viento, divisad. Hay un balcón despedido por la ventana del pasado (antes se asomó Az-Rapunxel,
se asomaron de nuevo sus manos estudiosas, asomó el verdadero cuerpo angelical de una princesa sin nombre).

Queda, pues, el poema retirado de la circulación, destinado al desierto; con la basura,
comparte la cualidad del desarrollo logístico, es decir, su reciclaje
industrial en módicas bandejas de silencio. Apenas ha expresado un deseo irrepetible, ha señalado el trauma,
reconocido su conciencia en aquella fisura del amor.



martes, 12 de diciembre de 2017

fundido a negro (Jordan sin entrada para el baile)


Bajo el polvo, maduran los milagros. La vejez es la flor de la vida: en la incapacidad
reside el verdadero amor. Jordan exhibe
su juventud de oro, el pelo negro que ha pactado su fiereza con la noche. Ya no está Frank Ocean
para cantar con estilo, los márgenes del parque
marginan. No hay comida, solo un pedazo de tela hecha de luto,
un trapo de humo arrimado al caldero de la gloria.

Mirar al cielo es una tradición. Drones y otros lívidos artefactos,
dragones y poetas, orgullo de la tierra. La cámara oculta retransmite una persecución en
varias dimensiones (11), se oyen disparos sin luz, cañones de luz.

Chicos y chicas cantando, bailando, reventando la soledad del escenario;
un antiguo epitafio de The Roots abre la misa de difuntos. El bar alza el telón y saca los perros a la calle, Jordan
pide una palanca, pide un destornillador, pide tiempo. El fuego se escucha a todas horas,
lejos, cerca, alternativamente, lejos/cerca, tan lejos como si quemase,
tan cerca como fuere necesario.

Nos hemos vuelto de hierro de tanto echar raíces –dice Jordan. Este campo
obtiene manantiales del exilio, alivia el pensamiento de la nieve, acuna locomotoras en sus brazos de oro. ¡Eh!, ¡anda,
súbete al próximo vagón! La lentitud de la tarde es como una señal de terciopelo, como un carro de seda transparente,
lleva el riesgo en la solapa.

Cuánta pobreza de las almas, pasajeros sin uso, como hermanos de nadie. Las almas
brillan en su ciclo, adornan su espera con figuras teatrales mientras absorben la curvatura del mal. La fortuna
se repite, difunde ecos de sociedad, banderines de intercambio, guarda el resplandor de su pereza o atesora
las cápsulas del sueño.

En el cofre se ha hecho la oscuridad que prometía el verso, nada más
que un rayo de ausencia, únicamente el fondo. Hay que recorrer el fondo del río, el hilo conductor de una balada,
difuminar la sangre que se filtra por las ranuras del pasado y encharca
la realidad como un ángel sin entrada para el baile, listo para filmar la última estación.



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