martes, 27 de mayo de 2014

nada es el sentido de la vida



"Nebel I", de Irene Cruz (https://www.facebook.com/irenecruzphotography)


Nada. Salvo la primavera que no es nada. No hay nada salvo la primavera
que es un camino indistinguible. Si el vacío contiene una infinidad de vías muertas
es que no existe la flor. La flor resucitada tan de su color, hija de dios, no tiene suerte,
no ve la luz, no habla con nadie. Hay un rectángulo pintado en la noche (¿o es de otra forma?).
Verán el óvalo nocturno. Verán salir de él una paloma, salir de allí una vida,
sangre y huesos para la transparencia. Una pequeña reunión de siglos. ¡Ah! si el tiempo está
en el ambiente, como que va marcando el paso del silencio. Toma cuerpo; un segundo
se refiere a una hormiga laboriosa o quizás es demasiada eternidad, pues una hora tiembla,
sugiere un terremoto antiguo, un ser antiguo de ojos parecidos a la luna, otro ser glacial.
No se sabe, del óvalo, qué surge, qué ha nacido, ni cuándo. Si ella surge es una máquina
gélida a pesar del motor, a pesar del calor y la energía. Es un ronroneo satisfecho a gasolina,
una dinámica de estilo. Ella emerge con su casco prusiano de una hondura, una sima honda,
un día tal que un lunes y está bien. El lunes ella nace, arde la materia, arde su momento.

Nada. Nada es tan fúnebre como un nacimiento. Resulta exacto.
La rosa es un infierno trabajado. Vuestra primavera se confirma como una maniobra del futuro
para que todo siga igual. En la oscuridad debería haber un secreto mayor que el ansia.
En el arte, solamente el afán tiene cabida. Está aquel cuadro portentoso, un monumento a la voluntad
tan férrea que supera la presión de las realidades. El poema es un extenso recetario; se construye
con restos de inacción. Hay frutales en el alma que precisan atenciones: para empezar, agua.
No existe el agua pura. El verso que ha pertenecido al mundo luego se repite en otra vida
con una mano de pintura. El arte es un tentáculo que agarra o un ciudadano ahorrador,
no estaban muy seguros los sabios de sus definiciones eclécticas, no estaban muy contentos,
vaticinaban huelgas poderosas, carestía alimentaria, el lujo del amor, el desgaste natural de la poesía.

Si ella surge, es una fantástica creación instantánea. Ella ha nacido en el cielo. Su corazón aprende a volar.
Anda sola, sin mecánica, apenas apoyándose en leyes desconocidas, principios terminantes.
No malgasta un rato nunca. Al rato ya tiene qué hacer: visitar a un gorrión, alunizarse... Sus deberes.
La luz urde un fogonazo pensando en la numismática vernal, que es un campo irrealizable por ahora.
Aritméticamente es factible aún la suma de percances, como que de dos enmudecidos puede salir un grito,
de dos silencios, una revelación. A tono, de dos sombras, tendría que ocurrir un gran fulgor,
con dos noches tendríamos una gloriosa mañana huérfana.

La primavera se orienta por el espacio entre membranas, entre polígonos raros y lejanos,
Pentágonos rasos, rombos euforizantes, trapecios coloquiales, sólidos armoniosos para adornar el hueco.
Ahí, puesto en fila, todo lo que no está. Todo lo que no sean estrellas y planetas, todo lo que no sean rocas
adictas al vértigo, efímeras murallas. ¡Oh, frágiles distancias!, aires débiles, ya cubiertos de polvo.
La propia belleza obra un milagro ético sobre su ausencia, se cree ya mejor de lo que es, más bella,
más inocente. Pero la belleza no tiene modo de evaluarse, necesita el voto de castigo, la opinión autorizada.

La poeta que fue era un micrófono de fresa, un cable tendido hasta la plaza desde la tienda de cómics
de segunda mano; cómo sonaba a ras de suelo, donde los chicos esperaban la ráfaga mortal.
Su primavera no asomaba el sello del calor. Cerca del cero absoluto, admirando la bóveda vacante, trunca,
la desocupación total o el abandono que precede, eternamente, a la felicidad, ella no era nada sino un verso,
nada más que un verso escrito para ser negado por el alma. Y todo lo que no iba siendo hallaba sentido.


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