sábado, 4 de diciembre de 2021

ayer fueron las siete

 

Hay un lugar para el amor
donde las rosas robustecen su aroma en la discordia.            No lo hay. No hay
lugar para el amor.
 
Tenemos entre las manos un recuerdo que se repite
morbosamente, una constancia en la realidad, un paralelismo
idéntico a las siete de la mañana de ayer, aquella noche de hace 80 años, el mismo frío de efecto
retardado, la misma simulación inconcebible.
 
Soportar la rutina soberbia del deseo,
el cambio que precede a la desesperanza. El Sol ha vuelto a recorrer la línea
matricial del horizonte, las hojas han vuelto a volar
por los tejados, el río.
 
Somos iguales a la melancolía en el fastidio y el pánico.
Comprobamos nuestras credenciales
a cada segundo y el mundo se nos desobedece y el tiempo nos da la razón como a los locos
con un encogimiento de hombros
y paisajes.
 
Aquí el eco solemne de un disparo inaugura el respingo de una formidable
escuela de pensamiento.
 
Las personas vuelan por los aires, sobre nuestras
cabezas rapadas a conciencia; nuestro verso ya no se compadece de nadie, ya no arma
jaleo por la comida, ni busca restos de humanidad en la basura del Arte: algunos piensan
que ha sobrevivido. Debe ser
que ha sobrevivido.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores