miércoles, 14 de diciembre de 2016

el coral o la sangre


Se ríe del poeta
durante un destello o un eclipse, un instante de vida que se parece al cielo y huele a mar. Descalza
por la arena del parque, frágil como la hierba roja que hace cosquillas en los pies
y esconde una miríada de pequeños valses.
Jordan se ríe o esboza un relato de sonrisa americana
de caligrafía impecable. Y su blancura se estrella
contra la superficie del fracaso con dulce estrépito de dientes rotos, porcelana hecha cisco.

El poeta en el árbol, su atalaya,
preso de convulsiones y reformas, sin medicación. Y el verso que bordea la cocina del invierno
y su bowery recto hacia el coral o la sangre. En la anchura de la avenida se adivina un conducto
infeccioso, río sagrado, caudal de sombras y portales. Es como si South Presa pero huérfana de milagros,
viva de milagro, entregada a la odisea del tiempo.

No hay disparos, ni rosarios ni templetes para la banda; solo un banco abierto donde robar a plazos,
una gasolinera experimental donde darse por desaparecido.

Anne-Marie suena a todo pulmón –apabullante–, su voz es la banda sonora de los chicos raros, su voz suena
en la iglesia, su voz es un resorte que restalla en el patio
clandestino, en la guarida del pez. Cierta trompeta desafía al rap; y el piano es un compendio
de necesidades, una aplicación marxista fuera de la realidad.

Fuera, la rabia se ha desarrollado –jajaja–, firme en su confesión de angustia revolucionaria;
tiene un modelo en mente, una top-model en mente con piernas de cristal. El barrio ahora
tan sofisticado como una novela corta leída por el polvo. Jordan pasa con las chicas: todas se derriten
mientras el sol toma ventaja a las horas y deposita un peso de oro
en las manos de la tarde. El parque apunta alto, dedicado al comercio de la tranquilidad.

Las palabras, entretanto, parecen en dificultades,
caminan sin hacerse eco, cada una pisando sobre las huellas de la anterior, utopía sinfónica o sinalefa
grotesca; el poeta las lanza como si fueran dardos impregnados en viento:
es que está soñando con ella, su chica de verdad extravagante.





lunes, 12 de diciembre de 2016

héroes publicados en familia


Esta es la infancia del lenguaje. Qué despilfarro de cultura la rabieta
del crítico. El porvenir ha llegado con sus naves de plástico reciclable cien por cien, su plastilina comestible,
píldoras maravillosas que te dejan harto; el mañana es un nuevo lenguaje
compuesto de muecas indecentes, dará a luz un nuevo lenguaje risueño, parafraseado y todo, hablado
y todo por los chuchos leales, buenos entendedores.

Conversarán las chicas en un silencio monacal. Harold Bloom, ¡Ozick! se revolverán en sus doctas
sepulturas, Tolstoi será un crío debilucho (aun venerable) en tal enciclopedia, Joyce, un chiquillo travieso. El hambre
sustituirá a la inspiración. Y el orbe literario será abducido
por manadas hurañas, reducido a una tertulia mojigata, abandonado a la suerte de los ventajistas.

Qué poca influencia la de los grandes autores de provincias (casi todos los europeos)
publicados en familia, ávidos de fama, con esa clase de añoranza violenta que invalida y trastorna,
ese afán desmesurado y colérico de ser.

Sabréis que una muchacha irá entonces componiendo un poema gradual,
insuperable, mientras piensa en otra cosa.
Y su perfume natural irá trazando la rima de su cuerpo, desmenuzando la montaña en ciclos vírgenes,
fundiendo el río con la tragedia secuencial de la historia perdida.

Quién leerá a los intocables bardos –héroes monocordes– que no supieron verse desvalidos y no acertaron
a idearse en condiciones inhóspitas, ni circularon solos por la noche del alma con un farol amarillo y un cigarro
humeante, ni se alzaron –se dignaron a trepar y retreparse– ni pintaron la valla de leonado fuego.
Tanto sudor no habrá servido de nada, tanto espacio
distribuido, películas de sombra, tardes esperando un destello aberrante, una presión ficticia que hiciera
valer el tiempo entresacado a la desolación.

Este lenguaje marca, es un escultor formidable que te muestra el sagrado corazón a conciencia;
estamos con la letanía y el perro la repite con su instinto, manifiesta inteligencia emocional
o tal vez pánico. El futuro es un juguete cargado de ridículos manjares; he ahí
el esperpento de la realidad, su mortadela con aceituna, tan poética.

De todo ello, se hará un escándalo y el monte se tragará los mares, será
consumido por el tedio; la avenida principal tendrá su arteria, su músculo corporativo y la pequeña
novicia recitará los participios del pecado en el cáliz de una flor delicuescente.




viernes, 9 de diciembre de 2016

si te encuentras un dólar por la calle


No te encuentras a un ángel por la calle
(cada día). El día que Jordan encontró a su ángel nevaba entre las piernas
del futuro. Las palabras carraspeaban libres de santuario en biblioteca y las campanas
humillaban su decenio ante la fuerza bruta de la propiedad. ¡Qué confusión! Idealizando,
los árboles diríase que obraran en silencio para decir adiós, la luna
andaba huérfana de sangre.

Para ser un ángel tienes que haber nacido. Ella era uno de segunda clase (los más bellos),
necesitado aún de paciencia, proximidad y genio. Protestaban sus alas y su talón era hermoso, pero vulnerable;
su voz se erizaba como un piano de cola,
retenía el sentido de su lengua materna, ¡cómo gesticulaba su inocencia!

¡Ah!, mas ser cuerpo divino es tan terrible; poseer la permanencia y el deseo perfecto,
tropezar en las nubes y caer de bruces sobre el alma, dañarse
el uso frágil del olvido. Y llorar sin espanto.

Con la postrera melodía en la garganta abierta, los brazos en cruz para iniciar el vuelo, la sonrisa
sagrada viajando eternidades en el espacio que contiene un beso,
la distancia oculta entre labio y carne, a esa velocidad del pensamiento que no se reconoce. El ángel de dolorosa belleza
contemporizando como un maestro zen que balbucea y reprime su ascetismo
para endosar un acertijo imposible.

La canción no estaba muerta y volvía a su diafragma, su diapasón y su letra
tentadora, reiteraba las emociones del fantasma, desataba un seísmo en la memoria
del reino. Y Jordan prefería algo difícil, una ensoñación nada vulgar, un milagro de nácar:
¡que nevara en el aire y sin tocar la tierra la nieve descendiera hasta rizarse en una rosa profunda!

No te encuentras un dólar por la calle, ni un verso. La muerte continúa
buscando una salida, una solución ventajosa y los hombres aducen, zigzaguean, arden
en un magma de excusas y mentiras sonadas. Un ángel resulta un peso
demasiado precioso, demasiado creíble a estas alturas de la soledad.




miércoles, 7 de diciembre de 2016

un movimiento


Su gracia natural, un movimiento,
un giro medio suelto, medio en bloque,
un paso de ballet, la piel del viento
jugando con su piel de albaricoque.

Desata un prodigioso encantamiento
como por arte de birlibirloque;
la magia está en el aire y en su aliento
está su terrenal fuerza de choque.

Es el tirabuzón y la gimnasia,
el mecanismo por antonomasia,
la genética fértil del vacío.

Suena como una sombra que se agota
dando paso a la luz nota por nota,
vuela como la sombra de algún río.


martes, 6 de diciembre de 2016

paisaje después de la palabra


Las pesadillas del parque son premonitorias; esto es lo que ocurre cuando duermes al raso. Y las estrellas
doman su luz, hacen restallar su látigo de distancia en un movimiento
defensivo. Entonces el estanque se rebela y enumera su oleaje
sin llegar a cien. La gente cuenta limusinas para coger el sueño,
pasan rápido por la curva y se despeñan, todas van hacia Hollywood, llevan el emblema del estudio, el hollín del último incendio
y su claxon es un grito reciclado en mordaza.

Hasta las tantas Jordan despliega su voz
que es como un ala casi rota; duerme hasta las tantas, en silencio. El día vaticina una insolación
detrás de un vuelco partidario, corazones en dificultades y animales hambrientos.

Se produce, en cambio, un vuelco parisino y las casas bajas estiran el cuello de cisne enladrillado
antes de la refriega. La música corrompe el escenario, se come la partitura, viaja sin billete
y no se apea en el Bosque de Boulogne; sigue sonando con el tiempo
encima, el egoísmo ausente de su melodía.  

Antes de que empiece el tiroteo, el cuerpo desvencijado del viejo edificio anuncia la trompeta redentora del jazz,
vibra y la tormenta parece un ejercicio de entusiasmo,
reverdece, y lo cuenta. Jordan ha bajado a la calle desde cualquier estatua, es una profetisa
del espacio y sus labios retan a la noche en español: tampoco han besado.

La vida se reduce a una promesa de plenitud, es una forma. El agradecimiento por un pedazo de pan,
la sorna con que las palomas se apropian del insomnio, gatos animados
fingiendo contorsiones. La gratitud es parte de la representación y los muchachos
representan el odio: han jugado a la ruleta con una bala de plata y una botella de anís.

Ya no sale humo de la sangre, ni brotan verbos claros del amor. La cumbre tiene la piel
quemada, el infierno está en los huesos, el cielo es una base de nostalgia. Jordan viene del paraíso con un joint,
fuma y olvida toda la felicidad, la buena estrella que suena como un tiro de gracia
o como un beso.



domingo, 4 de diciembre de 2016

sin pecado concebida


Estoy hecho de literatura; no soy nada más y no puedo ser nada más
Franz Kafka


Jordan hecha de literatura. Tan kafkiana. Sus héroes trepan a los árboles,
escuchimizados y débiles: ¿o acaso en el concierto no se sitúan siempre entre las sombras,
lejos de la primera fila y su significación, y su relumbre?

El poeta no es (ningún) héroe, sino villano testimonial. El que escribe a duras penas y se alegra cuando ve un trozo de pan.
Grandes añoranzas turban los sueños húmedos de la naturaleza: como el volcán
que ignora su contenido, el parque se extiende en las tres dimensiones espaciales y se detiene en el tiempo.
Pasan los días, trámite infeliz; es preciso resolver
tantos expedientes como sea posible (y a ello se consagra una fantasmagoría de ociosos cibernautas).

Mujeres y hombres del futuro, dejad que el futuro se ocupe del arte. Comunicádselo al mundo.
Sobre el reparto de las identidades, el género absoluto y la personalidad. El poeta es aparte, se aparta
misántropo y, sin embargo, enamorado, solo y, pese a todo, triste. Débil como un verso
mal aconsejado, fácil como el humo de los versos amables.

Jordan concebida en el pecado literario (su emancipación); emancipada del lenguaje y su gruesa estrategia,
ninfa del coro, música en sus venas. De costa a costa, ella, forjada para el caos en una caravana,
romántica como una rima en –love. Dispersa con su ejército de frases (su error de estilo), su pandilla del barrio,
sus amigas del arte imponiendo esta sencilla tiranía.

En la soledad de un pequeño poema –el más exiguo de la faz– tan kafkiano; oh, escrito en el sudor del locutorio,
bajo el peso de la vergüenza, la sobriedad forzosa que rinde la miseria. Se acostumbra
a soñar con los extremos de una pesada soga, los remos de una barca atestada, las olas que amanecen
atrincheradas en su abatimiento. Ella, en esta soledad iconográfica –insoportablemente monográfica–, moviéndose
como una marioneta dotada de genio y reacciones humanas,
dotada de voz y pensamiento humano, realmente provista de posturas humanas y fluidos.

Hecha de literatura y pena al por mayor, esculpida con cemento almado –ladrillos de otra sustancia–,
formada en fases resonantes, hecha de cintas para el pelo,
formulada en silencio solo después de haber nacido para el sol de la fortuna
y el falso nombre de la realidad.



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jueves, 1 de diciembre de 2016

parnaso


Ahí tienen al poeta sin ángel.
Pero… sigan a lo suyo, hagan como si no estuviera,
como si no escribiera. Tan leve. Su seriedad literaria es la del pasante de ínfima categoría, clérigo de sacristía, hombre sin clase,
ni siquiera cuenta con una clase social a la que atenerse en las níveas madrugadas.
Desfasado en su poltrona accidental, la sillita de enea,
un sitio bajo el sol. El sol vomita su poleo de menta pasado por el filtro del neón
recalcitrante. La fibra de la luz señala un lugar a boleo y luego lo frecuenta,
es que te obliga a retratarte en el proscenio, te tira de la lengua.

Este poeta no es serio; su registro de felicidades queda vinculado a un solo corazón,
lo que es bien poco. Su novia le dejó. Su río le dejó. Su roca le dejó por otra roca más nuestra
y enchufada a la red social.

Hoy ha escrito un porcentaje mayor del regular y extendido. Conseguirá
dinero sonante (al recitado). Dará una voz y las chicas acudirán a la plaza en fila india
con un cuenco de paz entre las manos, su bandera de abril. El invierno ha protestado porque siempre hace calor en el noble
paraíso. Las casitas se calientan por el borde superior y los grajos aletean                                                                                               
sobrecogidos. Chapa, ¡vástagos del zinc! Gente bonita y superior (entre ellos, el poeta).

Por el parque pasan las páginas a todo tren: andan a un campo de distancia
de la reforma social. A una vida del pasaporte a la gloria de Henry James (esto es), serio como una patada a seguir.
Los poemas crecen –como los problemas– y acaban abordando una nave
imperial. En otro episodio, el poeta sueña con Jordan acostada en el jardín sobre una forma
griega escultural, un Partenón inverso hacia los cielos, cogido
por los pelos: es-cultural.

La navidad (de)pende del verso, vende verso, pesa y repasa su trayectoria plana, sus pantalones cortos y su coche de bomberos;
hay una actriz del método paseando su seriedad artística
por la cuerda (te hace una escena). La avenida trocea su decorado real, rasca unas nubes bajas, roza la angustia y la desecha de un trastazo;
echa un borrón y se confiesa ante el lumpen de toda la vida. Los chicos han robado una mazorca,
son carne de horca y el poeta lo sabe, rima con su determinación
porque aspira a una plaza fortificada en el fracaso de siempre. Y en el Parnaso también.




martes, 29 de noviembre de 2016

laborista


Es la sordera del ángel que no le deja ver. Su tamaño es tan estético, hada,
gorrión, línea tirada entre dos columnas que se miran, sostienen
ambas el mundo y su diámetro es el de un anillo de pedida.

El ángel monta su caballito de mar; su misión es liberarse. Se trata, pues, de una criatura liberal (no demócrata-cristiana),
un ángel laborista que lee a Cynthia Ozick y se expresa con exactitud
sobre las últimas novedades (artísticas), con pulcritud
exánime (o ecuánime) y nada johnsoniana, es decir, poco académica para el gusto de la tradición.

Jordan, que no ha leído nada (tal y como Keats) compone, sin embargo, una figura áurea;
sus proporciones mandan un mensaje tajante, diáfano, que se regodea en el lenguaje
positivo, se detesta también como si no fuese con él tanta entereza. La belleza es cosa del espejo, pero el arte
cree en sí y no se desmorona, no se equivoca de puerta
cuando elige la puerta de la cárcel. Y siempre elige la puerta de la cárcel.

Postrado en su hamaca de verano, el músico incendiario diagnostica su propio corazón, se medica
fuertemente, entresacando fauna de sus muelas, ojos negros de su memoria, acordeones de su rama muscular.

Ha probado el milagro y quiere más, ha consumido las drogas familiares y sabe
que su religión tiene forma de fracaso. Sugiere una manía redentora como cura universal,
vacuna contra el tedio, y una salva de aplausos condecora su elocuente iniciativa. El ansia está nadando
los cien metros espalda sin una sola mariposa por el aire. El aire
está nadando entre dos aguas oscuras y los hijos de dios parece que se ahogan en su atávica herencia.

Estamos con Jordan que posa para un reportaje, ofrece una entrevista,
está monísima: un vestido favorecedor, un discurso francotirador, un arma favorecedora.
Su alma ha regresado del paraíso sin mella; se ha traído un refrigerador y una torre de sonido que retumba
como si fuese a arrasar la melancolía de las voces que, a lo lejos,
regurgitan el código del hambre.

La familia ha fumado demasiado, ya no entiende ni oye ni puede ver. Pero la montaña
ha recogido nieve en su caldera y las nubes siguen tendiendo la ropa vieja
asomadas al canto general.




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