viernes, 16 de marzo de 2012

ávidos de terror

En la radio a todo volumen del coche con las ventanillas bajadas
parado en medio de la calle a la hora de la siesta
no está sonando Statik Selektah, por desgracia,
sino una ametralladora disco.

Veinte o treinta individuos abren un ojo impresionante
mientras se preguntan por el juicio final.

No llueve nada, para joder más.

Podía, por ejemplo, estar lloviendo,
pero hace un sol tan rápido
que no se ve de limpio que está el aire.

Si dar patadas a una lata es un escándalo
que le rompe los brazos al sereno proceder del ambiente
            e inmoviliza pájaros,
si dentro de la lata hierve el espacio en su brea de notas infernales,
onda expansiva, ruido que no hace ruido porque es demasiado seco,
entonces,
la música que sale de la radio a todo volumen del coche con las ventanillas bajadas 
parado en medio de la calle a la hora de la siesta,
aunque no sea de Statik Selektah, es un bien cultural
-¡semejante alarde sónico!-
para regocijo de las masas somnolientas,
ávidas de terror.

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