viernes, 25 de diciembre de 2015

básica prosa del tiempo


Ella es la solución. No es que lo sepa. Solo el destino lo sabe.
Oh, ella ha caminado sobre la Luna, descalza como una colegiala y desde allí
veía el mismo corazón del mundo
latiendo desesperadamente en cada habitación cerrada, cada lóbrego hogar.

Su ropa para la salvación era un pequeño rastro que seguir, una túnica corta, un resto de seda envuelto
en luz. Manos para el sabotaje de la felicidad. Esta felicidad colectiva que desaparece,
vuela con un rayo de voz. Ella es el Mesías,
un lobo grande: Mason-Dixon line a través de la selva. La urbanización extraordinaria, autos y clases para todo,
canciones de vuelta. La ciudad exuda una variedad de semejanzas, la uniformidad
en el pecado, la más dura virtud. Si hay dinero,
dinero no hay, es una trampa, hay que ganarlo, disentir, divertirse un rato con la familia,
sacar al perro a pasear por la noche y olvidarse del calor.

En la banda sonora rompe Apollo Brown. Nada que objetar, siempre suena así.
Es algo doméstico que acompaña al paquete gigante de la soledad. Soledad es tanto como decir un nombre
y acordarse de él, decir su nombre y estar solo, estar sola en la tierra sin un puto
poema: sin querer.

Esta manecilla del reloj resulta que es del día de mañana,
un futuro irrompible, risible, disruptivo a mansalva para el recuerdo. Es tan básica la prosa del tiempo,
induce a error porque subasta tramos de realidad. En la taberna galáctica hay más realidad
que en un partido de fútbol o en la barra del bar de carretera. En esa oscuridad las chicas
son un espejismo diurno y sabelotodo, explican física
cuántica, dominan un simulacro de simultaneidad; también hay personas que ejercen la prostitución a distancia y sin red.

A bote pronto, se han solucionado un par de enigmas trepidantes
con la sola acción de su esfera matemática, su varita trágica, su colección de nomeolvides y su rabia
(literal). El desayuno estaba fresco, las flores arreciaban, dolían
cerca de su espacio; el aire en huelga de hambre seca, nada que llevarse a la boca,
nada que llover.  

Ella redime con su acento y su folklore; mastica una rodaja de limón.
Se prueba en el espejo el último modelo y los pájaros comen
de su mano, las niñas imitan su cuerpo flexible, su próxima maternidad. Su imagen define una forma que no rima
con la pereza ni la claudicación, arma un claro de bosque con la mirada quieta. Ama sinceramente todo el amor.




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