miércoles, 25 de enero de 2017

contracultura de evasión


Prófugo, qué digno espectro. La huída convierte la felicidad en trauma,
ridiculiza el paisaje. Ves a los judíos confinados en Alaska; el tercer Reich
desfila por la décima avenida.

Cuando la retirada parece la única opción, la última
oportunidad… Cerca de Figueroa, en Highland Park, la resistencia contamina los ríos
con fórmulas secretas, las minas rizan el pasto… La intelligentsia ha dado un paso al frente
antes de entregarse a la retórica sucia del negociador.

Escapar como un pequeño animal, un insecto que se escabulle a su manera; volver al parque
dócilmente a fumar tan cerca de las nutrias, ocultarse tras la modesta
roca, el fúnebre telón de la cascada. Desplazarse
hacia la propiedad del horizonte, fundar un catálogo de nubes en desgracia, leer
a tientas el manual del microondas, hacerse electricista por correspondencia y no pasar de la introducción sin un calambre;
crear un arte perfecto para el hurto. En resumen: dar buena conversación.

El parque es un problema, (porque) los desertores pasan con los ojos abiertos por la espalda,
son almas en fuga que prometen un espectáculo abrumador. Ahora que habría hecho falta un ángel…
(sin suspicacias) las avenidas terminan en el descampado de siempre, los autos fantasean con semáforos
culpables; paredes continuas festejan la trastienda de la desolación o acaso murmuran
aleluyas y redes con contrato eventual, son edificios bajos que han sobrevivido a la primera fase, a la segunda
frase del poema favorito de la ignorada crítica.

Es una bendición para la banda: el anonimato. La cultura del gang que ha aparecido como un fantasma
simpático en el barrio; la declinación del tiempo ha reverdecido las fresas del lenguaje; oh, lengua cultivada y feliz,
desnuda ante la espada. A la luz de las ráfagas leyendo la novela del siglo, escondidos en los contenedores,
dentro de un cubo de basura con la pistola cargada y el corazón lleno de amor.

Verla (solo a ella) caminando entre recuerdos de-otra-vida-sepultada-en-vida;
su vida diferente del casino celestial, cubierta por una forma de humo casi humana, tapada por dos metros de palabras,
sumida en su procedimiento.

La fiesta en sus caderas no evita el tímido desplome de sus ojos, aquel color y este
púrpura natal en su mirada. La prolongación del rojo hasta el dominio de la filosofía (y sus consecuencias).
Maniobras de evasión, literatura de evasión,
evasivas para no confraternizar con los poetas agazapados contra la oscura superficie del miedo. Un canto
generoso, su copa de belleza llena de sombras hasta el límite abarrotado del sueño,
una línea trazada por todo el sur del mundo verdadero.





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