sábado, 31 de marzo de 2018

beautiful


Arrasada la élite –KRIT en una introducción irreprochable–, derrotada la turbia dialéctica
de las posibilidades junto con su erudición correspondiente, el poeta organiza sus heridas; ahora nada
es imposible, la Utopía ha regresado. Del exilio se regresa por el aire (por el Arte), siempre de la forma más
patética, de la forma más incisa, compitiendo con el trazo espiral y súbito de la golondrina, el insomnio
celeste del vencejo, la suerte de la alondra.

La última reseña fue de un funeral –sin cortejo de jazz. La banda
trinaba su prejuicio racial, su abracadabra, y el milagro se quedaba a las puertas de la renovación. Un río
simulaba la conciencia debutante de la historia, el cuento
inconfesable, casado con nadie. Destiny posaba dentro de la novela corta, decorativa y escénica,
holgazaneándo-se de cuerpo
entero.

Sonaban los teléfonos, las pantallas de los ordenadores fulguraban al detalle, la perfección y el menudeo. En los portales,
en cada portal pintarrajeado de grafiti febril, un crítico arrellanaba el curso de la realidad a su conveniencia.
Inventaba relaciones inhóspitas, hospitales de día, aumentaba un argumento de orden. Dilapidado el talento, la forma
era estupenda, era lo que quedaba en el extraño colador del lenguaje, la batea lógica, después de la recogida y la excavación.

Dentro de la novela, un capítulo purgado por la crítica en el que una joven esparcía
relámpagos desde su cintura como en un espacio bíblico-posindustrial, las aguas apartándose a su paso,
ella descalza entre espadas, corazas y otredades.

Hasta la canción parecía inadecuada, anticuada, electrocutada
en la sillita de las correcciones. El poeta, sin elegancia alguna –solo contra el Arte–, arrastrado por el mármol del museo,
forrado de harapos y de-lirios. Sus manos, nunca protagonistas, a la espera de la comunión y el desenlace. Y Destiny
detrás del todo, entre bastidores y reductos, apuntando en el idioma de los mascarones de proa,
el dulce idioma del agua dulce que se agota, ¡qué hermoso funeral de arena!

De nuevo: el milagro no tiene que ver con nada milagroso, sino con la aparición de un Ángel en el cuarto de estar: representar
con ella La Piedad, dormido entre sus brazos como en pleno vuelo, muerto como en el aire que se ofusca y se vacía (de amor)
sentir el sueño del amor entre bloques y pasajes, en el punto de caramelo del Parque,
donde quiera que fuese la belleza el espacio entre el río y su mirada.


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