domingo, 19 de abril de 2015


Hasta un rostro sin rostro, el arte ha deportado el silencio. Pestañas como las manillas de un reloj de pulsera.
Tronos vacíos para una política dulce, el recuerdo de una fecundidad extraordinaria,
un egoísmo rural. La palabra y el voto, el verso y su coda, la verdad y su ingrata parentela; revueltos
con un dígito de sangre apelmazada, la huella en el catastro.

La policía acude con presteza, ley en ristre, desordenadamente. Dijo el sargento: perdimos los modales.
Hay una joven que realiza sueños como lienzos demasiado blancos para la música.
En un sentido estricto, la abstracción consiste en un pequeño lío que se traen los poetas con la luz,
que no les representa -dicen-, que es harto difusa, no enlaza con sus reivindicaciones;
la reacción es un cohete contra la institución sagrada y sus matices,
un corchete fugaz en la línea equivocada, el banderín del hoyo cuatro sobre el campo de minas: hagan par.

De acuerdo. La belleza suple, suma, garantiza. Cuando estalla el terremoto y se desfiguran las notas,
los astros palidecen en sus órbitas, no concuerdan los vicios con los planes y la felicidad
se desmenuza en sacos terreros o fichas de dominó; ¡oh!, la belleza emerge inexcusable, psíquica,
transportando un elemento grave, no nocivo, sincrético, virgen como la primera vez
de la memoria, la primera radiografía de tórax.

Hay un no sé qué de la fortuna que no pierde pujanza ni se obsesiona con el fondo del río. Por ejemplo,
la muchacha que lleva los calcetines blancos y la blusa morada a tono con esta luz preciosa
que alardea de brecha o infinito, cómo camina su réplica infantil, culmina su proceso -y su procedimiento
es ágil-, cómo entra en combustión sin demacrar el ambiente. Esta chica francesa
que hace girar el  mundo a título de aliento, su gesto directo a la mandíbula del aire, un potro
antisistema. Gente que observa probabilidades y se queda extasiada, inflada de extrañeza en bruto,
algo tan puro y raro como una obsidiana en la colada, un diamante en el parque de los príncipes.

Ahora suena una canción llamando a la belleza por su nombre de pila: Tú. Su ritmo contraviene
las normas, el sueño no descrito, ¡pero con qué fabuloso dramatismo! Los disturbios suceden en la cola del paro
y la policía acude con tamaño, poderosamente, crece en consecuencia y se bifurca, lengua y predicado.
¿Qué significa un verso sino la decepción de la mayoría?

El arte se condensa en los poemas que faltan. Ella ha escrito el poema que tiene que salir,
el de portada con su pórtico libre, el poema que tiene que romperse la cabeza en la rodilla, en el bordillo y el yunque;
otra hemorragia de sinceridad: pronóstico reservado. Es tal el trauma, la violencia creativa
que surge del fracaso, ¡es tan bella la fauna! expuesta a su peligro de extinción, la metáfora que llueve
sobre el alma, el cálido rearme y el enjambre humano. Un punto muerto, parafraseando al premio nobel de la paz.

Prólogos ha de conocer la Historia, historias con final urgente. La dorada quietud de las palmeras,
alterada siquiera por el tedio: un viejo trovador asmático. Y la crema fluvial de sus mejillas
derivándose por el terreno como un tierno romance entre la luna llena y el crepúsculo. Sus ojos
extranjeros dando forma a la modestia, su cuerpo ajeno y solo entre la multitud de otras personas sin nombre.




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