domingo, 15 de mayo de 2016

economía para zombis


Asomada al balcón, Rapunxel!; es una casa grande donde hay trabajo
que hacer. Debajo del puente, suelo residencial; el cartón es un material de construcción para los arquitectos
del auxilio ciudadano. La comida guarda el sabor a hollín del último incendio, es tan rápida que no tarda en desaparecer.

Arribar, leer un cuento escrito en minúsculas, abolir la esclavitud. Todas son materias de examen;
mejor construirse una cabaña en medio del parque y pasar desapercibido
sin código de barras tatuado en la espalda. Hace un tiempo, incluso se producían evasiones, si no quedabas
electrocutado, fundido en negro con la valla del campo.

Fueron derribados los muros pero la conciencia ha seguido experimentando un formateo continuo:
desde la televisión, desde la red inmobiliaria, en el mercado desabastecido, en la tienda cerrada por defunción fiscal,
la gasolinera consumida por las llamas.

Jordan ordena una pizza con su magia. Está riquísima
pero sabe al hollín del último suicidio: no se puede estar en todas partes. La prensa explica que los aliens
gestionan la economía, aunque para no ser de la familia resultan demasiado ortodoxos. Zombis también hay,
existen y caminan por el lecho marino hasta que te los encuentras en una barbacoa.

La sangre ha bajado de precio porque abunda, la oferta es instantánea,
como la muerte por causas naturales. Y es que el asesinato está en nuestra naturaleza,
dice el sheriff del condado. Los automóviles sí que han perdido su atractivo, nadie tiene prisa por llegar a alguna parte;
Jordan, que soñaba con el cadillac vibrante del Big B.
atropellando ráfagas de luz, alcanzando la Luna con un acelerón impresionante: cosas de la droga de mala calidad.

No obstante, el parque crece y los poetas encuentran refugio en la copa de los árboles, pinos
a ser posible llenos de agujas creativas, fuente de perforaciones
y dolor. Sospechan que la angustia purifica, depura las líneas de expresiones afirmativas o carentes de tacto.

Pero la página en blanco sigue produciendo quebraderos de cabeza; del orgullo
no se come. Y hoy tocan patatas con carbonilla y un vaso de leche sin cortar. Después, una película por sistema,
cinta europea, la rodilla de claire (o algún otro abismo), para que no se note la ignorancia;
y un beso en la mejilla cuando la noche oscura se cierne sobre el hueco del amor.



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