sábado, 24 de noviembre de 2018

ángel 3 a.m.


En el mismo piso, en el mismo rellano, un ángel y otro ser. Dos almas diferentes,
dos libros abiertos. El Ángel es una vecina incómoda, se levanta a las 3 de la mañana, al piano
a las 3 de la mañana; el arpa es un volcán que expele cenizas húmedas que hacen gracia, o viven en gracia
de dios, el arpa es un beneficio, pero incordia como un poema diario, como el poema
grave e insustituible de un premio cervantes: al arpa a las 3 de la mañana el Ángel es un experimento criminal.

Como vecina el Ángel es hermosa, despunta, Luna nueva, espanta a los amantes,
aturde a los gamberros del velódromo; lleva tierra en la mano y le da vida y el muñequito se tambalea y luego
adopta una digna posición humana, su corazón late, su mano sostiene una taza de té a las cinco de la tarde, su mano
izquierda interviene para sugerir un modo obsceno de comportamiento, su voz.

El Ángel, tan divino que escribe con la zurda del amor (sin faltas de criptografía) o escribe en japonés,
redacta en su francés de Marsella, increíble jerga marsellesa de los enamorados. Por cierto, un golem es capaz,
entiende todos los idiomas, posee la fuerza de doce hombres. El Ángel ha creado un abogado
defensor que detiene los trenes con su encanto, concita la envidia general, es un actor bello y terrestre
que parte guías telefónicas de Nueva York.

Cuando hay hambre alrededor, cuando se detecta el hambre, docenas de caravanas abandonan el pensamiento
colectivo y se interesan, reparten trozos de pan, ávidas mermeladas, patatas calientes y yogur. Distribuyen
píldoras y otros poemas, te llevan la comida a domicilio, te recitan
una ensaladilla rusa (si no te apuñalan con el tenedor).

El Parque tiene conciencia y averigua: embosca aguadores en cada recodo, en cada lúgubre sendero,
cada máscara. Guarda memoria de los autos y las caídas de la luz, las sombras y los extintores, investiga los mapas
profanos que acotan su esqueleto de hierba, manifiesta su decoro en hogueras y luminarias,
observatorios y rocas como púlpitos, promontorios inéditos aún.

Arte es lo que sobrevuela la naturalidad insulsa, el espíritu cobarde de la poesía, su grandeza
bastarda; ¡a cualquier prosa le hacen el traje de Petrarca!; ah, los continuadores, figurantes de una estirpe multitudinaria,
cortesía del tradicionalismo contextual y la fontanería de raíces. En el portal, el Ángel
articula un posible abecedario para traducir el eco del mañana con el signo proteico de la coyuntura; el golem
ha arrancado un árbol sin querer, de la ventana abierta surge un claroscuro musical, nada menos que el silencio de dios.



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