martes, 19 de febrero de 2019

la misma sed


Es la misma insinuación, el mismo arranque; aunque la sombra
niegue su procedencia
igualmente viene de la luz.

Su llanto desciende de una estirpe de tormentas; y el mar que se hace tarde, es
un disgusto que te llevas, la piel que te tomas
tan a pecho, es un trabajo a medio hacer.

Qué aburrimiento de arte: dentro del espejo se bifurca (en parte), su camada
recorre los pasillos de la imaginación con una idea fija, una idea artística. Los genios
se aprenden la lección con los ojos cerrados, consiguen un empleo en la fábrica de chocolate,
se sitúan en cabeza sin necesidad de cruzar en fila india por el paso de cebra.

Creemos en la soledad – ¡nos pertenece! –, obligados a crear un vasto país
para la solemne extensión del aire, el tibio espacio que nos corresponde. Enlatamos
personajes valientes, increíbles y propensos, tan densos como una extremaunción, carne de apocalipsis,
planta y hueso. Pues la nuestra
es una voz traumatizada, nuestra canción, un bocado indigesto.

Nuestro poema propone una solución humillante, será algo más que un estereotipo, será un acto
de responsabilidad. Fuego en la respuesta (las plegarias llegan desde una torre sepultada en el vacío),
llamas torrenciales, ecos de una vocación de altura. Cada verso
minimiza el anterior, cada verso es un vértice sobre el que gravita el conjunto de la inspiración,
la totalidad de la constancia, cada verso es igual al anterior,
rota y se traslada por el canon como un satélite común, está roto en su interior, suena dislocado, practica la locura,
fuma un cigarro tras otro.

La noche se insinúa como una frase cortada, una calle empinada,
un camino difunto. La luz es un imperio que se muere. De nuevo, en la escritura, todo es muerte: la fantasía
desluce, la norma es un contrato con el diablo, la sed
debuta en la primera línea y no se pasa nunca. El epílogo es el padre de la impotencia.

Nada que perder frente a un destacamento de ángeles; la gran noticia es la humanidad,
que hace trampas con los números y cuenta el infinito con los dedos
desde el kilómetro cero de la eternidad.


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