sábado, 1 de febrero de 2020

patria o vida


Oh, conocerás el bullicio de una estación gigante, las francas
proporciones de un cruce de caminos. Tu árbol inverso impondrá su hierba presumida, sus plantas
radicales, abrirá
la sombría ceremonia del atardecer.

Tu cansancio es un átomo en un mar de soles,
tu poesía, un mar en el desierto. Sabes que la noche te acompaña,
protege tu aislamiento, ilumina la zona
segura de tus manos.

Viajera, rosa de este mundo; en el espejo
cierto de tu soledad una flor permanece, la luz remonta el vuelo como un águila. En ti
florece el mundo, sonríe la potencia del espacio, la distancia
influye en la distancia, el sueño informa el sueño, forma
palabras en la arena calada.

Como en tu patria
hermética con vistas al dechado de la creación, con vistas a la mirada pura de los Ángeles, a la impureza
sáfica del verso, una extensión
de pareceres, influencias y luces de neón que no has imaginado todavía.

Dios ha vencido, a fin de cuentas. Su naturaleza
prospera entre las almas, es un trozo
de carne tirado por el suelo. En ti florece, sin embargo, la apoteosis de la compasión,
cáliz de una sangre pletórica de vida,
viva como un sobre vacío o un cabo de cuerda
colgado del silencio.



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