viernes, 15 de enero de 2021

siglos de especial monotonía

 

Ciudad. El recorrido extenuante, la circunvalación. Destiny®, en un segundo, nosotros
paso a paso, sin diversión, siglo a siglo pasando tres, diez, mil veces frente a la misma mujer rechoncha,
el mismo niño con el pelo sucio, la misma fachada
errática y despeinada, el mismo empedrado (y con idéntico
desconcierto).
 
Aliteraciones inmóviles de los objetos, repeticiones
objetuales y poco objetables (ninguna objeción por nuestra parte); el sospechoso perfil de los tejados,
ventanas sonrosadas caminando por ahí, meticulosas
cortinas, cactus de un solo uso (no como flor).
 
La Ciudad es un clon de Bucarest, una mancha
invasiva, una onomatopeya de la geografía universal, es un mapa en toda regla, el plano de tesoro
pero sin reivindicaciones, sin X ni hoyo introspectivo. Ah, sabemos del hoyo que se excava en una playa
de Nueva Zelanda y llega hasta la península ibérica (Beware of the Bull) eludiendo demoras
administrativas, aduanas y muros fronterizos,
arcos voltaicos.
 
La Ciudad es tan bonita como ¿un espejo? o una taxonomía
civil, es una declaración de invenciones. Una ocurrencia civil. Da para una previsión
holográfica, un prólogo, para una introducción a la misión de las excavadoras, una invitación a la supersimetría.
 
Consideramos la utilidad del alcantarillado, cualquier tipo de túnel, cualquier
horadación perimetrada. Realizamos la topografía y realzamos la autonomía catastral, sus afluentes,
sus perspectivas y sus alteraciones. La línea de los edificios la tira Destiny® a pulso:
ángulos desequilibrados, círculos máximos,
elucubraciones insensatas de la geometría original.
 
Usted está aquí. Marcado en un trapecio contrahecho de lados
hipotéticos. Pero no queda nada, ningún peón avanza en el tablero; ¡oh, tal vez un escarabajo
negro y reluciente revoloteando como un mal gesto que atravesara el rostro pétreo de la soledad!



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