sábado, 22 de mayo de 2010

el ansia

primer episodio


Estoy dispuesto a usar cualquier tecnología,
desde el hacha de sílex
hasta el hacha española de Felipe,
la quijada, la honda, el misil de crucero,
y desde el catalejo al telescopio,
para salir ileso de este aprieto,
este sucio negocio familiar
de vivir y engendrar mala semilla.

No en vano vivo al sur del underground,
en un fenomenal estereotipo
de uralita y latón
con vistas panorámicas al reino celestial:
carpinteros en huelga, querubines mendigos
y vírgenes fregando oficinas siniestras.

Mi determinación es apostólica,
mi aplicación, bastarda, curtida en la herejía.
Digo que estoy en racha. Digo que soy capaz
de rodar el menor cortometraje,
la escena de interior más sobrecogedora,
de escribir Biblia y media en la cabeza
de un alfiler dorado y en su brillo.

Desterrado me hallo
en esta claustroforma de lo Calabi-Yau,
reducido a mi mundo subplankiano,
el inframundo del pequeño ser,
cronometrado dédalo
de múltiples y extremas dimensiones,
donde las cosas son lo que parecen
y no parecen ya tan numerosas.
...

En la secuencia madre,
se me desata el nudo del zapato derecho,
también el del izquierdo... ¿simetría,
o tránsito azaroso? Pedidme explicación.
(Hojas secas colapsan
mi supersónico reloj de arena;
la jornada se alarga,
onda de femenino contratiempo.)
El cuerpo pide auxilio, preso en su incertidumbre,
hueco de gravedad,
y aquel soplo que fue
se diluye en un campo de probabilidades,
en un plano que engulle la existencia
y se extiende global por el vacío.

Soy objeto de estricta observación,
carne de máxima seguridad
-¡yo, que moví el peón de Ferdydurke
en la crucial partida del destino!-,
más que nada, por ser extravagante
y por llevar con ánimo sereno
atados-desatados los zapatos...
¡Oh, lánguida ecuación!
...

¿Objeto yo?, que anduve por las ramas,
que me anduve, sinónimo del hombre,
por la selva fungosa,
todo un Lovecraft opiáceo,
un impulso sereno,
con mi angosta fracción de poderío.

Yo, sujeto a la Ley,
carne de horca, de cañón, ¡de buey!
-porque de buey es la tirada padre-
digo que soy sujeto y predicado,
frase completa, fase de la Luna,
clase de cuerpo en órbita inaudita
(he predicado en el desierto, he dicho:
venid a mí, acercaos,
acudid de las prósperas regiones
y de los municipios decadentes,
que tengo una verdad en almoneda).
...

Soy, evidentemente, un ser humano,
aunque de una manera impersonal,
remedo de Sinatra
pasado por el ágora de Lee;
un bewatermyway aleatorio
conservado en glamour.

Un ser humano en parte y en parte Oliver Twist.
Un ser humano aparte, una parodia,
suave remix de melodía y ruido
o la banda sonora del grumo primordial,
el hit más reluctante de la historia.

Mi especie encuentra vías de extinción,
Vías Lácteas, Andrómedas rivales,
meteoritos ebrios de poder destructivo
nacidos para el cráter y la gloria,
y pierde la cabeza por un metro de luz.

¡Menudo carpe diem!

O sea, que suspiro por el arte,
me pirro por la báscula del genio,
aburro a las ovejas con el fardo pesado
de mi lírica floja.



episodio segundo


Es que vine en misión humanitaria,
escoltado de cascos azules y palomas,
en caudaloso séquito,
piadosa comitiva.
Más allá, nada sé, nada me consta;
siento amor, siento frío, me constipo,
me destapo, me arropo, me contemplo,
me arruino en los casinos de Las Vegas
o hago el ridículo en la caja tonta
liberado de sombras y prejuicios.

Como un lugar común -expansionista
en sus planteamientos,
en su mediocridad, tan aplastante-,
como un tipo normal y, sin embargo,
entregado a la industria del estilo,
a la caligrafía de lo ausente.

Así que tengo el aire de los que saben poco,
y llevo una chaqueta desastrada
y creo que soporto una cierta tensión.
...

Sentenciado a cadena alimentaria
por un juez con birrete de McDonald’s.
Depredador convicto que sorprendo
al llano insecto como al Ave Fénix.
Culpable yo por excelencia. Culpa
plena la mía por antonomasia:
de mi geografía sinuosa,
fosas nasales, fósiles intactos,
columnas, médulas de cuerpo entero,
para perderse en ellas,
ríos de impura sangre;
de mi claro defecto de conciencia
que me aparta del género de cosas
que se viene a pensar cuando se piensa;
de mi falsa tragedia,
mi repugnante credibilidad.

Así que tengo el aire en los pulmones
y no sé si lo expiro con suficiente fuerza
(no sé si ya expirando,
asiéndome a la vida con exigente angustia
o aprendiendo a volar,
lleno de pájaros en la cabeza).
En la ciudad de la respiración,
habito en un palacio de hojalata
-¡oh, principesco lumpen!-
agotado del orbe campesino:
un paria residual,
descastado de oficio,
a punto de llegar a fin de mes,
amarillo de fe,
hecho un infame Adán
diametralmente opuesto al Paraíso.
...

Sujeto, pues, al célebre romance,
a la desafección pecaminosa
y a todos los escándalos del verbo.
Buscando un nombre propio,
algo como Jesús de Nazaret,
o como Leonardo, algo sencillo,
para poder pensarme con soltura,
para poder soñarme
alzado en armas contra el movimiento
del honrado destino,
arrasado por místicos ejércitos
con máquinas de guerra espiritual.
¡Ah!, devuelto a la vida,
de nuevo emparentado,
primo segundo, ¡padre!,
padre de una nación de sueños rotos.

Porque soy lo que anuncio, sin subterfugios vanos,
soy lo que dice el rostro,
lo que se dice un rostro pálido y deprimido,
mármol, barro y silencio.
Y no me tengo en demasiada estima
y no soy presa fácil del espejo.
...

Si evito en lo posible el cristalino enjambre,
que prodiga su raudo desenlace
de ojeras y feísimo pudor
sobre mi carpa de color sombrío,
es a causa de cierta vanidad,
que sin contemplaciones, ni miramiento alguno,
acreciento mi envidia
por los seres alígeros de Stoker
y las deformes ánimas de Poe,
que rehuyen el turbio y desigual contacto
del pulcro fehaciente.
El peso de la personalidad
avasalla los hombros de los hombres,
produce siervos, reos de sí mismos,
abruma con su larva disolvente.
...

Sospecho que se lleva en los cenáculos
algún maximalismo inoperante,
por cuanto que me atrevo a sostenerlo
proclamando mi serie natural,
la singular nomenclatura que se refiere a mi linaje,
la terminología que contiene mi esencia.

Sucede que disiento de la rosa,
discrepo del amor, me doy de baja
en la seguridad mental y abjuro
del colosal ascenso a los altares
que practican los ángeles del pueblo.

Estoy vigente, puede que maduro,
acaso de candente actualidad,
y poseo la audacia y el mal gusto precisos
para enmendar la plana del satélite
y predecir el clímax con rigor.
...

Llegó la Primavera deliciosa
y fue victoria estrecha de la hiedra
que trepó por mi voz tarareando
una de grandes éxitos del folk.

Hoy hace Stalingrado en mi desierto
y me vienen arcadas de hip-hop,
la ópera del barrio, interpretada
por Nas y Foxy Brown.

El rap quema en las venas como un chute de speed
que, alternativamente, debilita y consuela,
y es un flash de actitud lo que acontece,
lo que arrecia en aludes que me aluden
y en turbiones que enturbian mi razón.

Soy el frente nuboso, la borrasca,
la tormenta de ideas a la inversa,
soy -¡abrid los paraguas!- la ventisca,
y soy la bestia negra que le planta
cara a la profecía de la luz.
...

¿Objeto yo, que vengo de prestado,
que vivo de prestado y en la deuda
(quiero decir que vivo con la duda),
que duermo con la duda omnipresente,
sumergido en un mar de dudas frescas
y de proezas experimentales?
Objeto... ¿de qué mente luminosa,
de qué enfermiza y trémula ansiedad,
de qué fabulación invertebrada?

Objeto de placer, como la rabia
que se complace en torpes desatinos
y retiene en su seno el desconcierto.

Divino por los siglos de los siglos,
con un toque romántico.
Más dado al esperpento de las nubes
que a la solemnidad de la pobreza.
Injerto que me siento y soy el árbol
talado a medias tintas por el viento.
¡Qué ingenuidad la mía!,
qué intensidad de estigma me conmueve
hasta la saciedad de la palabra.

Obsesionado apenas con el franco
devenir de las eras, puesto a prueba
por científicas hordas de doctores sin causa,
héroe postergado, indigno y débil,
¡Aquiles del pecado!,
¡Ájax de la ignorancia!,
atlas de universal idolatría...



en el principio


Ojo a mi forma de pensar en alto;
sepamos de que voz tengo la culpa.

En el principio, el ruido del amor
era ruido de olas,
sangre rompiendo contra hueso y fibra,
saturados los ojos de su quietud agreste,
su turbulencia agnóstica, su credo.
Dogmas y parabienes
ardían en la pira del cautivo pasado.
Cada vertiginoso impulso suponía,
entonces, en el cálido principio,
una renovación de voluntades,
una esperanza más.
Después, se fueron mitigando solas
las alegrías injustificadas
y fueron sucediendo los fracasos,
primero los soeces, luego los infinitos.
Ahora, todo es ahora y siempre,
en el preciso instante en que la vida fluye
y alcanza los suburbios del futuro.
Es extraño este ciclo,
es rematadamente original
esta precariedad de materiales.

Ahora, las canciones
y las separaciones en un solo organismo,
en un solo despacho de dolor.
¡Matad al mensajero!
-matemos a la vida, en equilibrio
sobre una piedra oscura,
y negociemos luego con la sombra-.

Ahora, todo es definitivo,
desde el pulgar de la melancolía
al meñique castrado del recuerdo,
la noche que no existe,
el falso amanecer
que ya no simpatiza con la fiebre.
...

Sujeto a la corriente de mi Hudson salvaje.
¡Stigman redivivo!,
el pequeño judío con trozos de ignominia
colgando de los labios. Como Ira,
sumido en la colmena del incesto,
verificando el drama familiar
a golpe de versículo cerrado.
Ingenuo yo-de-mí...
Los años muertos
no resucitan ánimos perdidos.

Ángulos imposibles,
en esta nanoforma de lo Calabi-Yau,
polígonos atroces,
vórtices malsonantes,
varices en la urdimbre del espacio;
personas escondidas
entre los pliegues fijos de la realidad:
un notario, un cartero,
una radiante prostituta enferma,
ajenos por completo a mis pasiones,
hologramas vacíos,
personas bélicas, personas físicas,
y toda una panoplia de personalidades,
del espectáculo, de la farándula,
de la crónica negra,
a razón de un millar de Mr. Hyde
por cada Jeckill noble y desarmado.
Aquí, conmigo. Tantos y tan mal avenidos.
Congreso de poetas
aupados en la mística sublime,
¡usurpadores de la exactitud
que viene a cargo de mi letra exacta!

Me quieren describir, y no me dejo.
Escapo por la orilla de la muerte,
discrepo del sentido
y me confundo con las amapolas
y con un triste girasol Van Gogh.
¡Alardeo, no más!
Resucito, siquiera, vago espectro,
esquelética viga, trago amargo,
hueco para las lenguas afiladas
de los aficionados a la copia.

Aquí, donde la nada se aparece
y no parece ya tan divertida.



el tránsito divino


Mi silueta se expande devorando manzanas
de luz azul y mares superiores,
mi sombra promociona al ultravioleta.

Recorro salvas partes de la tierra
(acantilados níveos, valles adversos, húmedas
selvas de vegetal parafernalia)
encaramado al mito;
la jauría detrás, pisando fuerte,
la bóveda mutante por encima,
alrededor, el hábitat.

La potencia del suelo
y mi velocidad escapatoria,
mi cobardía enérgica,
unidas en un pacto saludable,
baja alianza entre el honor y el miedo,
contubernio de buitres y gusanos.
...

Estoy dispuesto a hablar con las paredes
y con los tiros largos de la cresa fortuna.
Quiero hablar por los codos,
decirlo casi todo,
saquear los archivos del estado,
arracimarme, anquilosarme entero,
orgulloso del poso de mis heces,
el peso de la púrpura canina,
la cruz estrafalaria.

Me voy acostumbrando
a pasar por el ojo de la aguja
con cien gramos de nieve en los zapatos
y una sonrisa estúpida en la cara.
Desayuno fronteras
con la espalda mojada por el sudor contrario,
cruzo las líneas rojas
y teorizo acerca de la tercera vía
al modo proletario
del hambre popular que me gobierna.
Hambre de soledad,
hambre carnívora de mucho tiempo
(...dice que no ha comido y tiene hambre,
la pata de la mesa, el crucifijo
dice que no ha comido...
),
de mucho espasmo abdominal
-famosa contractura-
a ras de tierra y más abajo, al fondo,
en el abismo contagioso, adentro.
...

¿Quién no adora becerros
-me pregunto en un rapto de perfidia-
de misericordiosas proporciones?,
neumáticos becerros
cebados en las granjas de la bit generation,
becerros ideales
que sueñan con ovejas descarriadas,
inicuos portadores
del virus del estilo de vida americano.

¿A quién le amarga un dulce, a fin de cuentas?
¿Quién no se ha atiborrado, a grandes voces,
de creencias estériles, premisas
que son lobos con pieles de cordero?
¿Quién no ha creído en Dios alguna vez?
...

Objeto preferente
de la ayuda social
y los programas de reinserción.
¡Dejad que las falanges solidarias
me acerquen el abrigo
y se ocupen por fin de mis imperfecciones!
(avanza la legión caritativa,
la brigada indecente de los limpios de espíritu,
las banderas piratas desplegadas al viento,
arrancando los vítores
de las señoras de mayor edad).

¡Al microscopio han de verme esos canallas!,
han de ver mi arquetipo monstruoso
para que se les quiten las ganas de Calcuta
por una temporada en el infierno.
Que me den mi cartilla, la de razonamiento,
que me llenen el buche de sofismas
-ya los descartaré con mi libre albedrío-,
pero que no me pidan la limosna
desde su limusina preferida,
que no me cambien tanto la liturgia,
sutilmente embriagados
en sus diez mandamientos de farol.

He de ser objetivo en este lance
de mi resurrección.
¿Lázaro?, ¿Lazarillo?
Ahí el dilema, la instrucción absurda
en el manual del electrodoméstico
o la severidad del realismo mágico.
Abrupta encrucijada,
pésimo desfiladero,
una cinta de Ford o las Termópilas;
el caso es que la sangre llegue al río.

Porque soy el trivial antagonista,
el personaje gótico de la novela negra,
el tipo menos duro del reparto,
y me horroriza el frío
que retorna a su origen, crisolado y sincero.

Pues soy la no-persona,
la que percibe y siente de manera distinta
-¿un sentimiento cuántico, tal vez?-.
Mi observación profunda no distorsiona el rumbo errático
de la materia, apenas ensombrece
algún atisbo de realidad.
Lo que ven las personas es más convencional.
Son malos traductores
que añaden la belleza como azúcar
a sus composiciones de lugar.
¡Ah!, su belleza es inexacta, bebe
de lo existente, pero sabe a poco.
Es lícito culparla
incluso de la crisis moral del electrón
-el átomo es también de la familia-,
es legítimo hacerla
reconocer su cósmica osadía:
simplemente, es culpable de ocultar la verdad.



exhortación


Hay personas que sufren, por lo tanto;
su desaliento es parte de la vida
que atesoran los cálices,
es parte del deseo
que trepa por los muros de la cárcel
y luego desemboca
en ominosos actos de clausura,
ligeros accidentes
que son imprevisibles fauces escritas en idiomas muertos.

Personas que devoran los momentos
y se ofrecen ingrávidas
al plúmbeo vendaval de la memoria.
Individuos contantes y sonantes,
propensos a la singularidad,
cayéndose en sus propios agujeros,
librando guerras con tribal encono
contra la nulidad de sus acciones.
¡Esclavos consagrados al esfuerzo!,
reliquia universal, antecedentes:
mujeres en la línea de salida,
hombres de corazón uniformado.

Os digo, gente amable:
no ha de bastaros la violencia del ciego impulso colectivo,
no será suficiente vuestra rabia,
las fábricas, las máquinas,
las válvulas ungidas de poder,
para desarrollar
una sola frecuencia inalterable,
una sola presencia entre las sombras.

Oh, seres de otros mundos,
vuestro desánimo sepulta cielos,
desorganiza flores
y arranca marejadas a la luna.
Habéis perdido el sitio a la diestra del padre,
el puesto ejecutivo,
el salario del miedo,
y no tenéis, poetas,
otra necesidad que la conciencia.
Acumulando ingenio en un rimero absurdo
que picotea nubes
y desafía sordas entidades.
¡Qué manera de ser os paraliza!
...

Tantas personas que lo son de veras
y yo por esta senda catastrófica,
esta vena solar,
este circuito abierto al contratiempo,
midiéndome los pasos con la escuadra
-Sísifo que resuella-,
arrancado del suelo y arrastrado
por el volumen y la sed del agua.

Desde los sumideros de la historia,
os repito, poetas, raza humana,
género ambiguo y género cordial:
vuestra forma es la forma del vacío.



episodio tercero: de los sueños


Releo a Roth -es un decir, llamadlo sueño, no me importa-
y me impregno del ansia y el sudor
de la prosa real:
no lleva poesía en los bolsillos,
la encarcela, no lleva versos sueltos,
ni se abona al estrépito y la furia.

Apelo a Salinger indescifrable
y me salpica el sórdido cortejo,
la sensación cobarde del suicidio
vulnera mi prudencia
con el estilo anónimo del viento,
inapelable lengua.

Ellos sí me describen; venerables cupidos,
hallan la diana con furtivo acierto,
liberando endorfinas y puñales
en la fosa durmiente de mi entraña.
Con una multitud de caracteres,
ellos sí me enarbolan estandarte.
Ellos sí que le echan un vistazo al abismo.

¡Ah!, castillos de arena que construyo,
desmayos de profunda hierbabuena,
hojas de hierba roja, casi color ceniza
-un hechicero Sioux,
quizá, cada partícula de Whitman-.

Es mi naturaleza, mi tolerancia cero
a la insociable técnica del arte.
Nada que me resuelva.
Nada que le confiera primacía
a mi siniestra posición de ataque.
...

Entre los peces plátano
que habitan en las márgenes del Hudson
son corrientes los chistes de judíos
.
Una frase compleja y estilosa,
un extracto de aspecto transparente
asociado a la nórdica rutina
de los glaucos paisajes.
¡Qué mecánica astuta!,
qué manera brutal de celebrarse,
¡salve al brillante jibarizamiento
de la obra completa y sus apéndices!

Me alzo con la víscera del éxito,
la copa y la nariz alicatada.
Así me sobrepongo
a la tara dorsal de mi ascendencia,
el drama secular
que subyuga mi línea sucesoria.
Sin móvil ni automóvil,
¡inmóvil! y con rango de comandante inerte.
Exento del hedor que arroja la fatiga,
del orgasmo podrido de confianza,
de la jornada laboral, del paro,
del Primero de Mayo, del convenio,
del Caribe, de Roma, de París.
Excéntrico y la conmiseración,
en resumen, un serio hijo de puta.
...

El artista no puede
aprehender la esencia de la piedra
si no se inmoviliza en un sentido,
si no sale a la vida en punto muerto.

Y yo, que no pretendo masas críticas,
sino meros planetas,
he olvidado el latido jubiloso
para recuperar una sola palabra.
...

Pero, volviendo a Gombrowicz
-que no me dice ni grotescamente-
y su literatura del exilio,
de vuelta a Fryderyc, el asesino,
a Filifor sintético
y su Antifilifor enajenado,
he de admitir que entiendo sus animadversiones,
su natural reserva,
que las abarco en plácido conjunto,
y, en soberana pléyade,
las adopto y las llamo
por el cumplido nombre de la rosa.

No por nada, reviento antipersona,
que me explayo y prorrumpo,
locuaz, en la medida de la roca,
pero cierro los ojos en cascada
al contacto del mínimo destino.

Mi recto proceder es sacrilegio,
mi acción, la acción del verbo,
mi oficio, de pintor de lunas claras...
¡Acto de amor y acto de servicio!,
rindiendo a pleno ser sin estar muerto.

A pleno sol rindiéndome a la vida,
con las manos en alto -¡es un atraco!-
y temblando al desgaire de cintura
para abajo con tísico vigor.
...

Son vísceras los astros luminosos,
puntos fijos de encuentro con la noche.
Un secreto rubor de continuo talento
alarga su influencia sobre mí.
Y yo, que tengo un alga en el cerebro,
algo desde las sienes turbulentas,
un alien en la mente,
cancelo las visitas al psiquiatra,
me inyecto una vacuna inofensiva
y salgo a la vergüenza de la tierra.

Expongo mi tamaña mansedumbre,
puesta la vista en horizontes amplios
como minúsculas eternidades.
¡Es una indigestión de paraísos!
lo que me traumatiza,
lo que desarticula mi sistema.
(En mi nuevo diagnóstico:
felonías diversas,
docudramas fiscales
y lunáticas damas
esclavas de la cólera de dios.)



miseria (el think tank de la parada del autobús)


Lou Reed está sonando a metadona
mientras vuelan las tejas de la iglesia
arrancadas de cuajo por el viento;
‘Rock and Roll Animal’.
Las cucharas preparan picos pardos,
las cucarachas muestran antenas parabólicas,
y algunos zombis salen de paseo
montando apocalípticos caballos.
Los chicos han abierto sus bares clandestinos,
y siempre son las tres de la mañana
en esta pesadilla a reacción.

Levita la ciudad sobre un campo desierto,
extendiendo sus alas de pegajoso asfalto
-¡qué gráfico poder de mil motores!-,
sus garras entintadas en lujuria.
Las campanas repican con la trémula pauta
de la homogeneidad universal.
Los espejos son túneles del tiempo
que devuelven retazos de nostalgia.
Ya no es más el cristal, es la caverna
y el rechinar oblicuo de los dientes.
...

Conviene hacerse a un lado de la historia
cuando vienen mal dados los silencios:
es lo que tiene el sueño del amor.

Convivo con la ciencia en un arco frenético
de sentimientos dulces,
dardos que son cadenas o florecidas pértigas,
espectros comensales,
invitados carentes del obligado tacto
que investigan mi seco estiramiento
henchidos de recelo policial.

Sepulturero Jones y Ataúd Johnson
cachean a Easy Rawlins en Los Ángeles.
El jazz hace manitas con el soul.
¡Serán escaramuzas de la Forma!,
batallitas de ancianos resentidos,
pero aquí se combate con la espada,
se mata por la espalda y a traición.
Aquí crecen los árboles cadalsos
(teoría de cuerdas sin futuro),
las malas yerbas y los reyes godos,
maduran las acequias,
florecen los guantánamos a bulto,
los antros de severa perdición.

Aquí, donde las tumbas se cotizan
como jodidas plazas de garaje
porque la tierra es toda un camposanto,
donde los cuervos silban
pasodobles y marchas militares,
es costumbre morirse por los cuatro costados,
¡dirán que es una rígida manía!
...

Sin argumentaciones ni coherencias vanas
y sin ningún respeto por lo tradicional;
sin moderneces propias
de colegialas rubias y modernas.
Sin alitas de pollo.
¡Sin muslos en la sopa!, ¡sin los muslos!

¿Qué vais a hacer ahora desmuslados,
oh hábiles poetas?
Tremendas poetisas vaginales,
¿qué vais a hacer ahora?
Yo tengo la respuesta -el micro es mío-,
y la tengo en la punta de la lengua:
podéis iros al cuerno.

La nave va, sin timonel ni acento,
con los pies por delante, si hace falta,
que si hace falta silba su fineza
y las velas se hinchan
y resoplan los picos y las palas
para horadar el agua tenebrosa.
...

Es la Obra, sin tema ni concierto,
la destrucción de la filología
(o su deconstrucción, que dirían los ínclitos),
la bancarrota del significado
y la gran depresión, el crack bursátil
de los enteradillos más capaces.

Es el texto no comment,
el poemario esdrújulo
-no hay por dónde cogerlo-,
que despedaza ensayos
con lacia pirotecnia sustantiva
-degenerado metro-
y pone a cada uno en su lugar.
...

Hablé con un artífice del giro inesperado,
que me midió el spin en un momento
(que ni siquiera down, ni de los cortos:
el quark llamado ZZ-Top).
Soy Bartlevy, le dije, y, por lo tanto,
preferiría no tener que hacerlo.
¡Que me esperen sentados!, que no esperen
piedad de mi anterior benevolencia.
El ansia es genital que me domina,
la soledad es tal que no se adorna,
el alba no se tiene de rodillas.

Y yo descabalgándome en el acto,
deshidratándose mi sentimiento,
titulado Miseria mi capítulo.



enésimo episodio: de la belleza


¡Oh Saga, estirpe, rama poderosa!,
iniciativa, origen,
¡alma fortificada!,
¿no ha de bastar el eco de tu llanto,
no es suficiente sólo con tu espíritu?

Creía que la herencia y era el vuelo,
estaba equivocado y era el Sol.
Aún no había deshecho las maletas
y ya daba la vuelta en el espejo,
un aluvión de espinas.

Así que pertenezco a mi contrario
en toda la extensión de su rechazo,
del cuello a la metáfora
y hasta la médula, gloriosamente.

Recito obscenidades espantosas,
diseño estratagemas conceptuales
que son como estrategias comerciales.
Me vendo por un plato de lentejas.
Acepto el guante blanco
de la mano que tuerce
la elegante carrera de la pluma.
Amo a mis enemigos.
...

Amo la sobriedad de la palmera,
la longitud terrestre del ciprés,
el tallo amanerado de la rosa.
Por inútil que sea,
afronto su dialéctica hermosura,
su naturalidad desenfrenada.

Está en el escorpión -el puro nervio-
y está en mis puños débiles,
¡iracunda genética,
sangre arrebatadora!
...

La belleza es verdad, pero no es bella.
Esto lo dice Keats, el prodigioso,
el de la bella urna
y el pasaje bucólico.

Yo le digo que es cierto al señor juez,
me cuadro ante el sargento analfabeto,
reverencio al obispo calavera,
y me quedo tan ancho y tan invicto.

Será que no está escrito sobre el agua
mi nombre potencial.
Será que terminó la liquidez
de mis cifras redondas,
que comienzo a dar lástima, que infundo
pavor a las muchachas rubicundas.

(Perdura la vasija inexplicable.
En su interior, un gato medio muerto,
una página escrita y otra en blanco
para hacer garabatos o dibujar a dios.)
¡Sacadle buenas fotos al cuenco delicado!
y exponedlas con pies altisonantes,
poetas literales.
Detallad su grandeza y no su vacuidad,
aplaudid el dibujo geométrico,
celebrad el selecto colorido,
la liviandad sensible de las formas,
que yo lo llenaré de ceniza caliente
y lo preservaré de miradas adultas
en un nicho reseco y aterido.



despedida y cierre


Replegado me hallo
en esta portentosa hexagonía,
acariciando el eco de una leve barbarie.

Metafísicamente cabizbajo,
manirroto del fajo europeo,
de los yenes que fluyen como dólares
en un sádico zoom acaudalado.

Una pluma de Vurt, un canuto de polen,
una inyección bumsónica
en la línea lisérgica del bajo.
...

Establecido el ámbito del sueño,
con alambradas hechas a mi altura,
aterrizo en la incógnita
y despejo las dudas acerca de mi voz.

Me voy descomponiendo.
...

Descomponiendo el gesto hasta la náusea,
sacando pecho y revelando facha,
el careto del asno, los modales del Rey,
la medrosa prestancia del fugitivo, el don
de adivinar el pensamiento de las montañas y los bosques.

En concreto, la epítome del verbo,
el compendio, la Suma magistral.
En efecto, la glosa del soneto,
la Oda simultánea.

¡Aplaudid con orejas de soplillo!,
menesterosos líderes mensuales,
acompañad con palmas al artista.
Que estoy dispuesto a dar la martingala
con la radiografía de mi pelvis,
la lata con la fea biopsia de mi hígado.

¡Voy a daros el día, desgraciados!
...

Proclive, como soy,
a la grandiosidad de la pirámide,
escribo para no tocar el cielo,
para tener un FIN.
...

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