miércoles, 1 de mayo de 2013

rosario (tal vez)


Ella, (tal vez) Rosario, emigró a la ciudad más grande,
tumultuosa,
maximizada hasta ocupar la pantalla completa,
la urbe metropolitana cuadrada y de otra forma,
(Gotham de cartón piedra: infames superhéroes diseñados por ordenador,
perros provistos de placas y pistolas, vestidos de azul reglamentario),

            el universo en barriadas de expansión
            dando a luz a una camada de suburbios detrás de otra,
                       
abortando jardines.
           
Ella miró hacia arriba y el sky-line se puso de puntillas para parecer más alto,
o más ajeno.

Enseguida, pensó en construir una casa corriente,
igual a millones de hogares preñados de calor, una casa a la moda
igual a millones de casas bañadas por el sol,
con su timbre en la puerta y su ventana al mundo.

Rosario (...)
soñaba con un libro a contraluz donde su casa estaba construida
tan alta en su escenario que no era una casita de cristal.
Y soñaba -sin miedo- que sus amigos del parque se mudaban al salón,
que celebraban fiestas cada día en las que todos
mezclaban cócteles extraños y fumaban la pipa de la paz.

            Ella quería edificar un teatro al aire libre
            para representar a sus vecinos y también
            a los hombres vestidos de gris reglamentario
            que trabajaban por encima de sus posibilidades.

Rosario era su nombre (se decía) y levantó un gran establecimiento
que no figuraba en ningún mapa pero que era visible desde cualquier
oscuro rincón de la ciudad.

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