viernes, 8 de agosto de 2014

breve


Esta palabra es eco de un silencio mayor. Para enfrentarse al silencio,
el verso debe abarcar un corte transversal y representativo de la eternidad,
debe incorporar una liquidación del tiempo, una figura del tiempo, su instantánea tomada desde la antigüedad,
a una altura de miles de billones de kilómetros, miles de millones de años luz.

Desde la lejanía, el silencio ocupa una parte visible del universo, un vacío excepcional.
Todos los versos no superan el poder de un instante de paz. El amor no se puede definir en una palabra: Amor.
Todos los versos en fila no significan la palabra Amor. El amor es un reino crítico y salvaje que no se deja encapsular
en una serie, en un signo, en el metro del poeta elegante, su antología de bolsillo.

Hay un poeta que escribe sus mínimos versos en un libro muy seguro de sí mismo con respecto
a las cosas inefables, ese género de dudas. No concibe el silencio sino como forma pura en busca de un martillo atronador.
Forma que rellenar de ruido sin fondo, forma para sus brevedades y las palabras como escorpiones,
letras como hormigas trabajadoras y leales, sudorosas hormigas porteadoras con la frente perlada de oscuridad.

Pueden preguntarle a la Princesa qué sabe del amor. Pueden preguntar por el amor a la primera muchacha
que se crucen en el parque. Ambas responderán lo mismo (son la misma persona). Les dirán:
el amor es para siempre, un ligero contratiempo. Les dirán: el amor es un espejo capaz de obrar milagros.

Esto porque ustedes no han leído el poema donde reside el amor.
Esto porque el poema es un collage romántico e irreal, moderno y leve, breve y tan extenso como la viva inspiración.

La enciclopedia en su cabeza de alfiler. Como una biblia en la pared, una pintada roja. Así es el verso. Tomen nota del verso,
tómenlo como es. El verso es una película de amor que empieza con el enardecimiento. La letra inicial resulta grande y gótica,
niega la levedad, no se sabe su nombre. Es posible recitarlo en silencio antes de acostarse
valiéndose de una pizca de ingenio y un magnetofón.

Hay un poeta que enfatiza su concepto. Levanta ritmos tísicos, romances de menos, acusa a la ligera
satisfecho de su régimen. Su lírica es de libro, creada para el cónclave, lírica concursal, certificada,
apelmazada, no sintética, pelma, indignada con el arte que no se pone de su lado.

Esta palabra es muestra del silencio que consiente. Pregúntenle a ella por qué calla su afecto.
A quién ama cuando camina por el parque echando humo bajo la luz del último relámpago seco de la tarde.
Por qué le deja al verso las explicaciones.




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