viernes, 10 de marzo de 2017

bienvenidos al desánimo ideal


¡Volad, volad, Mirta, Hacendosita y Besucona!
‘El cerco de la iglesia de la Santa Salvación’
Goran Petrović

 El parque empieza en el desierto. Sus propiedades son: las ruinas y los charcos,
la hierba seca, la hierba moribunda, la hierba,
el humo, el árbol negro, la colmena entablillada (basta de la colmena emperatriz)
y, tras una serie de calamidades,
la magna derrota. 

Se empieza por el fracaso y es algo natural vérselas con el deporte de perder, con la pérdida y las construcciones
podridas, el avechucho del mago, los lirones hambrientos con sus dientes
diminutos, los topos mágicos y sus enviados especiales, murciélagos y galgos depauperados,
jaurías de Bucarest, algún que otro cantante de góspel que apacigua a las fieras
(salvo a Mason-Dixon Lane).

Jordan y su séquito de muchachas profundas surgen de las profundidades del estanque
–que cubre varias brazas de intranquilidad y sueño–
acompañadas por un ángel taimadamente rubio, algunas mechas en el pelo sufrido de tanto sangrar madrugadas
estables para el sindicato. Abejas picoteando sus nombres entre la multitud de seres
dolientes, la trama finalista de las ilusiones.

Hay, por ende, una confusión de arquetipos, intentos, proyectos y tensiones,
delitos de pensamiento, comisiones ocultas, crímenes
por un mundo mejor. Escaramuzas de la voluntad se suceden a pares, interceden por sus planes de futuro
con una mano a la espalda.

Propósitos de vileza y enmiendas a la totalidad del firmamento. La familia
gobierna donde ha empeorado la estrategia del mal, donde los cuadros representan un doloroso
estado y la palabra enciende un cigarrillo de tabaco negro detrás de otro, la picadura del odio.

Nadie sobrevive al incendio, de los árboles, ninguno sobrevive, ni siquiera aquel que prestara sus ramas
bajas a la procreación del arte; ah, pero el parque se defiende, saca las garras y se quita los zapatos azules,
fuma sin descanso y sin salida hasta que las nubes se endurecen de cierta oscuridad
alquitranada y los pájaros abortan su peregrinaje, se estrellan
contra el reflejo del aire.

Que no te las encuentres pisando la arena fundente en la playa seca del olvido, sucias y desmejoradas,
trabajadoras puras, islas en un océano de espejismos y tentativas de fracaso.
Bellas como nunca las volverás a ver.



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