martes, 12 de junio de 2018

welcome


Se agota el pensamiento, construye un paradero bajo el mar, a ese nivel. El Parque
ha fracasado como nuevo demiurgo. Jordan no ha resistido la presión, su palabra es un hecho como fuera
un recuerdo, una sensación de hastío. Su palabra construye un palacio cada día, un ala mágica
donde perder el sombrero, hasta la sombra, donde perder el anillo; y la voz.

Todo se piensa dos veces: así suena la filosofía, haciendo eco. Los héroes han verificado el apocalipsis en las hojas del té,
han suprimido la eucaristía del programa festivo, llevan armas contagiosas,
forjan espadas de hielo. La naturaleza es parte de un animal biónico, espectáculo y leyenda.

Dicen que es necesario entonar un himno vacilante,
corretear por la vereda que asciende; Jordan lo hace como una Princesa con su bolsa de papel café. No es que sea
claramente una Princesa de papel couché, le faltan varios grados de color para poder sentarse
al fondo con propiedad y gloria, para ser bienvenida to the Colored Section, el territorio del KRIT. Es preferible
conformarse con un hatillo de escritura, dos libros en peligro; llevarse un poema a los labios es preferible a comerse
un helado a la salud de Georgia, el poema es el anestésico por antonomasia,
te congela el estilo y lo patenta después.

Al menos, el Parque refiere un momentáneo oasis de literalidad, un paso de baile. Las chicas actúan
como íntimas detectives, libran verdaderas batallas introspectivas, mienten sin aflojar el ritmo. Buscan la rima
kilométrica, la más promiscua y susceptible de, en armonía, realizan sus cálculos, presas
de un hábito fugaz.

Jordan echa humo por los ojos, fuma de rabia,
localiza un parche y se lo enchufa a la mirada; es de noche y las estrellas funden áreas
monumentales de cielo inexplicable. Es mejor pensar en todo lo que ocurre (por duplicado), asistir a la metamorfosis
de la realidad, abrir al azar el último volumen, leer de abajo arriba y encontrar el sentido de la historia
–profecías y arabescos geniales–, la parte del poema que no le pertenece a nadie.

En palacio, está Janelle, sostiene la comba en la palma de la mano; hace tiempo que bajó del autobús.
Jordan la observa por la mirilla del sueño, apunta a la diana de su corazón,
canta como ella, pero el aire se niega, y el espejo describe
una imagen demasiado imprecisa de su admirable tristeza.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores