lunes, 25 de noviembre de 2019

noir


Hay un paralelismo entre forma y espíritu, no porque partan de la misma esencia
o del mismo dibujo geométrico (ella se mira en el espejo y le ciega una luz, una estrella de nombre
impertinente).

Recorre las calles enceladas, a veces lleva el paso, corta el aire,
agita las manos como si fuera. Un ángel ha caído como si fuera lluvia, del cielo se ha desprendido una piedra
dura, atenta. Autos que fingen una velocidad
extraoficial, un romanticismo incombustible. Ahora la comida está en la mesa
–fuera, la lluvia–, maná, espagueti tan tierno, alas de mariposa.

El ángel ha caído y se incorpora sobre su negritud, su apariencia
cosmética, cósmica, extrañamente noir; es negra y lleva planetas en el pelo, estrellas fijas en la mirada
rota: qué resplandor de nombre
improfanable.

She’s grateful, vibra, asciende. El barrio
se acomoda a su aliento encendido; pues libra una batalla contra el lenguaje y la fraseología,
contra la felicidad. Su lengua pega un salto, acontece fuera de la lengua,
fuera del tiempo. Fuera de su boca el sonido progresa
hacia la forma.

No es que no exista un paralelismo
entre genio y estilo. Ella se mira en el turbio escaparate, en el portal sin número,
en la charca frente al número siguiente, y su imagen se abate, lluvia impenetrable, balcón,
falsa poética, apenas sobrio esfuerzo sobre-azul.

El barrio se ha movido de lugar; ahora ocupa un puesto en la otra vida,
luce exhausto y deprimido, sucio y palpitante. Autos que acarrean su lastre de nobleza, su acústica
imperial, su Habana pura. Destiny® extranjera en el silencio, ciudadana de una novela rusa,
de una novela rosa y pertinente.



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