viernes, 27 de diciembre de 2019

ángeles de andar por casa


Nada mojigata, la Avenida se extiende
dolorosa, llega más allá de los pasos contados, más allá de las procesiones, de los séquitos,
más alto. Así llega más alto, se levanta como un rascacielos, cien
pisos construidos a pulso, sin herramientas
ni oraciones.

Polvo y saudade, gente ala de cuervo,
expresamente, beautiful people y todo genial. Es el cabello negro de los trabajadores, en la obra y fuera
de la obra, en la obra poética que se eleva hasta el cielo,
todo ventanales y misericordia, familias y pensamiento
audaz. Claras vidrieras de pensamiento tan
acariciante (y tan poco despiadado), tan solidario, una sororidad, una solidaridad
clara como un rayo de luna, cortada por el patrón de los cometas –astro efímero–,
morada de Ángeles remotos.

Con el telescopio, se ve, incluso con prismáticos, se ve,
se ve a simple vista también, se ve desde muy lejos, se intuye hasta en sueños,
es un prodigio de andar por casa. Obra de esperanzas
múltiples, es una esperanza unánime, internacional, un género de esperanza sin fronteras ni radio,
el círculo máximo de la esperanza humana.

El milagro reside en la contradicción, dura lo que dura
un milagro, dura un segundo por segundo, lo que quieras hacerlo durar, es una palabra
tras otra, un discurso maniático, la primera letra del abecedario
multiplicada por un millar de idiomas, hojarasca de claves y términos sin fin,
lengua de fuego.

Por la Avenida, la ves con su vestido
blanco de antes y después de navidad, su expediente inmaculado, su ligero
vacío bajo el brazo izquierdo, sus manos expectantes; habla y su voz toma mil calles
afluentes, llega por todo lo alto y serpentea
por las rampas escarpadas de la ciudad eterna y los caminos del norte, a tres pies de altura,
como una ráfaga de aire puro o un bumerán de silencio.



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