martes, 17 de diciembre de 2019

derrochadora


Ciego, mira, ha salido la luna. Duérmete, verás como dormido
se te quita el hambre. Los sueños sirven de alimento.
(‘Días, Meses, Años’, de Yan Lianke)


Una sequedad sonrojante
arrasa el Parque; la tierra tiene sed, la hierba ya no puede con el sol.
A ocho li* y medio, el maíz
sobrevive a la contienda.

Es la distancia. En la media distancia, Destiny®
parece sonreír, necesita olvidar el odio de la providencia, la sobria caridad del aire. Una tangente
solar que apunta a la amargura, la secante que abraza la humedad
del silencio.

Líneas como barras,
emocionantes como frases ingeniosas. En la sequía hay
campo y estiércol, fosas y paredes; todo presume una porosidad inocente,
todo silba una melodía entrecortada. El Ángel ha bajado de su pedestal arcaico, se ha apeado del pura sangre
de Koffee, tan limpio y sobrenatural.

La palabra ha nacido al olvido del agua; el Sol es más que un mar
estático y glorioso, su ansiedad
emerge de la roca, se aclimata a la extrema parsimonia del cielo, esa forma de sostenerse
sobre la gravedad.

No queda tiempo; la tragedia se intuye como a 8 li y medio, su trecho
de seguridad. Destiny® sueña con un plato encima de la mesa –derrochadora–, pero no para ella,
sino para todos los demás.


*Unidad de longitud tradicional china. En la actualidad equivale a 500 metros exactos.



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