lunes, 14 de marzo de 2016

factor de riesgo


Unos se empeñan. Tienen la vista puesta. Pero no terminan de ver el futuro.
Perseveran en un ritual que no es el suyo. Hoy el tráfico cruza inmisericorde la avenida, los toyotas arrasan
el asfalto despojados de toda clemencia; el sol ha decidido estancarse,
rezar sus oraciones. Ancianos que arrastran penosamente el carro de la vida, estudiantes desarmadas,
niños extenuados bajo el peso de la ilustración. El sol
ha decidido comprarse una antena parabólica con traductor simultáneo, la sombrilla
más grande del mundo. Por la avenida el polvo libera la posibilidad
remota de un milagro en condiciones, no como ayer.

Con el alma en las nubes, envasada al vacío, empapada de sueños
como si no fuese a haber un pasado mañana; la humedad de la altura, portentoso contraste. Jordan
se figura. Su figura es un ente calcado en el espejo, demasiado risueña,
demasiado bonita para este atolladero.

Pasear es un factor de riesgo, como besarse en los portales, cogerse de la mano y dar el salto. Los charcos
están para quedarse, invisibles al verso, en ellos beben las hadas, chapotean
gorriones y otros espíritus. En la carretera zumba el calor, los motores confiscan kilos de soledad,
onzas de pánico. Al por mayor, nadie mejor que ella, que revienta las cajas
con tanto detalle. El prodigioso toque de su mano enguantada,
el roce de su vientre en la frontera.

Hay que oírla reír y entonces
se abre una puerta en el espacio, ¡oh, potros en estampida!, seres alados; una puerta a la realidad.
Novelas del oeste acabadas en salmos, su acento detenido en cada
sílaba, dibujada su sombra intermitente; su nombre en marcas de agua distribuido
por el lienzo, mil copias de su rostro en las esquinas, paneles luminosos y radios apagadas.

La belleza puede variar el curso de las ilusiones. Su imagen es un tesoro bendecido por la luna, qué ricura,
fuego despegado del arte. Y los ángeles fueron decorando las cúpulas, se fueron
acostando en el yeso como mariposas muertas. ¡Tanto por hacer!,
el trabajo a medio hacer, sin hacer, deshecho, el trabajo de una eternidad fingida
declarado no apto para qué. Ella y su responsabilidad, la promesa de una retribución por el poema (y el retraso
habitual): situada en un orbe de palabras sinceras, olvidada
de su divinidad y su estoicismo. Ella en su nombre, con toda la razón.




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