jueves, 10 de marzo de 2016

trasluz


El milagro se obra entre los ángeles, tiene un corazón de oro.
Jordan, que anda entre los ángeles, se codea, duerme; vigila su alcoba con un ojo abierto. Qué fácilmente
ha desparecido la violencia de los callejones, ahora todo son avenidas radiantes,
lisas como rampas, ajardinadas todas, vigiladas por una sombra
que quiere ser, quiere la historia, conocer el arte impúdico de los mortales.

Lanza una mirada infinita sobre el pavimento
y abre surcos en la noche, letanías para el rayo, son líneas de Nazca que se distinguen desde la base;
qué trazo equilibrado y fecundo. Esta palabra dirigida a una audiencia aterrada,
presa del pánico en su habitación gigante por donde pasan el aire y los ratones, los cumpleaños son sin tarta
de cumpleaños y las velas amanecen
como clavos de luz.

Ondea el espejismo, la palmera crea duración para notarla con las gafas puestas en las tres estaciones del espacio,
la palmera curva los paisajes y se muestra en su llanura lunar, sobre un cráter
masivo, estimulante. El polvo sigue eclipsando el divisadero, montaña
y atalaya. Antes se veía venir. El miedo se veía
cuando avanzaba riendo con esa risa tosca y esa voz.

Los chavales han estado esperando algo toda la vida. Mientras crecía el parque
y las profecías se iban cumpliendo por orden alfabético. Ahora son seres humanos hechos y derechos,
sin derechos pero con la cabeza alta por la acera emboscada. Ya no hay tráfico
según y cómo. Los autos han dado paso a otra velocidad, el impulso de la sangre liberada.

Jordan está por encima y se molesta. Nunca se disculpa. Su amor es un verbo,
en acción, su amor que no se relaciona, tampoco se resigna, o no existe. Su amor, un poco de nada a esquivar, transparencia
y pudor, su pequeño, terapéutico amor.

El sol está desnudo en su poltrona, hay un eco que se llama trasluz, un desierto que se pronuncia
flor. El día empieza de nuevo y cualquier signo puede malinterpretarse. Es tan sencillo perderse en el parque
como hallar el laberinto y romper al destello, desfilar emergente por la única avenida,
sobrevolar las ruinas de una civilización invernal. Donde la música continúa
enfrentándose al fuego y hay estatuas de plata, personas que brillan al anochecer. 





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