sábado, 30 de abril de 2016

sofisticada


Bajo la cruz de su mirada, una madre piadosa. En el aire, las preguntas
aprenden del deseo. Cualquier lugar queda lejos de casa. El mundo es un pequeño cuarto de estar
donde los chicos juegan sus bazas preferidas.

Unos amigos han prefabricado una cabaña en un lado del parque, les falta el gato. Y la antena de televisión.
Cuando llueve se calan las ondas y la imagen se resiente, escurridiza. El aparato
derrama cataratas de audio degenerado, liquidaciones en masa. Los chavales a veces
asoman la nariz a ver si cae una secuencia dolorosa. Realmente.

Coches paran coches. Balas sobre el brillo de las cejas, sobre el orden
caótico de la miseria, su prestación por desamparo. El estado hace inventario de la necedad,
burla la ley con eficacia y fomenta el autoempleo. En las zonas más deprimidas
del parque real, es decir. Las muchachas molestan a los transeúntes,
giran por un paquete de tabaco rubio, patinan dejando una pátina de juventud
y espacio, rulan por ahí. Sin transiciones.

Hoy retransmiten la final. Es el final y resulta apocalíptico. Como hace
siglos, el deporte rey descuida sus flancos culturales; unos están ciclados como héroes griegos, golpean
con bates de béisbol y suman con los dedos. Han leído una novela de Elmore Leonard y ya saben disparar más de la cuenta.

Aquí está Jordan, que reina un poco. Su pose angelical. Alguien le abre la puerta,
alguien se inclina, le pasan un cigarro, el polen fresco como una nube del Atlas. En la nube,
sin embargo, los archivos se apretujan, se copian unos a otros la melena,
el estilo y el karma. Beber está de moda esta mañana, mañana
será hoy. Ayer los autos volaban sobre Broadway y la autopista mecánica se alzaba
sofisticada y libre.

En la belleza persiste un compromiso ajeno, un principio
elemental, la promesa del legendario primer baile, el primer beso por casualidad. Ella siempre
finge una sonrisa ante el espejo antes de reírse con ganas. Los números
son fuente de entretenimiento, tan teatrales, las palabras, en cambio, duelen como llagas en la piel del olvido.




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