miércoles, 23 de noviembre de 2016

akelarre


Su gracia natural, un movimiento, un giro que debilita el trazo geométrico de la realidad,
crea un espacio infinito siempre hacia afuera, hacia arriba
y más allá del cielo que cobija las almas, guarida de musas en conjunto de tres.

Se convoca el aquelarre y llega el Ángel, único e indivisible (terminando en ese instante de comer); desciende
como un imperativo eterno que pone en solfa el entusiasmo de la tarde, transita carruseles
de luz alternativa, se confunde de universo dos veces por semana. El ángel es brutal, es un ciclón que aparece
desnudo de esperanza para abajo, bajo su tropa enérgica, su rapto infantil. Es de una belleza
nómada, surte efecto, pero no cree en la magia.

Jordan ha ensayado su primer paso de baile, un movimiento, un giro, media vuelta y sonrisa:
divergente. Su alma lleva una copa de menos, sus temores limpian las sábanas del metro del último compás. Ha terminado la tarde,
se ha escrito en la pared como un exilio perpetuo, luz y solo luz, tiempo
adelante, horas que pasan religiosamente.

Ha encargado un elogio al poeta, que se descabella y desfallece: compone love en vez de fuck y arruina un breve texto
de alta escuela. El milagro sería que ocurriese algo inútil,
otra verdad oculta, por ejemplo, una rosa sin nombre.

El caballo galopa entre máscaras de significado, libros entreabiertos como bocas frescas,
avanza sobre nubes que enmudecen la noche; se gira y permanece, toda su autoridad al descubierto. Jordan contempla
la belleza del aire con su visión egocéntrica, escucha su propia belleza en el latido del estanque,
canta para la escena que será.

Llegan las brujas, como sombras. El crepúsculo nace como un rayo de prosa, un jazmín en brazos de la niebla;
cuando la música funde las conciencias, el talento del círculo se derrama límpido
con su solipsismo y su soberbia, sus ganas de creer. El poeta ha fallado su disparo,
una bala de plata impacta en la anoréxica frente de la oscuridad
y la sangre muere sin decir palabra, después,
todos los pájaros golpean el silencio durante una edad completa de abandono,
un siglo de reloj, un arrebato.



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