martes, 21 de agosto de 2018

versos a la altura del crepúsculo


Y se dejó caer, rodó por la túnica suave
del aire que corría, ¿desde qué altura? Un prado se apartaba, pero no era
azul, no era verde como el mar, ni se arrugaba preso del oleaje y la tormenta; se anunciaba un rumor de rosas
inocentes, linchadas en aquella sordidez de tempestades y catástrofes, no era el infierno, ni el fuego
corroía la esencia de la noche perpetua, ni las almas debutaban en el baile.

Deslizándose como un reptil dorado, ingrávido, con esa naturalidad
sobredimensionada, ese atónito reencuentro con la tibieza y el delirio. Durante un millón
de años se sintió caer en el vacío y el estruendo,
recapacitó, vivió una vida plena de respiraciones y diálogo, saboreó
sus crudos momentos de gloria.

Durante una vida pulsó sus labios contra el mural del viento, atenazó sus ojos con la mirada de un halcón
perseguido, inquirió a sus mayores, fue herida por un sable de nieve, abatida
por un rayo temeroso. Compuso ademanes de furia, de estilo, dio ejemplo y templó sus cuerdas al filo de un horizonte
imperdonable; fue árbol germinal, columna del invierno, y fue palabra
dulce. Arrasaron sus ojos hectáreas de cemento, huérfanas avenidas,
lagos con su velo de coronas, cruces falsas y cruces encantadas, focos de pasión.

Se dejó morir entre dos aguas: una cálida (la otra, lágrima);
recitó al descubierto con su mejor voz grave y agradeció el silencio de las flores, la luz
preciosa dibujada en la atmósfera, su melancólico ceño, la fortuna grabada en cada nombre de la primavera.
Bailó junto a un sifón de truchas formidables y trasteó con los huesos de la gente.

Era un clamor, de nuevo como un gesto de la aurora que rompe, desborda
la paciencia del método, anula el sereno epitafio del tiempo; ah, con sus mil rostros
definidos, los mil atuendos de la gracia, las mil huellas del perdón, sus mil frescas gargantas afinadas.
Se derramaba de pronto sobre el cielo, ¿desde qué altura?
Cantaba con el tamaño del mundo dentro de su pequeña sombra, la superficie del sol en una mano terrible,
llena, profundamente llena de amor.



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