jueves, 18 de julio de 2019

healter skelter


El ferrari rojo sangre de Sharon ha sido visto en la Avenida, a la altura del cielo,
en esa curva caliente
donde aguardan los profetas la reencarnación del polvo y el olvido, los fantasmas apuran su copa de sucia claridad.
Iba a toda prisa sin dejar huella,
más rápido que el cadillac del hampa, más rápido que el eco de una voz
prohibida.

Este suceso posible, objeto de esperanza, este relato
creado a partir de una colección de palabras rotas con un ala rota. Dicen que el profeta ha entrado en shock.
Destiny® ha cometido un exceso o ha trasteado con la realidad,
ah, su inexperiencia, el mundanal fluido que recorre sus conductos celestiales. A la vista
del mundo, ella jugaba fuerte, abría alto cuando…,
dividido en el aire, el juego parecía ascender y retenerse, virar hacia una condición desconocida.

             No estamos para milagros. A ciertas horas de la noche
el alcohol arroja un conteo estrafalario de miligramos y afrentas. Ahora
aseguran que el verso ha tenido la culpa. Pero el poeta solo se divertía un rato, sonreía parapetado
tras una rosa de invierno.

Resulta que el poema dice la verdad. Es de una condenada
extravagancia; ni que floreciese la misericordia, la calima arañando el deliberado trascurso del tiempo,
tan rígido en sus tiempos y sus determinaciones.

La calma cerebral del camposanto ha sido
dinamitada; el campo ha ampliado su repertorio clásico de ruedas y manojos,
detectives y pruebas materiales. ¡Tanto material para la nada! El verso se muere o lo han asesinado;
nadie sabe por qué los ángeles han tornado a su hábito de nubes, los sueños
han vuelto a la mente subliminal del arte
y solo hay un espacio oscuro que derrapa en el espejo, una gota de sangre
disuelta en la lluvia que rompe el silencio
con voz de multitudes.



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