lunes, 16 de abril de 2018

cuervo que no se ve


Un desequilibrio temporal se produce
en el Parque y toda su infraestructura (incluso la aérea); es una promoción comercial que incluye saldos
históricos, devoluciones y procesos no-kafkianos, clases particulares en los archivos del distrito,
carreras universitarias reducidas a un intercambio de viejos cromos de béisbol.

Está escrito que el siglo XXI fue una ratonera de ideas y conoció la frustración del Arte. Fueron sus primeros
años de agonía; sin escrúpulos, la guerra abotonaba el mundo,
descargaba su remolque de frases hechas sobre un charco encarnado cada vez más hondo y montaraz. La muerte
hacía recados para todos, era entonces el mensajero universal, con su bicicleta (estática)
y su mochila colmada. Hasta los pájaros
caían en la red, hasta las hojas perpetuaban el otoño y sembraban el asfalto de cadáveres honestos.

Destiny observaba el desarrollo de la farsa
con gesto extradimensional, aire en el estómago, un temblor en las rodillas espectrales. Ensayaba su mueca
preferida, su plan de vuelo. La música iba desacelerándose y algunos monasterios promovían
plegarias e invectivas. El cielo se venía abajo (es decir).

La poesía bordaba las notas del futuro, tomaba notas sobre lo que podría ocurrir. La cabeza del Arte
rumiaba sus decisiones más torvas y felices: cómo engastar un clavo en el cuerpo del debate
intelectual (un dardo envenenado). Era el momento de trabajar el mármol y las sensaciones, de recitar
una novela corta –sin impulso rítmico alguno– ante un auditorio contumaz. La guerra, a su modo tácito,
sincronizaba las mentes de una generación;
el Parque iba extendiendo su dominio siniestro, su poema en ciernes, cuervo que no se ve.

Fue atroz, pero así se sobrevive; escondidos en la biblioteca, escondidos en el aula, escapándose del puto policía,
de la ronda y los tanques elevados a la potencia de uno; sendos edificios imponentes
tomaron las riendas del paisaje, iniciaron cierto viaje hacia la realidad o estallaron en pedazos de pastel de manzana. La cinta
pasaba a toda prisa, avanzaba con estruendo, colgaba de un balcón.

Ahora solo quedan las fachadas, el humo y el amor. Destinty espira toneladas de amor que derrumban las últimas
murallas, arrojan un superávit de sangre derramada. Ella es juez y parte; si ve pasar una manada de lobos
es porque la vida ha sonreído, si los chicos disparan al aire es porque la fiesta ha terminado y de la tierra
comienzan a brotar flores sin dueño.


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