martes, 2 de octubre de 2018

otra fotografía del amor


Quién no sabe odiar. Pero no atina. Las chicas saben,
odian al KRIT y aborrecen su cdllc brillante (y a Mara también), odian el Parque (aunque no exista), ellas odian
bastante. Pero Jordan, ¿a quién va a odiar?, ¿a Gris, que nunca?, ¿a qué Ángel?, (no, al Ángel, no ¡ni que fuera dios!).
El odio es la suma de las necesidades, es un batido de nada y fresa, como lo que se esconde en el altillo; en el altillo del cielo
se esconde dios (se le conoce por las uñas largas, y luego por la sombra de su amor).

Ni siquiera tiene una escopeta de caza, si ni siquiera tiene una mira telescópica, ¿acaso hay una mirilla en la puerta de su casa?,
pues no. Ella no va de caza con la cabeza baja y el dedo en el gatillo,
ni erige cadalsos en el barro, no se ha bañado en sangre todavía.

Odiar a un Ángel sale a cuenta, solo hay que mirar para arriba y divisarlo, encontrar su estela
revolucionaria, su alijo contrabandista; en el Parque abundan las apariciones, los fantasmas encarnados,
diminutos fantasmas de sí mismos, hologramas fantásticos y demás insinuaciones de la realidad. Aparece el KRIT
en su descapotable amarillo a una velocidad mejor que la velocidad, más rápida que un salto de repente,
más auténtica que el miedo al infinito: alguien le saca una fotografía.

             Jordan ha preferido el amor, se ha decantado por su espíritu, la mística
cariñosa y decisiva; ha abrazado un árbol abarcable y ha sentido el correoso ímpetu de la vida
retribuyéndose, agigantándose en un gajo de felicidades, un ramo de paciencia. El árbol, que ha hablado como la hierba,
con el sagrado verbo de los seres ingrávidos que recorren el mundo en un plano secuencia interminable.

La mecánica del desamor impone un entramado indiferente, es entretenimiento
negativo, desenlace y (primera) parte; y así se corta un nudo gordiano por la mitad del personaje, se separan los mares,
se nutren los colores de ideología y descargo.

Odiar, lícito error de estilo, igual que cometer una falta personal, dar un traspié, tropezar con otro muro
transparente. Vas por la carretera y el odio se traga los kilómetros, el amor
despliega su distancia aproximada al horizonte que escupe dinamita. El humo redime como un artefacto
religioso, hace historia y la cancela. Pero Jordan siempre elige el camino más largo:
¿a quién quieren que odie, si se ha quedado sola en este verso?



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