viernes, 3 de enero de 2020

bucarestina


Bcrst y las leyes de la física,
inmutables. Pero en la ciudad de Los Ángeles ella (RgM) se siente más concienciada,
más concienzuda en su búsqueda, más dentro de la garganta
siente el sonido inclemente, la nuda propiedad del Arte.

Sentimiento y actualidad, Bucarest es la ciudad más nítida
y consecuente. Ah, los mercados, las muchachas recién alborotadas; en LA hay una reacción
negativa como una red intravenosa, como un río
salvaje, y los ojos reinventan los sentidos, alcanzan una retrovisión
idealizada, dan fe.

La RgM proyecta un artificio vergonzoso: tiene hambre y no está en su territorio,
su voz confluye y se agiganta, recibe su carga aristocrática del aire que respira, recibe un título
galante; aquí solo le remuerde la conciencia
(no hay perros callejeros).

Vísceras y remordimiento; contra la claridad, el luminoso
ejemplo y la vasta extensión de la palabra, el ritmo alegre del silencio. Es un lugar sin ausencia, sin relojes
de arena, inconmensurable. Aquí los milagros acuden a la punta de la lengua,
sirven de cuchara y tenedor.

El espectro que, digamos, lleva un vestido blanco que contrasta,
desgasta la mirada, rendida, pues, en un instante a la hegemonía de la rosa. La silueta
redonda que ronda las puertas de los hospitales, accede de pronto al comedor social,
se incluye en la lista de espera del reformatorio, visita a los presos con una sonrisa anunciadora.

Ah, su física corrompe las fuerzas de la naturaleza a base de retórica
visual, vulgar, a fuerza de contraposiciones y milenios de ensayo intrascendente: tan insular
como un acantilado, formada como un solo de trompeta en la megafonía de las nubes. Íntima y grave;
bucarestina, pero entregada al humo y su melancolía,
ese ángulo desértico de la creación.



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