miércoles, 8 de enero de 2020

don de lenguas


A veces, el lenguaje se queda corto, escasea, faltan palabras
y urge acudir a la masiva fecundidad del diccionario, a la medicina y la biología; entonces
se puede combinar la oscuridad original con la jerga
tecnológica, la paranoia inherente a los principios con la saga contable de la ciencia, la hermenéutica
con la cirugía vascular, la semiótica con el cisma ontológico
y su monólogo.

Curiosidades aparte, this RgM se sube al himno de la poesía,
poetiza barrizales, crestas del máximo desnivel; cuando llueve, chapotea en el barro con su métrica
flexible, su aritmética eterna, el testimonio
audaz de sus andanzas, su rumba de altos vuelos, el destino feliz de su aliento
oceánico. Qué vitalidad tan disipada, qué energía
alterna. Sobre el claro oleaje del Caribe, planea con la mente intensa de todo el archipiélago, su ritmo
independiente, su finura.

El sacrificio no responde a ninguna idolatría, es solamente un signo
interrogante. Ella se siente visionaria, es la misionera, la chica emocional. Su hogar
gravita como un monasterio balcánico, con esa flotabilidad y ese despliegue natural, abejas y reinas,
miel y otros prodigios innombrables. Ah, su nombre no pertenece al misterio,
reside en algún portal de la memoria del mundo (no es Chaasadahyah, no).

Oh, pequeña Raggamuffin, enamorada
del sol, todavía algo torpe para el gesto,
algo reservada para el genio. Joven para el verso y la tragedia. Pero desinteresada.

Aprenderás que, a veces, uno no encuentra las palabras
justas para reconocerse y debe recurrir al calado y la hondura de la enciclopedia, al ocioso
poema y su eco salvaje, su eco salvador, su huella disonante, ese rastro de babas y penurias, ese reguero
de lágrimas acerbas, y de luz.



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